Fue a buscar el alma del escritor. Y la consiguió. Al menos eso ha afirmado Javier Reverte sobre El hombre de las dos patrias, un libro que recorre la literatura de Albert Camus (Argelia, 1913 - Francia, 1960) a través de una ruta por los lugares en los que vivió el autor de El extranjero, alguien que imprimió en las páginas de su obra aquello que el tiempo incrustó en su espíritu: no ser ni francés ni argelino, ni católico ni musulmán, ni marxista ni conservador. Ese es el espíritu que recoge el periodista y escritor Javier Reverte al visitar y narrar la atmósfera de los lugares en los que vivió Camus en Argel, concretamente Orán y Argel, donde se sitúan las tres grandes obras que vertebran la obra del novelista: El extranjero, La peste y El primer hombre. A partir de ahí, el periodista intentará reconstruirlo y entender su naturaleza.
Algo en Camus se parece a Javier Reverte, acaso porque reúne las tres cosas que le quitan el sueño: los viajes, la literatura y los temperamentos fuertes
Nacido en el seno de una modesta familia de emigrantes franceses, la infancia y gran parte de la juventud de Albert Camus transcurrieron en Argelia. Inteligente y disciplinado, Camus empezó sus estudios de filosofía en la Universidad de Argel. Comenzó a ser conocido como escritor en 1942, cuando se publicó su novela corta El extranjero, ambientada en Argelia, y el ensayo El mito de Sísifo, obras que se complementan y que reflejan la resonancia que sobre él tuvo el existencialismo. En ese sentido, algo en el personaje se parece –y mucho a Javier Reverte-, acaso porque reúne las tres cosas que le quitan el sueño: los viajes, la literatura y los temperamentos fuertes. Camus reunía esas tres cosas. Reverte también.
El carácter de Albert Camus no solo era el de alguien que toma posición, sino el de alguien que lo hace en zonas complejas. De ahí que su figura resulte tan incómoda para los franceses, aun 50 años después de su muerte. La naturaleza de Camus como un pied noir (residentes en el país norteafricano de origen francés, que llegaron a alcanzar el millón) y su posición en un comienzo favorable cuando los argelinos se alzaron en lucha por su independencia, así como su postura intermedia entre la comunidad gala asentada allí y los rebeldes, son algunas de las claves que forman parte de este recorrido biográfico a la vez que geográfico. Un hombre explicado en su propia escisión, algo que hizo que muchos lo acusaran de ambiguo y polémico en el contexto francés.
Reverte se propone trabajar esa naturaleza humana través de la atmósfera donde creció: la brisa salada de las playas en las que se le cuarteó el alma, el sol de infancia y pobreza, los años de fútbol polvoriento –aquello que Camus realmente quería ser, futbolista-… Ese origen forma parte del sentimiento con que escribe Albert Camus y el que Javier Reverte intenta utilizar como punto de partida. Para extraerlo del paisaje, como quien arranca gotas a un limón, Reverte visitó escenarios domésticos y, entre otros, el escenario donde sucede la tragedia que se narra en El extranjero.
Ese origen forma parte del sentimiento con que escribe Albert Camus y el que Javier Reverte intenta utilizar como punto de partida
Albert Camus se opuso al cristianismo, al marxismo y al existencialismo. Se opuso, quizás, a cualquier recipiente de la contundencia. En El hombre rebelde dejó muy clara la desconfianza y reticencia que para él suponía toda ideología, así como los matices sobre lo que rebelión -en términos hegelianos- y revolución significaban. Dios, moral y principios fueron cuestionados, probablemente, desde la sustancia individual, el más firme pegamento que une la obra con la actitud pública de Camus. “¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no. Pero negar no es renunciar: es también un hombre que dice sí desde su primer movimiento. (...) El rebelde (es decir, el que se vuelve o revuelve contra algo) da media vuelta. Marchaba bajo el látigo del amo y he aquí que hace frente. Opone lo que es preferible a lo que no lo es”, escribe Camus en las primeras páginas de esta obra publicada en 1951 y que le valió la crítica y acusaciones de sus contemporáneos.
Sin embargo, la frontera que interesa a Javier Reverte no es manifiestamente ideológica, sino esa que surge de la tierra: el lugar nunca del todo apropiado. Quien lee este libro puede percibir que si algo apasionó a Reverte fue el compromiso ético de un hombre que ni fue de un lugar ni de otro, sino de aquellos en los que creía. Francés y argelino, hijo de madre española analfabeta, Camus se sintió menospreciado en su patria natal; y algo de eso se respira en los lugares que recompone Reverte. Un francés en origen criado en un país que le resulta extraño y vive separado de la comunidad argelina. Es un extranjero y así lo consideran todavía. Para comprenderlo hay que comprender esos dos mundos. Los que se reparte a ambos lados de un mismo ciudadano. Y eso es lo que ha procurado en El hombre de las dos patrias.
En 1957, luego de recoger el premio Nobel, en 1957, en la conferencia de prensa, un joven periodista le preguntó sobre su posición ante Argelia y el conflicto de la independencia. “Entre la justicia y mi madre, elijo a mi madre”, dijo. Cuando Argelia alcanzó la independencia, en 1962, dos años después de la muerte de Camus, los franceses radicados allí se desplazaron de vuelta a la metrópoli. Buena parte de esa comunidad se instaló en la región en la que se encuentra Aix en Provence (se calcula que de sus 140.000 habitantes unos 40.000 son pieds noirs). Algo de la Francia actual hormiguea en aquella. El tránsito de quienes están en la periferia del centro. También allí, en Aix de Provence, vivió Camus con su familia, en la casa de campo que tenía en Lourmarin. Esos pieds noirs aún recuerdan el papel de Camus en la guerra colonial, lo que no les hizo muy proclives a la idea de reivindicarle en su tierra. Es justo ahí en ese territorio complejo donde va a meterse Javier Reverte.
"Albert Camus fue uno de los escritores del siglo XX que más me emocionaron y yo creo que le debía un pequeño homenaje", dice Reverte
Es la primera vez que Javier Reverte dedica un libro a un solo autor. “Albert Camus fue uno de los escritores del siglo XX que más me emocionaron y yo creo que le debía un pequeño homenaje. Así que un día de invierno, cuando iban a cumplirse los cien años de su nacimiento, decidí buscar sus huellas en Orán y Argel, las ciudades donde situó las tres grandes obras de las que, fundamentalmente, habla este libro: El extranjero, La peste y El primer hombre. Camus era un francés, con unas gotas de sangre española, nacido en territorio argelino, un pied-noir. De modo que este es un trabajo sobre un hombre que nació entre dos patrias, que alentó dos almas, que vivió, pensó y escribió contracorriente”, escribe.
La vida para Javier Reverte forma parte a esa concepción sinfónica, entre Dumas y Conrad, entre Hemingway y Dos Passos. Ha pisado los cinco continentes y navegado todos los océanos y la mayor parte de los grandes ríos de la tierra buscando una historia, un territorio, un libro por escribir. Y de todo ello ha dado fe en libros como la Trilogía de África, En Mares Salvajes, Corazón de Ulises, El Río de la Luz, Canta Irlanda o Un Verano Chino, que le convierten en el autor de referencia de la literatura viajera en español. Es autor, además, de novelas como El Médico de Ífni, La Noche Detenida, Todos los Sueños del Mundo y El Tiempo de los Héroes. Ha publicado también dos poemarios: Trazas de Polizón y Poemas africanos. ¿En su obra qué supone este libro? Pues justamente eso: un espécimen mestizo, bellamente mestizo: entre el viaje y la biografía, el reportaje y la novela, el periodismo y la literatura. Lo que queda de una huella detrás de la que alguien ha ido a buscar el espíritu de otro.
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