Maestro del humor inglés, nació en Guildford en el año 1881 y murió, como quien dice, antes de ayer, en Southampton (New York), en 1975. Descendiente de la baja nobleza británica, supo plasmar en sus historias las vicisitudes de una serie de personajes que ya son célebres en la literatura de humor universal e incluso, algunos pasaron al estrellato hollywoodiense en películas y musicales, puesto que Wodehouse colaboró con autores del género como Cole Porter o George Gershwin, siendo considerado como uno de los grandes del humor inglés junto con Jerome K. Jerome y el recientemente fallecido Tom Sharpe.
Creo que uno de los primeros libros “de mayores” que cayó en mis manos (sustraído ladina y noctámbulamente de la biblioteca paterna) fue, precisamente, uno de Sir Pelham Grenville, de una colección de bolsillo, hoy desgraciadamente desaparecida: Libros de humor El Gorrión, editada por G.P. de Barcelona. En concreto se trataba de Amor y Gallinas con el inefable y desternillante Ukridge haciendo de las suyas. A partir de ahí comenzó un andar por las librerías de viejo porque, créanselo, del bueno de Wodehouse, por aquellos entonces, había muy poco editado “de nuevo”. La madrileña Cuesta de Moyano fue testigo de mis andanzas y de las de un buen amigo que, como yo, se había enganchado de Sir Pelham, estableciéndose una dura, pero sana, competición por ver cuál de los dos conseguía más ejemplares del hilarante inglés.
Por eso creo que es de justicia que la Editorial Anagrama haya reeditado, si bien, a mi modesto entender, en un no demasiado afortunado formato, a través de un ómnibus, las aventuras del, quizás, más carismático y característico personaje del universo wodehousiano: Jeeves el mayordomo, o como su padre literario le llama, en uno de sus relatos, El inimitable Jeeves. Las aventuras de este clarividente y postinero criado y de su descerebrado señor, Bertie Wooster, son, a criterio del que esto escribe, el no va más de la literatura de Wodehouse y, por ende, de la de humor.
Impecable narrativa
En ellas el autor hace gala, además de una impecable narrativa (martirio de sus traductores, dicen) y de una mente casi maquiavélica de autor de novelas policíacas, por las complicaciones que a veces lleva a la trama, de un extenso conocimiento de las complicadas leyes inglesas (al menos las de entonces) sobre la sucesión de títulos, herencias, fideicomisos, vinculación de bienes. Recuerden aquella película inolvidable, Página en Blanco, de Stanley Donen, interpretada por Gary Grant, Robert Mitchum, Jean Simmons y Deborah Kerr, en la que un aristocrático matrimonio británico, dueño de una gran mansión, se ve obligado a abrirla a visitas turísticas de pago para poder atender sus gastos.
Pido perdón a mi compañero de sección y sin embargo amigo, Rafa Fernández, por mi incursión en su ámbito cinematográfico que, como ha quedado acreditado, era requerido por el guión. Jeeves, el mayordomo, es la inteligencia aguda y despejada, su señor y los amigos del señor, segundones de buenas familias, los de parco intelecto. Sobre esa base, el autor crea una serie de situaciones complejas, siempre solventadas por el criado, que llevan al lector, no ya a la tranquila sonrisa (la risa del inteligente, decía Bernard Shaw), sino a la mas franca de las carcajadas. Y todo ello con una elegancia absolutamente deliciosa. Gracias, Jeeves, El código de los Wooster, El inimitable Jeeves, De acuerdo, Jeeves, Júbilo matinal y Adelante, Jeeves son relatos que no deben faltar en nuestro rincón favorito en el que pasamos nuestros ratos de sosegada lectura.
No fue, sin embargo, el brillante mayordomo (llevado al cine y a la televisión e interpretado por actores como Arthur Treacher, Dennis Price o Stephen Fry) el primero de los personajes seriados de Wodehouse. El primero fue PSmith, petimetre entrometido en toda suerte de vicisitudes: Psmith en la ciudad, Psmith periodista o Dejádselo a Psmith son buenos ejemplos de ello. También esta la serie del bueno y cachazudo Mr. Mulliner que en el inigualable ambiente del inevitable club exclusivamente masculino, cuenta sus historias llenas de humor y sabiduría socarrona.
Dicen que no pasó ni un día en la vida de Wodehouse que no escribiera algo, por lo que su obra, incluidos libretos y guiones, es muy extensa y en este corto espacio imposible de condensar. No crean que estamos hablando de un escritor anacrónico. Existen hoy en día Clubs de Wodehouse y hasta una página web oficial… Es pues, imprescindible para todo momento, bien cerca de una chimenea en las frías noches de invierno (vale un radiador o estufa en un agradable rincón) o, ahora que llega el verano, para ayudar a refrescarnos en nuestras cálidas vacaciones. Así que, como dijo el inmortal Shakespeare (entre ingleses anda el juego) y el mismo Wodehouse repite: “nos vemos en Filipos”.
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