Cultura

Es posible convertirse en un diamante después de la muerte

Una técnica suiza  permite transformar las cenizas funerarias en diamantes. Para muchos es una forma de reencontrarse tras la muerte, lejos de lápidas y urnas. Para otros, se trata de un método frío e impersonal de revestir la muerte con lujo.

Existe una joya única de incalculable valor para quien ha perdido a un ser querido. Una técnica suiza que permite transformar las cenizas funerarias en diamantes se ha convertido para muchos en un reencuentro con esa persona tras la muerte, lejos de lápidas y urnas, que llevan consigo con ternura. "La magia de nuestro servicio es que cuando entregas un diamante estás prácticamente devolviendo este ser querido al seno de la familia", asegura a EFEstilo Yasmín de la Vega, fundadora de Algordanza Ibérica, filial de la firma suiza que desde 2004 crea gemas mediante un proceso científico avalado con la certificación ISO 9001.

De la Vega, que entrega personalmente a las familias el diamante, escucha con frecuencia frases como: "El niño vuelve a casa", "Mamá va a estar de nuevo con nosotros para Navidad" o "Por fin va a volver a dormir a mi lado", explica con emoción. "Son frases que no hablan de mantener un recuerdo, sino de un reencuentro, de volver a sentir y tocar, de no tener que ir a un cementerio nunca más ni ver una fría urna dentro de casa", continúa esta estadounidense de origen mexicano. Consiste en "poder llevar contigo siempre cerca el legado físico de esa persona amada".

La tecnología y las emociones se dan la mano en esta idea que nació en la Academia de Ciencias de Rusia y que se lanzó en Suiza como una "propuesta única", asegura, porque "es el único laboratorio que puede conseguir diamantes únicamente provenientes del cuerpo humano sin añadidos ni manipulaciones de color". El proceso consiste en "extraer el carbono existente en las cenizas", que se purifica y se convierte en un 99,99 % de átomos de carbono, detalla De la Vega. Después, gracias a la una tecnología a altas temperaturas y presiones, se crea el ambiente adecuado para el cultivo del diamante tras varias semanas.

Detrás de esta transformación en laboratorio existe el deseo de preservar la esencia humana más allá del recuerdo, un anhelo que comparte todo el que acude a esta empresa, y que en un alto porcentaje son "padres que han perdido a sus hijos", asegura. "Porque no nos busca quien pierde a un ser querido, sino quien pierde a un ser muy querido", enfatiza. Entre sus clientes se encuentran algunas personalidades muy conocidas de la esfera política, tanto de España como de América Latina, del ámbito intelectual y artístico, celebridades, personas que han sido víctimas del tsunami de Indonesia o de atentados, detalla.

Pero tanto si tienen un "perfil más llamativo o público" como anónimo, el servicio es siempre "confidencial" e incluso en laboratorio todo el proceso se desarrolla con información cifrada en códigos de barras. Los honorarios, que parten de 3.500 euros y pueden llegar hasta 28.000 dependiendo del quilataje y el número de gemas, incluyen un servicio muy personal y casi con un perfil psicológico, porque los trabajadores, considerados "ángeles" por sus propios clientes, desempeñan sus funciones "con un trato muy cercano y cuidadoso", asegura.

De hecho, durante todo el proceso desde la recogida de las cenizas en el propio domicilio hasta la entrega del diamante, que algunas familias reciben con comidas de bienvenida, el cliente está permanentemente informado. Por eso, después de la entrega, cuando llega el momento de engarzar el diamante realizado con las cenizas del ser querido, "si la familia no tiene un joyero de confianza, le referimos a profesionales de prestigio que las traten con cuidado para que la experiencia sea positiva y bonita".

Francisco Cabranes, que regenta una joyería en la madrileña calle de José Ortega y Gasset, sabe del mimo que precisan estos clientes, que llevan a su mostrador una joya de incalculable valor. El destino más frecuente de esta piedra suelen ser "anillos y colgantes", aunque también insertan el diamante en broches, asegura. Tras la pérdida de un ser muy querido el recuerdo entre sus allegados puede ser fuente de dolor, pero también de consuelo porque estos pueden sentir que conservan, al menos, parte de él.

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