Los Tercios fueron el primer ejército multinacional que dominó los campos de batalla europeos durante 150 años. Los soldados que se alistaron conocían las posibilidades de ascenso dentro de unas compañías que marcarán la profesionalidad del ejército español. La lucha por los ideales que defendió la Monarquía Hispánica hará que estos hombres abanderen la lucha por la Cristiandad creando una disciplina militar que será temida por todos los enemigos del poder imperial de los Habsburgo.
En 1536, Carlos V firmó la Ordenanza de Génova que significó la creación de los famosos Tercios viejos. Estas nuevas unidades estaban compuestas por un tercio en Nápoles y Sicilia (que luego se dividirá en dos), el tercio de Cerdeña (también llamado de Málaga) y el de Lombardía.
En esta nueva organización formal del ejército imperial no se encuentra el Tercio viejo de Flandes. A modo de breve contexto: en 1547 Carlos V rubricó la Pragmática Sanción uniendo de forma definitiva las 17 provincias de los Países Bajos que en un futuro heredará su hijo Felipe II. Debido a la propagación de las ideas protestantes y el distanciamiento de la nobleza local ocurrirá lo conocido en flamenco como Beeldenstorm (“tormenta de las imágenes”). Este suceso iconoclasta tuvo como objetivo destruir y saquear las iglesias católicas obligando al monarca español a enviar al duque de Alba para restaurar la paz en sus territorios. Así es como arriba el general más curtido de la Monarquía Hispánica al mando de mil experimentados soldados pertenecientes a los Tercios de Italia.
En 1568 el ejército hispánico sufrió una derrota en Heiligerlee ante las tropas rebeldes, aunque no se tradujo en una victoria que alterara el tablero de juego (ya que el año siguiente el ejército realista se tomará su venganza en Jemmingem), sí provocó la disolución del Tercio viejo de Cerdeña. Según recoge José Luis Hernández Garvi en su libro Asedios de la guerra de Flandes, los naturales de esta localidad aniquilaron a los soldados de dicho tercio obligando -en palabras del historiador Eduardo de Mesa- al duque de Alba a crear el Tercio viejo de Flandes, “constituido con los restos del Tercio de Cerdeña y de tropas llegadas desde España”.
¿Cómo se enrolaba un soldado en los Tercios?
El coordinador del Instituto CEU de Estudios Históricos, Eduardo de Mesa, explica como para las tareas de reclutamiento “se mandaban a los capitanes por los diferentes puntos de Castilla”. El proceso consistía en colocar la bandera en un sitio donde se tocaba el tambor en señal de anuncio. Durante estos días el capitán y su sargento trataban de convencer a potenciales reclutas. Si el nuevo soldado era aceptado tenía que prepararse para un viaje que iba desde la Península Ibérica hacia Italia para encuadrarse en los Tercios allí existentes: el de Sicilia, el de Milán, el de Nápoles y el de Cerdeña. En tierras italianas será el punto donde comenzará el adiestramiento del nuevo militar, “cuyo primer destino solía ser el mar”.
Según los datos recogidos por el historiador I. A. A. Thompson durante la segunda mitad del siglo XVI se reclutaban, al año, unos 6.000 hombres. Alfredo Alvar en su magna obra Austrias, imperio, poder y sociedad analiza que de ser cierta esta cifra correspondería al 1% de la población española, lo que destrozaría “el mito de la despoblación por las levas”. Los principales motivos por los que los peninsulares se alistaban fueron el de realizar servicio voluntario para servir al rey en busca de poder, honra, fama, dinero o por convicción ideológica (como Cervantes). También hay casos de emigración del campo a la ciudad en donde si la jugada no salía bien, estos aventureros optaban por alistarse a los Tercios en las plazas de las ciudades.
“Durante la segunda mitad del siglo XVI se reclutaban, al año, unos 6.000 hombres”
A partir de 1580 (año de la anexión de Portugal), Alfredo Alvar descubre que la tarea del reclutamiento se complicó traducido en menos hombres por compañía. Entre 1571 y 1578 hubo 106 compañías con un total de 27.103 soldados reclutados, lo que se tradujo en 256 reclutas por cada una. En cambio, entre 1596 y 1602, el número de compañías fue mayor con un total de 158, pero con 77 reclutas por cada una, lo que dio un total de 12.211 soldados reclutados, ¡menos de la mitad que veinte años atrás!
El camino español (2014) de Augusto Ferrer-Dalmau
A pesar de la creencia popular de que los Tercios estaban solo conformados por españoles, la realidad es que en torno a un 15% de estas milicias procedían de Castilla y Aragón (en menor medida). En este ejército multinacional convivieron en mayor proporción mercenarios alemanes y vasallos leales como los valones. También hombres que huían del anglicanismo inglés, como serán los soldados irlandeses, ingleses o escoceses. La ristra la cerrarían los italianos, suizos, húngaros…
Españoles, punta de lanza
Aunque las tropas españolas no representaran una mayoría, los investigadores coinciden en que eran el elemento diferencial de los Tercios. El modernista Eduardo de Mesa explica como “la infantería se dividía normalmente en tres líneas: la primera, solo podía formarla españoles, la segunda era para italianos o valones, y la tercera los alemanes, ya que eran mercenarios y solo debían actuar si era estrictamente necesario”.
Eduardo de Mesa, autor de La pacificación de Flandes: Spínola y las campañas de Frisia, descubre que hubo una rivalidad que solo se puede entender por el pundonor de la época de ocupar la primera fila. Los italianos siempre fueron los segundos, pero con Alejandro Farnesio y Ambrosio Spínola “habrá momentos de gran tensión en los combates” donde los españoles quisieron defender su privilegio con la espada. Incluso, el historiador halló en los archivos que “Spínola llegó un momento que dividió él ejército en dos: italianos y españoles” para evitar peleas.
“Los españoles eran el elemento diferencial de los Tercios”
Diferencias con otros ejércitos de la época
En los Tercios, a diferencia del ejército francés o sueco, combatía la punta de lanza, por lo que tenía un desgaste altísimo para los españoles. En cambio, Eduardo de Mesa en tono jocoso expresa en su entrevista en Trincheras Ocultas que “los franceses siempre han lanzado la carne de cañón, y cuando ya estaba el otro ejército bastante mermado, enviaban a la gendarmería o a los regimientos de infantería”.
Además, otro de los puntos clave era la meritocracia empleada en los Tercios, ya que para alcanzar el grado de capitán “tenían que haber realizado veinte años de servicio”. A diferencia del ejército francés, existió una profesionalidad organizacional, ya que tras la guerra no se disolvieron las compañías, lo que provocó que “la veteranía continuara en vez de volverse a sus casas”, así luego se encuadraron bisoños en las compañías de estos veteranos y el resultado fue un ejército prácticamente indestructible.
Disolución de los Tercios
Felipe V firmó la disolución de los Tercios. Eduardo de Mesa piensa que “por su herencia francesa, ya que los Tercios han sido los que humillaron a Luis XIII y Luis XIV”. De esta forma, tras la derrota del bando austracista en la Guerra de Sucesión, el inicio de la etapa borbónica supondrá la sepultura del ejército que marcó una época gloriosa en defensa de la anterior dinastía, la de los Habsburgo. También hay fuentes que destacan que el alto coste de estas compañías motivó al nuevo monarca español a tomar esta decisión.
En conclusión, estas tropas imperiales que dominaron los campos de batallas europeos durante siglo y medio fueron movidas por la convicción de luchar en defensa de su rey, lo que provocó una unión entre soldados de diferentes nacionalidades con un objetivo común. En los últimos años ha resurgido una “terciomanía” dispuesta a dar a conocer estas hazañas que de haberse realizado bajo los designios de otra religión y no el catolicismo, sin duda tendría un hueco más relevante en los actuales libros de historia.
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