Cultura

Fernando Díaz Villanueva: "Debemos ser libres de enaltecer el franquismo y a ETA"

Exitoso podcaster y columnista, Villanueva publica su 'La contrahistoria del comunismo'

  • El periodista y divulgador histórico Fernando Díaz Villanueva

Día entresemana en el corazón de Lavapiés, seguramente el barrio más izquierdista de Madrid. Hemos quedado para una larga entrevista con el periodista y divulgador histórico Fernando Díaz Villanueva, estrella pujante del mundo de los podcasts: su programa La contrahistoria ha sido elegido durante los últimos tres años como el favorito de los oyentes de la plataforma Ivoox. Además, triunfa también como ensayista: ha despachado 10.000 copias de La contrahistoria de España (La esfera, 2021) y acaba de publicar La contrahistoria del comunismo (La esfera, 2022), donde revive los conflictos y personajes más inquietantes de un sistema político que rechaza de plano. Tras siete años en la radio digital, Villanueva -colaborador de Vozpópuli- lo tiene todo para convertirse en un clásico de largo recorrido.

Lo primero que pregunto es por qué ha elegido este barrio para vivir. "Mi padre vivió en la calle Amparo, siempre he conocido Lavapiés. Soy madrileño, no tengo coche y voy en bicicleta. Llevo una vida muy sencilla y me gusta vivir aquí", dice señalando a su modesta y coqueta buhardilla de 25 metros cuadrados, donde graba sus programa. Luego sigue respondiendo mientras prepara un potente café etíope al entrevistador: "La verdad es que nunca he tenido un problema con los vecinos. La polarización está exagerada, son cosas de Twitter. En la calle apenas se nota. Afortunadamente los españoles no hemos bajado a eso, no ha llegado a la calle el odio político, sino que se ha quedado en circuitos muy pequeños de activistas", celebra. Y nos ponemos a charlar sobre su libro…

Pregunta: En su charla de presentación en Madrid dijo que cuando surgió Podemos se alegró porque pensaba que era una formación que iba a traer nuevos debates que no se habían abierto.
Respuesta: Uno de los problemas que teníamos entonces en España es que apenas se debatía de nada. Solamente había un diálogo muy superficial entre PP y PSOE. Cuando aparecen unos tipos en un extremo siempre se abre la discusión política a cosas nuevas. Ha pasado igual con Vox; que hayan abierto el debate del aborto está bien, porque en España apenas se había dado, lo mismo que el debate sobre la inmigración. Tampoco hemos tenido un debate serio sobre la Unión Europea, solo ahora se está empezando a dar. Una sociedad civil viva es una sociedad que debate todo, y a ser posible decide muchas cosas en referéndum. Yo soy un gran partidario de la democracia directa y creo que los europeos tenemos un gran ejemplo para seguir en Suiza. Allí se votan muchas cosas que interesan a los ciudadanos, cosas tan pequeñas como si construir o no una comisaría de policía. Hace diez años el espectro de debate político en España era muy estrecho y cualquier cosa fuera de los márgenes marcados era considerada antisistema.

P: ¿Cree que en España faltan verdaderos liberales? Le pongo un ejemplo: Luis María Anson fue criticado por oponerse al cierre de las publicaciones abertzales de izquierda Egin y Egunkaria, argumentando que 'no delinquen las rotativas, delinquen las personas'. ¿Se siente parte de ese liberalismo clásico y estricto?

R: Siempre me he opuesto a que sea delito el enaltecimiento del terrorismo, por ejemplo. Me parece que el delincuente es el terrorista, no quien le enaltece. Si eres idiota y enalteces a un terrorista, pues allá tú y carga con el el estigma social que va a caerte. Tampoco creo que necesitemos un delito para protegernos de la ofensa a los sentimientos religiosos. Nos está quedando una gama de delitos de odio infinita, tanto desde la izquierda como de la derecha. Debemos ser libres de enaltecer el franquismo, o de salir a la calle disfrazado de Millán Astray. El Código Penal debe protegernos de las agresiones, no de las malas opiniones de los demás. Las agresiones verbales solo deben ser recogidas en alguna ocasión, por ejemplo las difamaciones, no puedes acusar al panadero de proxeneta ni de dedicarse al narcotrafico. Lo que pienso es que no podemos legislar contra la gente que no nos del los 'buenos días' por la calle. Por supuesto, no está bien que la gente sea maleducada, pero no se puede prohibir por ley que lo sea o que piensen cosa que nos desagradan. Eso es el liberalismo clásico.

P: Hay quien encuentra desconcertante esta oleada de libros contra el comunismo, como el de Jiménez Losantos y el suyo, cuando el comunismo no es una idea especialmente popular en 2022.
R: Lo mío es un libro histórico, mientras que otros se han proyectado más sobre el presente. Tomo 35 episodios, casi todos del siglo XX, de manera muy divulgativa. En su momento álgido, a comienzos de los años ochenta, un tercio de la humanidad vivía bajo regímenes comunistas. El comunismo no fue una excepción histórica, sino una variante de organización política muy extendida: Rusia, China, Vietnam, Nicargaua, algunas zonas de África…Al final, lo que sufrieron estos países fue un reguero de muertes y de miseria. Por regla general, se empeoró la situación de esos países. En algunos casos se perpetraron matanzas inconcebibles como la de los jemeres rojos en Camboya. Pero, bueno, los jemeres rojos eran tan radicales que quienes acabaron con ellos fueron otros comunistas, los vietnamitas. En Hungría y Checoslovaquia se importó el comunismo a punta de pistola, no es que el pueblo lo quisiera. Mi libro es solo divulgación, creo que puede servir a los jóvenes, ya que a la mayoría Stalin les pilla muy lejos. No traigo el comunismo al presente, ni saco a Podemos de paseo, como han hecho otros autores.

Vengo de una familia de izquierdas, mi madre era comunista y además militante cuando yo era niño

P: En las presentaciones habla de que el llamado 'socialismo del siglo XXI' y partidos como Podemos son las formas que ha tenido el comunismo de adaptarse a un momento político adverso, como es el actual.
R: La idea siempre se va reinventando para llegar siempre al mismo puerto, como hemos visto en los últimos 25 años. Los experimentos de colectivización forzosa, de planificación económica y de suspensión de los derechos individuales siempre acaban de mala manera, probablemente porque van contra la naturaleza humana.

P: Diferentes agentes políticos y sociales, entre ellos la iglesia católica, se han referido al comunismo como "capitalismo de Estado". ¿Qué le parece esta etiqueta?
R: Eso me lo han dicho muchas veces: 'La URSS no era comunismo, sino capitalismo de Estado'. Yo me pregunto qué significa eso y nadie me sabe responder. Falta una descripción seria. El capitalismo defiende la propiedad privada, el imperio de la ley y la voluntariedad en los contratos. El capitalismo no es garantía automática de libertad porque ya hemos visto que puede florecer perfectamente en dictaduras políticas como la de Pinochet en Chile. ¿Es España un país capitalista? Hasta cierto punto, pero el estado maneja la mitad de la riqueza nacional así que es mejor decir que 'algo de capitalismo sí tenemos', lo suficiente como para que no nos muramos de hambre. Franco experimentó con un sistema muy socialista en los años 40 y 50 pero luego apostó por el Plan de Estabilización y ahí empieza a llegar el capitalismo español que tenemos hoy. Fue un problema de reformas muy intenso, que permitió que España se incorporase al primer mundo. El capitalismo admite grados, mientras que el comunismo es un sistema total para llevarnos al paraíso. El precio de esto es convertirte en una pieza del engranaje estatal, renunciando a tus libertades, pero muchas generaciones estuvieron dispuestas a pagarlo, entre ellas gente de mi propia familia.

P: Háblenos de eso, por favor.
R: Yo vengo de una familia de izquierdas, mi madre era comunista y además militante cuando yo era niño. A principios de los ochenta recuerdo acudir a las marchas contra la OTAN y todas estas cosas. Preguntaba en casa por Fidel Castro y me decían que bien porque "echó a los yanquis", lo cual es una versión muy reducida de su mandato. También eran de izquierda mis tías, que cuando veíamos en el telediario que la población tiraba las estatuas de Lenin en Praga me decían "eso es mentira, hijo, una maniobra de la CIA". Yo ya no era un niño, tenía ya quince años y ya me daba cuenta de que algo fallaba en su relato. Insisto en que el problema del comunismo, por lo que nunca triunfara, es que ignora la naturaleza humana.

P: Desde el lado socialista también se ha dicho lo mismo sobre el liberalismo: Karl Polanyi, que era economista y antropólogo, defendía que los mercados libres son difícilmente compatibles con la naturaleza social de los humanos. Lo explica en el clásico La gran trasformación (1944).
R: Claro, he leído a Polanyi. El problema es que el liberalismo no es una ideología, ni siquiera tiene popes infalibles. Los distintos intelectuales liberales se están insultando todo el día y llamándose 'socialistas' los unos a los otros. Se puede ser liberal sin comprar todas las teorías del liberalismo: cualquiera que mire a su alrededor sabe que la teoría de la elección racional no funciona porque los seres humanos estamos todo el tiempo tomando decisiones perjudiciales para nuestros propios intereses, ya sea porque estamos enfadados o porque estamos enamorados. Esto no es algo que yo crea, sino algo que yo veo. No hay ninguna teoría que me interese tanto como la verdad.

P: Usted no es un liberal radical…
R: Cuando lees las novelas de una anarcocapitalistas como Aynd Rand enseguida te das cuenta de que hay algo falso: primero son mundos donde no hay niños, que ya es extraño; y luego todo son hombres y mujeres listísimas, maravillosos, impecables, con las ideas clarísimas. Cualquiera que se mire al espejo sabe que las personas no somos así. Eso no quita que yo defienda una sociedad de libertades, una sociedad basada en contratos en vez de en mandatos, en definitiva, una sociedad dulce. Nadie admira a Corea del Norte, pero a la mayoría nos gusta la calidez de las sociedades del sur de Europa, con esas comidas lentas, ese disfrute del momento y esas madres que nos cuidan hasta el día que se mueren. Yo tengo formación de historiador y en La contracrónica siempre digo que "lo primero son los hechos, chicos".

P: Para despedirme le deseo que siga conviviendo sin problema con sus vecinos podemitas…
R: Una de las cosas grandes de Madrid es que cabemos todos. Yo estoy encantado en este barrio que vota Podemos y dudo que un podemita tenga problemas si se va a vivir al barrio de Salamanca. En Venezuela, cuando empezó a implantarse el chavismo, los vecinos empezaron a enfrentarse. Se llegó a ir marcando las puertas de las casas que votaban a la oposición. Yo no sé qué piensa mi vecino, solo que toca la guitarra por las noches. Si algún día tiene un problema, yo le escucho y le ayudo si es posible. Agustín de Foxa decía que España volvería a ser un país interesante cuando la gente se saludase con el sombrero, después de tantos años de decirse 'hola' con el brazo o el puño en alto. A mí me gusta la urbanidad y el discreto encanto de la burguesía.

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