Cultura

Madrid es un paraíso musical, pero no es mérito de Enrique Tierno Galván

¿A qué suena Madrid en el primer verano pospandemia?

La información musical en los grandes medios cada vez está más arrinconada. Suplementos culturales como Babelia, El Cultural y La Lectura apenas le dedican un par de páginas semanales y en los telediarios hace décadas que tienen asignados los tres minutos finales, los de los créditos. A este paso, pienso, terminará reducida a los ‘minutos musicales’, momentos de relleno en la televisión setentera para cuando faltaba programación. Por eso en la sección de Cultura de Vozpópuli nos animamos a un espacio semanal donde resumir los conciertos, discos y polémicas pop ocurridas a lo largo de la semana. Ojalá la disfruten.

Me acerco a las Noches del Botánico a escuchar a Gipsy Kings y me encuentro un espléndido concierto del 'telonero' Kiko Veneno. Seguramente su repertorio es el más emblemático del pop español, ya que abarca desde el legendario grupo contracultural Veneno hasta el trapero C. Tangana, pasando por el “Volando voy” de Camarón de la Isla. Se habla mucho de los ochenta como edad de oro del pop español, pero escuchando a este artista queda claro que nuestra mejor década fueron los setenta (la más popular, majestuosa y arriesgada). Los Gipsy Kings, a pesar de algunos momentos destartalados, o quizá a causa de ellos, confirman la grandeza de clásicos tan conocidos que apenas reparamos en ellas, pienso en “Bamboleo”, “Djobi Djoba” y “Volare”. Cuando suenan los primeros acordes de esta última, una señora de unos setenta y muchos años sentada a mi lado salta como un resorte y se pone a bailar. “¿Le está molestando o quitando visión del escenario?”, me pregunta solícito un empleado. Solo hace su trabajo, pero… ¿cómo me va a molestar, hombre de Dios? Lo único que me inquieta un poco es no ver apenas gitanos entre el público de un concierto de Gipsy Kings. ¿Será por los precios de las entradas?

Resulta un shock que te inviten a una sesión de techno y darte cuenta de que la sala en que te acabas de meter (The Bassment, en la calle Galileo) es en realidad el legendario Revólver, lugar en el que pasaste cintos de noches veinteañeras en los años noventa. Donde había mugre contracultural, ahora han puesto neones con frases tipo Mr Wonderful o la famosa “Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa”, de la líder anarquista Emma Goldman. La mutación de este espacio es una metáfora de cómo una ciudad rockera se ha ido rindiendo poco a poco a la electrónica. Otro cambio es que el sonido de Revólver siempre fue poco fiable, mientras que The Bassment suena perfecta, precisa y atronadora.

En cualquier caso, disfrutamos de una excelsa sesión de techno clásico el estadounidense DVS1 y otra mejor todavía de Seatoc Mass, joven productor de Manchester capaz de combinar minimalismo y euforia. El público es joven, tranquilo y hedonista, profesionales de la noche desbordantes de felicidad. A la salida del club, me presentan a una antropóloga que se anima a recitarnos una especie de haiku: “La clase obrera suda/ la clase obrera se divierte/ la clase obrera suda hasta cuando se divierte”. Como para confirmarlo, me reconoce al salir el joven empleado de una franquicia de ópticas de Plenilunio, el centro comercial al lado de mi casa (de la mano de su novia, dependiente de óptica también). Quien lo ha probado conoce el poder del techno para compensar de una semana entre lentillas, recibos y dioptrías (o en cualquier otro trabajo poco épico).

Madrid, parque Tierno Galván

Otro concierto al que me acerco es el de Diego el Cigala en el festival Madrid Escena, que se celebra en el parque Enrique Tierno Galván de Arganzuela a más de cuarenta grados de un domingo por la tarde. En un principio, parece perfecto para ser una versión popular de las Noches del Botánico, que satisfaga las necesidades de la mitad sur de la ciudad, mucho más pobre que el norte. En realidad, nada de eso: te sientas en el espacio de ‘entrada general’ y descubre que la enorme sombrilla de la zona VIP te tapa gran parte de la visión del escenario. Un agua pequeña y una coca-cola te cuestan ocho euros y medio, en una barra con muchos camareros novatos (¿voluntarios?) donde no se han molestado ni siquiera en poner a la lista de precios. Todo regular tirando a mal.

El socialista Enrique Tierno Galván fue un alcalde que de música popular sabía poco o nada , quitando el arte de instrumentalizarla con fines políticos

Lo peor, sin duda, es el sonido, mucho más bajito que el de la Noches del Botánico, para un recinto más grande. ¿Resultado? El recital del Cigala con mariachis se siente y se contagia mucho menos que el de la misma gira el año pasado en el Botánico, que suele gestionar de manera impecable la calidad sonora. Cuando el enfoque es que el público aguanta cualquier cosa, se van perdiendo matices y calidad. Muy pobre la impresión de la primera visita a Madrid Escena, pero grande Diego, como siempre.

El día anterior ha tocado en este mismo recinto Robe Iniesta, que se queja de tener que empezar a tocar con el sol de junio todavía pegando fuerte. Algunos compañeros recogen en sus crónicas que el sonido debería estar más alto. Otra de las cosas que hace Robe es un elogio del alcalde socialista de los ochenta que da nombre al parque: el mencionado Tierno Galván. Es curioso porque se trata de un político que de música popular sabía poco o nada, más allá de ser un maestro a la hora de instrumentalizarla con fines políticos. El “viejo profesor”, ya en los ochenta, se refería a uno de los Beatles como “John Lennox” en vez de John Lennon . Su gran legado para Madrid son precisamente los conciertos masivos, pagados con dinero público, donde lo que importaba no era el disfrute estético sino una cifra impactante de asistentes que usar como argumento publicitario, por ejemplo el medio millón de personas que presuntamente acudieron a ver a The Smiths al Paseo de Camoens en 1985. Esa misma lógica "burro grande, ande o no ande" la han heredado hoy los macrofestivales.

El debate más interesante de los últimos días es el del concierto masivo de Manuel Carrasco en Sevilla, con 74.345 personas, celebrado en el Estadio de la Cartuja. La mayoría de medios repiten acríticamente la información, cuando cualquier aficionado a la música sabe que no es verdad, ya que Los Héroes del Silencio convocaron el a 83.000 en el circuito valenciano de Cheste en enero de 2008 (aquí pueden verlo en un enlace). Justo este es el problema: ya no existe información rigurosa sobre música popular, sino que se repiten con piloto automático los eslóganes que hacen circular festivales, discográficas y promotoras de conciertos. Aclaro que soy un fan fatal de Manu Carrasco, pero la verdad no se negocia.

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