- ¡Hola! Soy Matteo.
- ¿Qué Matteo?
- Matteo Renzi.
- Vaffanculo... (sic)
Después de esta llamada telefónica, el cómico Luca Pasquale Medici (Bari, 1977), conocido artísticamente con el nombre de Checco Zalone, se ha convertido en el primer cómico italiano capaz de mandar así de "lejos" a su entonces Primer Ministro. O, al menos, es el único que se atreve a contarlo públicamente. El motivo de tal descaro, eso sí, es que ni el propio Zalone se creía que el actual candidato a secretario general del Partido Demócrata no solo había visto su película Quo vado?, sino que, además, quería felicitarle por ella. Políticos, críticos de cine, sociólogos y directores de toda Italia tratan de interpretar el éxito un filme que, con casi 10 millones de espectadores y una recaudación de más de 66 millones de euros, se ha convertido en el más taquillero de la historia cinematográfica del país, relegando a Avatar a un segundo puesto.
La cinta, que ha aterrizado este viernes en las salas de cine españolas rebautizada con el título Un italiano en Noruega, es la cuarta entrega del tándem formado por Gennaro Nunziante, como director y guionista, y Checco Zalone, como actor y también guionista, desde Cado dalle nubi (2009) y se suma a la lista de películas basadas en estereotipos mediterráneos que en los últimos años provocan las carcajadas de los europeos, como la francesa Bienvenidos al Norte, la española Ocho apellidos vascos o la alemana Bienvenidos a Grecia. Pero, ¿de qué se ríen los italianos? De un funcionario cuarentón que responde al mismo seudónimo que el actor, Checco Zalone. Vive en el sur de Italia, en casa de sus padres, y es feliz aferrado a un puesto de trabajo con la única función de sellar licencias de caza y pesca, pero que le genera múltiples regalos de los empresarios y agricultores de la provincia.
El puesto fijo
Su zona de confort -un despacho rancio al que llega en cinco segundos en bicicleta- se tambalea cuando el Estado decide reducir el número de empleados públicos para aplicar recortes y el funcionario se ve forzado a elegir entre el despido indemnizado o un traslado, una disyuntiva complicada para quien considera que "un puesto fijo es sagrado". Bajo este ideal, el protagonista aceptará desplazarse a cualquier rincón del mundo por inhóspito que sea. El valle de Susa, al oeste del Piemonte, o Lampedusa son algunas de las zonas remotas elegidas por la Administración para provocar su renuncia, pero la resistencia de Zalone les "obliga" a mandarle a Noruega, un país cuyas normas de convivencia son la antístesis de las que ha conocido hasta ahora.
"Recurrir a los tópicos es rentable, a veces son verdad. Pero el éxito depende de si los explotas con inteligencia y haces que la gente se ría", reconoce el cómico y protagonista a Vozpópuli. "Conozco a muchos italianos que reniegan de su patria, sobrevaloramos todo lo que es extranjero y son capaces de vivir comiendo esa mierda (sic) de salmón", bromea. A él le gustaría que los países del norte de Europa fuesen también así con respecto al sur. "Vivir seis meses en la más absolutamente oscuridad es terrible, pero también lo es estar todo el día con luz. Estuve una semana en el Polo Norte rodando con sol todo el día y, aunque había cortinas para sentir que estabas a oscuras, sabías que no era así [...] Somos dos culturas totalmente distintas, incluso en los rasgos. Es más rápido decir en qué nos parecemos que en qué nos diferenciamos", opina.
La llamada de Renzi
Durante el rodaje, estas diferencias se hicieron patentes. El artista de Bari se queja de que para grabar cada escena "teníamos que pedir todo tipo de permisos, fijar horas exactas, pagar absolutamente todo". "Los precios son altísimos, ¡un obrero noruego gana más que un profesor universitario en Italia!", compara. Con tanto impedimento, el equipo tuvo que recurrir a la ayuda del Centro Nacional de Investigación italiano (Consiglio Nazionale delle Ricerche), que cuenta con una base en el Ártico. "Después de la película, el turismo italiano en Noruega se ha incrementado más de un 40%, pero todavía estoy esperando a que me llame el rey para agradecérmelo", bromea.
Quien sí le llamó fue Renzi y otros tantos políticos que, según el "Dani Rovira" italiano, trataban de "colgarse una medalla". "Renzi me dijo que le había gustado mucho la película y que él sí que iba a aplicar las reformas prometidas, que si quería apostar algo, pero no me ha vuelto a decir nada", comenta entre risas. De hecho, el estreno en el país vecino se produjo justo cuando el entonces primer ministro trataba de fulminar el clientelismo y el inmovilismo del que se tachaba a su administración. En el momento oportuno.
No obstante, Zalone aclara que no hace filmes de denuncia, sino para hacer reír a la gente. "Reírse de sí mismos es posiblemente la única virtud de los italianos. También de la corrupción", comenta. Y critica un fenómeno actual por el que, según su criterio, está atravesando su país. "La tomadura de pelo es para las personas que ven corrupción en todo. En Italia, el populismo y las redes sociales han llevado a señalar a todo el resto como corruptos. Hay que diferenciar entre corrupción a educación", considera.
Redes sociales
¿Un ejemplo? El escándalo que salpicó al alcalde de Bari y presidente de la región Apulia, Michele Emiliano, en 2012. "Un empresario le regaló una caja de mejillones por valor de 20 euros y fue perseguido y envuelto en un escandalazo. Los políticos han robado mucho más antes, pero no se hablaba de ello y, ahora, con el boom de las redes sociales, todo se convierte en corrupción en segundos", dice. En la política italiana, reconoce, hay un conflicto increíble. "Todo se magnifica, especialmente ahora que están creciendo el populismo y los nacionalismos. El extranjero es condenado por todo, ¡como si tuviese la culpa todos los problemas de Italia!", apunta.
Aunque Un italiano en Noruega ha tenido un gran éxito en taquilla, la crítica no ha sido tan uniforme. "O me ignoran o me adoran o me destrozan", reconoce. "Sinceramente, esta película se ha manifestado, más que un fenómeno cinematográfico, como un fenómeno sociológico", señala. Para Zalone, España reúne varios aspectos que podrían ser objeto de una quinta sátira junto a Gennaro Nunziante. "El turismo sanitario es un gran tema. Vienen a rehacerse los pechos y luego a encontrarse a sí mismos en el Camino de Santiago, pasando por la prostitución en Ibiza... Es un sitio donde se encuentran muchas cosas", describe entre risas. Y añade que tiene "entendido" que en España quieren hacer un remake de su cinta, pero que "no quieren pagar". "Les recuerdo que los italianos somos nosotros...", advierte.
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