Isabel de Castilla tenía 23 años cuando se coronó como monarca en el atrio de la Iglesia de San Miguel, en Segovia. Asumió el trono del reino más poderoso y extenso de la Península Ibérica, habitado por cuatro millones de habitantes y azotado por la lucha entre facciones. Se impuso en una corte dominada por hombres. Reconquistó el último reducto moro de la península y favoreció los descubrimientos de Cristóbal Colón que convertirían a España en un imperio. Como se había negado a que alguien decidiera por ella con quién debía casarse, eligió como marido a Fernando de Aragón, un personaje crucial para su cometido. Todo ocurrió hace cinco siglos. ¡Cinco! El personaje, a todas luces, no puede ser más excepcional. Y ésa fue la razón que llevó a Giles Tremlett a escribir su biografía, acaso no suficientemente contada en un contexto europeo. Se trata de Isabel la Católica. La primera gran reina de Europa (Debate).
"Su figura está manchada por las dos leyendas negras, la exterior y la interior, por el uso que el fascismo y Franco hizo de ella. Eso hace que Isabel de Castilla no sea apreciada en toda su importancia"
"Este libro lo escribí para un público anglosajón, para ese tipo de lector que no se ha acercado a ella o que se ha dejado guiar por los prejuicios. Su figura está manchada por las dos leyendas negras, la exterior y la interior, por el uso que el fascismo y Franco hizo de ella. Eso hace que Isabel de Castilla no sea apreciada en toda su importancia. Es la primera reina europea, además del impacto de su reinado con el atlantismo, que recupera a la Europa cristiana de la mengua territorial y propicia los imperios de ultramar”, explica el periodista e historiador en la Plaza de Doña Juana de Segovia, justo frente al Palacio de Enrique IV, hermano paterno de Isabel de Castilla y donde comienza toda esta historia, más de 500 años atrás. "Aquí llegó ella con diez u once años. Y aquí, entre las ruidosas damas portuguesas de la reina Juana, aprendió todo lo que no quería para su propio reinado. Aquí supo que Enrique IV era todo lo que ella no quería ser como reina", apostilla. Sin duda, el carácter severo y piadoso de su corte fue lo opuesto al desorden y laxitud de los monarcas anteriores.
Mano de hierro tenía pues la Trastámara. Para muestra, la inquisición, quizá uno de las decisiones, junto con la expulsión de los judíos, más férreas y peor valoradas de su reinado. En este libro, Tremlett no toma partido en el asunto. Se limita a describir de qué forma la persecución y expulsión de judíos conversos fue la única forma de asegurar la pureza religiosa y por tanto la unidad de Castilla, así como el papel que jugó su confesor, Torquemada, en el despacho de esta persecución del hereje, en tanto elemento político. Isabel de Castilla escribió al Vaticano, en varias ocasiones, para justificarla. Al crearla, dijo, había hecho lo correcto por Dios. Así se lo hizo saber al papa Inocencio VIII, preocupado, por las noticias que llegaban desde España: el número de víctimas mortales de la persecución religiosa había superado con creces el millar.
Pero ese no fue el único rasgo de su temple. Después de ella, asegura Tremlett, pocas reinas han tenido un impacto tan duradero en la historia de occidente. En Europa apenas han existido reinas que gobernasen de verdad, y mucho menos con éxito. Isabel la Católica, junto Fernando de Aragón, elimina los “privados”, rebajan el peso desmesurado de consejeros y nobles y se colocan en primera línea de gobierno. Y así fue, desde un comienzo. Isabel de Castilla asume el trono, expulsa así a la Beltraneja de cualquier opción a gobernar y se afianza en la corte. "Yo la comparo con Margaret Thatcher: una mujer muy conservadora, que ejerce el poder sin complejos y se impone a los hombres. Lo curioso, es que como mujer no hace nada a favor de las otras, la prueba es lo que ocurre con su hija Juana. Isabel no hace nada para allanarle el camino. Sí, fue la Margaret Thatcher del siglo XV", explica.
Tremlett, quien desde hace 20 años vive en España, llegó a la reina gracias a sus investigaciones y libros previos. El primero de ellos España ante sus fantasmas (Siglo XXI), que publicó en el año 2006, y el decisivo, el que podría decirse que lo condujo a Isabel, fue la biografía de su hija, Catalina de Aragón. "Catalina es tozuda como su madre. Se niega a divorciarse de Enrique. Aquello ya fue un brexit, porque marcó la separación de Roma. Ella es el personaje español más decisivo en la historia de Inglaterra, y es hija justamente de Isabel de Castilla", explica este corresponsal de The Guardian y The Economist, con ese acento madrileño que adquieren los guiris cuando se convierten en un español más. Y puede que sea eso lo que ha favorecido su acercamiento a la figura de la reina: su mirada es extranjera, pero no por ello alejada de la perspectiva española.
"Iba ataviada con símbolos de poder: las joyas y la espada del rey, como símbolo de que si tenía que usar la fuerza sería capaz. Y así, se proclama reina, para quitarse de encima a la Beltraneja"
Uno de los rasgos que más resalta Tremlett en esta biografía es la noción y comprensión que tuvo Isabel de Castilla de la imagen, de dotar de relato todo lo que tuviese que ver con su figura y gobierno. "Isabel dominaba como nadie la propaganda. Sus cronistas tenían que presentar sus escritos para que ella les diera el visto bueno. Al morir su hermano, de hecho, lo primero que hizo no fue llorar su muerte, sino cambiarse: se vistió de blanco y salió directo hacia la Catedral. Iba ataviada con símbolos de poder: las joyas y la espada del rey, como símbolo de que si tenía que usar la fuerza sería capaz. Y así, se proclama reina, para quitarse de encima a la Beltraneja", dice Tremlett refiriéndose a Juana de Castilla, la hija de Enrique IV, cuya paternidad y legitimidad estaba en entredicho. Todos referían la impotencia e incapacidad del monarca para engendrar descendencia, y de ahí que sus adversarios se refirieran a ella con el apellido Beltrán de la Cueva, primer duque de Alburquerque, favorito del rey y de quien se decía, había sido obligado por el monarca a concebir un hijo con la reina Juana.
"Isabel aprende desde muy joven que el poder pasa por su capacidad de elegir con quién se casa y tomar decisiones propias"
Hay un elemento más que favoreció la permanente campaña de Isabel de Castilla: la imprenta, que había llegado a España justamente a Segovia y de la que ella hizo uso para asentar su poder y amplificar su figura de gobierno. A eso se suma, el tándem de poder que formó con Fernando de Aragón, una unión política de tremenda eficacia, y que provino en buena medida de las exigencias de Isabel, siendo apenas muy joven, de no ser forzada a casarse por imposición. "Isabel aprende desde muy joven que el poder pasa por su capacidad de elegir con quién se casa y tomar decisiones propias. Ella elige a Fernando porque Aragón es un aliado potente, porque es Español y por tanto ella no tendrá que salir de Castilla", explica Giles Tremlett para dar un retrato de conjunto de alguien tan racional como inflexible, aunque no por ello desprovista de cierto arrojo. Muchas de las decisiones políticas que asumió, incluyendo su propia coronación, podrían haber fracasado estrepitosamente. Aunque, a juzgar por su forma de hacer las cosas, Isabel de Castilla sabía usar a su favor todo, incluso lo que pintaba en su contra.