Todos han elegido la vida. Un empleo. Una carrera. Algunos, incluso, un televisor grande "que te cagas", pagar hipotecas a interés fijo y entregarse al bricolaje los domingos. Sin embargo, todavía vibran al recordar aquel monólogo en el que Mark Renton rechazaba ese modelo de vida sin atender a razones en la película Trainspotting. ¿Para qué buscarlas si tenía heroína? Era 1996 cuando en plena crisis de los 40, el director de cine Danny Boyle (Radcliffe, Gran Mánchester, 1956) sacudió las carteleras de Reino Unido con la adaptación de la novela homónima de Irvine Welsh (Leith, Edimburgo, 1958), una de las plumas más viperinas del país. La cinta cautivó a millones de jóvenes británicos que, si bien se sentían atraídos por las localizaciones, la jerga y la banda sonora, podían conocer una cruda realidad hasta entonces oculta: la que supuso la irrupción de la heroína en las zonas más deprimidas de Escocia a finales de los 80.
Autodestructivos a la par que carismáticos, los protagonistas de Trainspotting -título que hace referencia a ese hobby relativamente popular en Reino Unido de observar cómo pasan los trenes- pronto despertaron el interés de otros jóvenes espectadores en distintas ciudades europeas. En España, incluso, existe un modesto equipo de balompié llamado Unión Club Ceares, detractor declarado del fútbol moderno, que cuenta con Irvine Welsh entre sus socios. Un curioso caso de anglofilia detectado en un barrio obrero de Gijón. También tuvo una gran acogida en Canadá, EEUU y Australia, donde tuvo que ser subtitulada porque no entendían el slang escocés. Pasados 20 años de aquel fenómeno, son muchos los que hoy, ya convertidos en adultos, esperan desde diferentes rincones del mundo el estreno de la segunda parte de la película. Quieren saber qué ha pasado con el antihéroe de Renton (Ewan McGregor), el buenazo de Spud (Ewen Bremner), el amoral de Sick Boy (Jonny Lee Miller) y el sociópata de Frank 'Begbie' (Robert Carlyle). Porque con el atlético Tommy (Kevin McKidd), ya se supo.
¿Dónde la viste?
Abogados, empresarios, expertas en marketing, brokers, ingenieros... Cada uno eligió su carrera, pero todos esperan con la misma dosis de ansia que de miedo a llevarse una decepción una de las secuelas más justificadas de los últimos años. Esta vez, Boyle se ha inspirado en otra de las novelas del autor escocés, Porno, y una chica búlgara llamada Veronika, interpretada por la joven actriz Anjela Nedyalkova, se convertirá en el hilo conductor de la historia. "No creo que supere a la primera, pero será interesante ver cómo han cambiado como personas a lo largo de los años, como he tenido que cambiar yo". Habla S. Preston, un ingeniero de Londres que vio Trainspotting junto a cuatro "colegas" el mismo año de su debut. "Estábamos medio pedo porque habíamos estado en un pub y nos encantó. Había muchas cosas en la película con las que nos sentíamos identificados. No me refiero a la adicción a la heroína, pero probábamos otras drogas", reconoce el inglés. "Jamás pude quitarme de la cabeza la escena en la que Begbie lanza un vaso al aire en el bar porque he visto hacer eso a amigos cercanos", revela.
Freya Currie, experta en Márketing, no se siente identificada en esos aspectos con el filme, pero sí con las localizaciones. Nacida en la localidad escocesa de Oban, cursaba el primer año de carrera en la Universidad de Aberdeen cuando vio por primera vez esta película con sus amigos de la residencia. "Era una peli de culto. A principios de curso siempre había un puesto donde la asociación de estudiantes vendía carteles sobre ella para que los 'novatos' pudiesen decorar sus habitaciones. Uno de los más populares era el que plasmaba el famoso monólogo de Mark Renton", recuerda. Para Currie era "interesante" una representación "atípica" de Edimburgo, ciudad por la que corren frenéticamente Renton y Spud al ritmo de Lust for life de Iggy Pop en la escena inicial. Princes Street, Leith Street, Waterloo Place... Son varios los lugares conocidos por la joven escocesa que aparecen en la obra de Boyle. "Cuando se piensa en Edimburgo, mucha gente habla del Castillo, el casco viejo o el festival y ¡es verdad que es un lugar precioso! Pero como toda ciudad, tiene un lado oscuro. Fue impactante conocer el auge de la heroína durante las décadas de los 80 y 90 en Reino Unido, tal y como ocurría en otras ciudades de Europa", explica. A Freya, lo que más le gusta de este clásico británico son los actores, el director y el guion. "Es graciosa, aunque es un humor muy negro. Y la banda sonora es fantástica", dice. Su novio Celes es español y, según revela, ha visto "mil veces" la versión original: "Le gusta porque es buena, pero también quiere que su oído se acostumbre al acento escocés para poder entender a mi familia".
Cuando se piensa en Edimburgo, mucha gente habla del Castillo, el casco viejo o el festival... ¡Es verdad que es un lugar precioso! Pero como toda ciudad, tiene un lado oscuro"
Ángel, Carlos y Miguel son tres amigos de la infancia de Majadahonda que hoy viven en España, Filipinas y Reino Unido, respectivamente. Tenían unos 12 años cuando la estrenaron, por lo que no fue hasta después de cuatro años, en plena adolescencia, cuando la vieron por primera vez. Por aquella época frecuentaban el Soma, el legendario club que se ubicaba en la madrileña calle Leganitos, pero sobre todo, eran fanáticos de las novelas de Irvine Welsh gracias al primero de ellos. "Soy un enamorado del autor del libro, espero con ansia cada una de sus publicaciones porque reflejan ese ambiente tan decadente de algunas partes de Escocia", dice. "En ese momento empezábamos a salir de fiesta y era una especie de liberación ver que los protagonistas se parecían en algunos aspectos a nosotros. Aunque en nuestra generación casi no hay heroinómanos, sí que salíamos de fiesta, nos gustaba mucho su estética y la banda sonora", recuerda Ángel, que hoy es abogado. Sobre Mark Renton cree que es el "antihéroe" al que todos querían en cierto modo parecerse. "Es un tipo listo, cínico y ácido. Está al margen de todo orden social, no por ideas políticas, sino porque no le importaba nada, salvo drogarse. No queríamos parecernos la faceta de la droga, pero sí en esa sensación de libertad y de ir a su aire que transmitía", añade. "Era una película que hablaba del consumo de sustancias a una generación que probaba muchas cosas sin pensar en el futuro, haciéndoles reflexionar sobre el camino al que llevaba todo eso, al ostracismo e, incluso, la muerte", apunta.
Realismo y BSO
Para Carlos, empresario, Trainspotting era una de las pocas películas que combinaban "realismo, crudeza, buena banda sonora y actores geniales". "Por suerte nunca estuvimos cercanos a la heroína. Era simplemente una buena cinta que hablaba de drogas, era graciosa en algunas partes y tenía una música genial. Creo recordar que la escena del baño más sucio de Escocia se había hecho famosa ya y la gente hablaba de eso", señala. Además, destaca que Welsh ha conseguido crear un "micromundo" con sus libros, siempre a caballo entre Edimburgo, Ámsterdam o Miami. "Los personajes se repiten en sus obras, a veces son protagonistas, a veces secundarios y en otras ocasiones, solo son mencionados de pasada... ¡Es muy interesante. Es el mundo Irvine Welsh!", considera el joven, que vive en la actualidad en Filipinas. Precisamente, es a él a quien el libro en el que se basa la secuela, Porno, es el que más le gusta. "Me parece más dinámico y tiene más variedad de historias. En general, es más alegre y no trata tanto la heroína con el drama que acarrea. Además, es interesante ver la evolución de los personajes tantos años después", opina.
Desde Londres, Miguel cuenta que fueron al videoclub "tan pronto como supimos que estaba disponible". "Por fin podíamos ver en la pantalla una película sobre un libro que ya habíamos leído y comentado mil veces entre los amigos del barrio, con tan tremenda banda sonora, pues sus canciones sonaron durante años por todos los lados", explica. "La vimos en castellano un buen número de veces. En versión original no hubiésemos entendido ni la mitad porque las conversaciones entre ellos, en jerga escocesa, eran más parecidas a las que tienes con la gente que se ha criado contigo y que sabe por dónde vas con un par de palabras cómplices", reconoce el joven, que trabaja como broker.
En Trainspotting 2, Mark Renton regresa a casa 20 años después de escapar a Holanda con las 16.000 libras que se suponía que iban a repartir entre todos
"Trainspotting cayó muy bien entre nosotros. Trataba el tema de las drogas desde un punto de vista casi divertido, algo realmente nuevo en comparación con lo que aprendes sobre ese tipo de sustancias desde pequeño", dice. En realidad, continúa, ninguno de nosotros se sentía identificado en ese aspecto con los protagonistas: "Básicamente se trataba de un verla para entretenernos y echar unas risas... Además éramos, o nos veíamos, bastante más pequeños que ellos, una brecha difícil de salvar", concluye. Según Miguel, Renton era el "único" de todo el grupo que parecía tener dos dedos de frente pese a su adicción a la heroína. "Intenta dejarlo, echarse novia... Parecía tener un plan, así que podría decirse que era el líder justo y racional dentro de esa panda de tarados", aprecia. ¿Habrá conseguido aquel joven de Leith su propósito? En Trainspotting 2, Renton regresa a casa 20 años después de escapar a Holanda con las 16.000 libras que se suponía que iban a repartir entre todos. Parece tener buen aspecto, algo que "cabrea" especialmente a su ex mejor amigo Sick Boy, que ahora regenta Port Sunshine, un tugurio heredado de su tía situado enfrente de las vías de tren en el que pretende grabar vídeos pornográficos con los que lucrarse.
Manifiesto generacional
Para Antonio Weinreichter, profesor de Historia del Cine Contemporáneo en la ECAM, lanzar una secuela de Trainspotting está más cerca de la lógica que, por ejemplo, presentar una nueva entrega de Star Wars. "Uno siempre piensa que con las segundas partes se busca sacar dinero, pero en este caso también es verdad que la gente quiere saber qué fue de este grupo de amigos 20 años después", comenta. Y agrega que el mayor atractivo de la película de Danny Boyle fue la combinación de la cultura pop con altas dosis de realismo. "Trataba de 'yonquis', pero no eran drogadictos los que iban a verla al cine. La banda sonora era soberbia, tenía muchos recursos visuales... Conectó con el cine de Tarantino", dice. En sus clases, el profesor suele comparar el monólogo "nihilista" de Mark Renton con la voz en off de Arthur Seaton (Albert Finney) en Sábado noche, domingo mañana, un largometraje dirigido por Karel Reiszes que data de 1960. "Seaton era un joven rebelde que trabaja en una fábrica del norte de Inglaterra. Va de duro y critica el modelo de vida adoptado por los mayores. Él quiere triunfar, pero termina emborrachándose en el pub y cae redondo", cuenta. "Mientras que en 1960 el protagonista tiene trabajo y la droga en cuestión es el alcohol, a finales de los 90, el personaje principal no trabaja y está enganchado a la heroína", contrapone el académico. "Son manifiestos generacionales. Es curioso observar cómo los jóvenes de distintas décadas abordan discursos similares en contra de los valores de los adultos", apunta.
https://youtube.com/watch?v=PXPKP6t0oB8
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación