Si pensamos en los años ochenta, vienen a la cabeza imágenes de Michael Jackson, Madonna, Prince, Queen y Bruce Springsteen. Ni siquiera llegando a diez o quince grupos mencionaríamos a Wham!, el dúo pop británico pimpante-pero-con-sustancia que incubó a un mayúsculo talento pop llamado George Michael. Un nuevo documental de Netflix, dirigido por Chris Smith, muestra el desprecio de la prensa musical (patética la breve aparición de John Peel), la condescendencia de los presentadores de televisión generalista y la fragilidad humana sobre la que se construyó un fenómeno musical que llegó al corazón de millones de adolescentes en todo el planeta. Al terminar la función, queda claro que Wham! son un grupo que debemos volver a disfrutar y colocar en el lugar de honor que merecen. Sencillamente porque su música lo merece.
Triunfaron en la época más competitiva del pop, midiéndose contra gigantes como U2, The Police y Freddie Mercury. Wham! fueron las primeras estrellas occidentales en dar un concierto en la China comunista, abriendo las puertas para que otros tuvieran un mercado verdaderamente global. Estuvieron a punto de tener cuatro números, unos en una sola temporada, algo que no se logró por un caso extremo de mala suerte: su deslumbrante himno navideño, “Last Christmas”, tuvo que competir contra un supergrupo de estrellas (entre las que figuraba el propio George Michael) que se unieron vía Bob Geldof para el exitazo “Do they know its Christmas?” En una de las mejores escenas del documental, Michael vuelve a casa con el ego hecho papilla por haberse quedado en el número dos, a pesar de que la competencia era totalmente deshonesta (y él un cómplice). No se enfrentaba a otra canción pop sino a las imágenes de niños desnutridos de Etiopía.
El metraje da una idea muy precisa del desdén que sufrió George Michael por hacer pop juvenil en vez de rock torturado. Llega un momento, en los premios Ivor Novello, que reconocen el talento compositivo, en que el mismísimo Elton John tiene que salir a defenderle de la tormenta de desprecio diciendo que había estado hablando con David Bowie y que ambos coincidían en que ya les hubiera gustado a ellos tener el talento desbordante de George Michael a sus veintipocos años. Cuando el líder de Wham! recoge su estatuilla, se viene totalmente abajo y se pone a llorar diciendo que aquel era el mejor momento de su vida. No le bastaba con los números uno, los millones en el banco y los estadios llenos de adolescentes gritando, necesitaba de manera imperativa que sus compañeros de profesión le dijesen que le querían. La había pasado factura la pregunta que se hicieron muchos británicos durante un par de años: "¿Cómo es posible que el país se haya enamorado de estos dos idiotas?"
Wham! contra el mundo
El documental apuesta por la máxima sencillez, rehuyendo el morbo y el conflicto innecesario. En una primera mirada, puede parecer un publirreportaje, pero no lo es en absoluto, ya que trata los conflictos más lacerantes del dúo. El primero, sin duda, es la incapacidad de George Michael para hacer pública su homosexualidad. “Durante demasiado tiempo me engañé diciéndome que era bisexual”, admite. El segundo problema gordo es la aceptación de Andrew Ridgeley, su compañero de grupo, de que su talento compositivo estaba muy por debajo del de Michael. Lo encaja de primeras con máxima elegancia, pero al final pasa factura la visión de los demás como “el chico con suerte” cuyo único mérito era haber crecido cerca de Michael. La trama demuestra que sin él, Wham! nunca hubieran existido y quizá Geroge Micahel hubiera terminado siendo abogado o contable. Se ganó cada libra que entró en el banco y cada fiesta en la que se le fue la cabeza.
Wham! comienzan su carrera con un rap chispeante, pero con contenido social, lleno de versos para mantener la autoestima de un Ridgeley que engrosaba el ejército de jóvenes desempleados del thatcherismo. La discográfica les pide que hagan canciones desafiantes, tipo 'dos chavales contra el mundo', pero ellos se sienten mucho más cómodos con los himnos fiesteros. En el fondo, cuando lo piensas, esta tendencia a la frivolidad hedonista tiene que ver con su origen de clase trabajadora: cuando has pasado estrecheces o visto a tus padres convertidos en esclavos del trabajo, no te seducen mucho la melancolía ni la denuncia, sino evitar ese destino a toda costa, así que beber, ligar y fardar parecen las actividades más interesantes, sobre todo cuando tienes entre 18 y 23 años.
Se supone que el pop tiene fecha de caducidad, pero el repertorio de Wham suena hoy tan fresco y contagioso como recién estrenado
El metraje gana mucho con la idea de articularlo a partir de los más de cincuenta cuadernos de recortes que la madre de George Michael guardaba con artículos, fotos y entradas. Aparece incluso el billete de Iberia que llevo al grupo a Ibiza, donde graban el vídeo de su éxito “Club Tropicana” y el cantante descubre su homosexualidad, rechazando las proposiciones de un amante masculino (en realidad, confiesa, quería aceptarlas). Lo que resulta increíble del documental es lo bien que capta el amateurismo de un grupo que llegó a llenar estadios en Estados Unidos: Wham! contrataban a amigas como bailarinas, apenas tenían tres conjuntos de ropa que ponerse (se los intercambiaban) y les rodeaba cierto halo de proyecto casero que siempre fue parte de su encanto. Hoy grupos con un ejército de asesores y estilistas no logran parecen ni la mitad de atractivos. Eso no significa que fueron ingenuos: un joven George Michael viaja a los legendarios estudios Muscle Shoals (casa de Ray Charles y Aretha Franklin) para grabar “Careless whispers” y la vuelta decide regrabarla él solo porque no le ha gustado el resultado. Se supone que el pop tiene fecha de caducidad, pero el repertorio de Wham suena hoy tan fresco y contagioso como recién estrenado.
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