Cultura

Boicot erótico a Putin: el sexo como arma política

El mundo occidental ha decidido castigar a la Rusia de Vladimir Putin con sanciones económicas tras la anexión de la península de Crimea. Pero mientras en Washington y las capitales europeas se preguntan hasta dónde llegar imponiendo daños a la economía rusa, en Ucrania, un creciente grupo de mujeres busca causar otro tipo de estragos con un boicot sexual. Está por ver si esta estrategia funciona en el ámbito de las relaciones internacionales. En algunos países, y en determinadas circunstancias, la huelga de sexo ha funcionado. 

“No se lo des a un ruso” es el mensaje que lanzan las huelguistas del sexo en Ucrania. Aluden, como deja entrever la imagen de sus camisetas y sus carteles, a lo más reservado de su intimidad. Como prueba de ser una clara expresión de nacionalismo, acompaña a esa invitación una cita de un poema de Tarás Shevchenko (1814-1861), escritor, pintor y orgullo nacional ucranio: “enamórate, pero no de los rusos”.

No es la primera vez que algo así ocurre en Ucrania. Hace cuatro años, el grupo feminista Femen, de fama internacional por las calculadas y espectaculares apariciones de sus militantes en topless, firmó un llamamiento pidiendo a las mujeres y a las novias de los miembros del ejecutivo ucranio que no tuvieran relaciones sexuales para protestar frente a la actitud misógina de Mikola Azarov cuando todavía era primer ministro. No hizo falta esperar a que Azarov perdiera el cargo bajo los efectos de una huelga sexual de su mujer Lyudmila Azarova. Su dimisión llegó a finales del mes de enero, cuando su país dejó de ser políticamente estable debido a las revueltas de la plaza de Maidan. No obstante, una buena huelga de sexo puede tener éxito. Tanto, que es una medida tradicional en algunas partes del mundo.

Tradición africana

Según ha contado la ensayista nigeriana Ifi Amadiume, en ciertas zonas de su país, la imposición de falta de sexo a los hombres ha ayudado al desarrollo de la vida en sociedad. Para ella, en el seno de la etnia igbo lo que “los hombres más temían” ocurría cuando el consejo de mujeres decidía sobre huelgas. Si había motivo suficiente, esa organización podía ordenar hacer huelga a las mujeres, lo que implicaba “que éstas se negaran a realizar las tareas que se esperan de ellas”, incluyendo “servicios sexuales”, según Amadiume.

En varias ocasiones las africanas han sido noticia por emplear el sexo para lograr determinados objetivos. En Liberia, por ejemplo, la movilización de las Mujeres de Acción en Masa por la Paz en Liberia animó a miles de militantes a participar en los esfuerzos nacionales para poner fin a la guerra civil. Entre los métodos de resistencia pasiva que estas mujeres pusieron en práctica figuraba la huelga sexual. En 2011, una de las fundadoras de ese movimiento, Leymah Roberta Gbowee, recibió el Premio Nobel de la Paz.

Su ejemplo ha inspirado otras causas del continente, como la de la Organización de Desarrollo de las Mujeres de Kenia. En 2009, bajo amenaza de dejar sin sexo a los hombres, ayudaron a desbloquear la crisis que paralizaba el país por los desencuentros entre el entonces presidente, Mwai Kibaki, y el primer ministro, Raila Odinga. En aquella crisis, se llegó a ofrecer a las prostitutas una compensación por el tiempo que estuvieron sin trabajar.

Sin embargo, el arsenal sexual no garantiza la victoria. En Togo, el colectivo Salvemos Togo animó hace un par de años a las mujeres a negarse a ir a la cama con hombres durante una semana para hacer oír su mensaje crítico con el presidente Faure Gnassingbé, cuya familia lleva en el poder desde finales de los años 60. Pero esa movilización no pudo evitar que el partido de Gnassingbé saliera como el más votado en las últimas elecciones legislativas.

Reivindicaciones sociales y políticas

En Japón, una campaña de mujeres promovida a principios de año través de redes sociales quería evitar la elección de Yoichi Masuzoe como gobernador de Tokio. Se formó en Twitter un perfil de relativo éxito llamado 'asociación de mujeres que no tendrán sexo con cualquier hombre que vote a Masuzoe'. Pese a la amenaza, Masuzoe, el favorito del primer ministro nipón Shinzo Abe, ganó los comicios.

Más suerte tuvieron las mujeres que destacó hace tres años la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados por haber puesto paz alrededor del pueblo Dado, en Filipinas. Esta población, víctima de la guerra civil que enfrenta a guerrilleros y fuerzas gubernamentales desde los años 70 en la Isla de Mindanao, no podía usar su principal carretera, cortada por los combates. Pero tras ponerse en marcha la huelga de sexo, la intensidad del conflicto se redujo de manera que Dado pudo volver a tener tráfico en su mayor vía.

También por una cuestión de infraestructuras se gestó el Movimiento de Piernas Cruzadas en Colombia. Las militantes de esa organización originaria del pequeño pueblo de Barbacoas cobraron fama internacional por negarse a tener sexo con hombres durante 110 días, hasta que se arreglara la vieja carretera que une su población con el resto de la provincia de Nariño. Tras meses de dura abstinencia, llegaron a ver obras en Barbacoas, pero todavía el año pasado se las vio salir a la calle para manifestarse y reclamar que las autoridades cumplieran con sus promesas.

Más que una carretera, en Bélgica, la senadora socialista Marleen Temmerman, pidió por un gobierno estable en su país. Lo hizo hace dos años, en plena crisis política, proponiendo a las mujeres de los políticos belgas que dejaran de tener sexo con sus maridos hasta que se encontrara una salida al impasse que dejaron las elecciones de 2010. La propuesta no cuajó, pese a que Temmerman recordó la eficacia que esta estrategia tuvo en Kenia. “El impacto (de la huelga de sexo) no se ha probado científicamente, pero sólo después de una semana había un gobierno estable en Kenia” señaló en su momento la senadora.

Es en la literatura de la Grecia clásica donde la huelga sexual ha funcionado mejor. Lisístrata, la heroína de Aristófanes, llegó a convencer al resto de mujeres de Grecia para no tener sexo y forzar así que los hombres pusieran fin a la guerra entre Atenas y Esparta. Si, en política, la realidad supera la ficción, es probable que haya que combinar más de una estrategia para calmar las denostadas ansias imperiales de Vladimir Putin en el este de Europa. La vía de las sanciones económicas ya está abierta. La del sexo, de momento sólo la han tomado las mujeres de Ucrania. ¿Se atreverán estadounidenses y europeos a rechazar el intercambio de fluidos con todos los rusos?

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