Tener un dedo de más se ha considerado tradicionalmente como una aberración no deseada y algo que dificulta la vida de su poseedor. Ahora, el equipo de Etienne Burdet, bioingeniero en el Imperial College de Londres, ha estudiado dos casos particulares de polidactilia, los de una mujer de 52 años y su hijo de 17 años, ambos con un dedo supernumerario en cada mano, y ha obtenido información precisa sobre cómo manipulan objetos y qué vías neuronales se activan en su sistema nervioso.
En un trabajo publicado en la revista Nature Communications, detalla cómo estas dos personas utilizan el dedo extra para manejar objetos con gran destreza y en posiciones que el resto de las personas encontraríamos imposibles. En los escáneres de resonancia magnética funcional se observa también que estos movimientos refinados del dedo extra son controlados por zonas muy concretas de la corteza somatosensorial y no son simplemente controlados por los músculos que mueven otros dedos, como se creía hasta ahora. Esto les permite mover los dedos extra de manera independiente al resto.
“Nuestros sujetos pueden usar sus dedos extra de forma independiente, de forma parecida a un pulgar adicional, ya sea solo o junto con los otros cinco dedos, lo que hace la manipulación extremadamente versátil y hábil”, explica el profesor Carsten Mehring, coautor del estudio. “En nuestros experimentos, por ejemplo, pueden llevar a cabo con una sola mano tareas para las que los demás requerimos normalmente dos manos”.
"Pueden llevar a cabo con una sola mano tareas para las que los demás requerimos normalmente dos manos”
Durante las pruebas, Burden y su equipo observaron que la presencia de un dedo extra llevaba a los dos sujetos a realizar curiosas adaptaciones en el uso. Con los cubiertos para comer, por ejemplo, “cambiaban constantemente la posición de los utensilios y los usaban de una forma diferente”, recuerda el autor principal. Después de pasar un tiempo con los dos participantes, asegura, “me fui sintiendo poco a poco impedido con mis manos de cinco dedos”. “A pesar de que el dedo extra incrementa el número de grados de libertad que el cerebro debe controlar, no encontramos desventajas respecto a las personas con cinco dedos”, insiste. “En resumen, es asombroso que el cerebro tenga suficiente capacidad para hacerlo sin sacrificar nada más. Eso es exactamente lo que hacen nuestros sujetos”.
“Es asombroso que el cerebro tenga suficiente capacidad para hacerlo sin sacrificar nada”
Aunque el resultado no se puede extrapolar a todos los casos con dedos extras (en algunas personas no resultan funcionales), muestra que la plasticidad cerebral juega un papel clave en la adaptación a este miembro extra y puede ayudar al desarrollo de prótesis robóticas en el futuro. Los autores creen que incorporar un apéndice artificial a una persona aumentará la carga neuronal en su cerebro y que el desafío sería mayor que en las personas que ya han nacido con ello, pero es una vía que ya se ha empezado a explorar. En el Plasticity Lab de Reino Unido, un equipo trabaja desde hace unos años en un proyecto llamado “Third Thumb” (Tercer Pulgar) creado por la investigadora Dani Clode. Se trata de un dedo prostético impreso en 3D que se controla con los dedos de los pies y pretende contribuir a mejorar el diseño de este tipo de prótesis y comprender mejor las implicaciones que tiene para nuestra manera de manejarnos.
“Las personas con polidactilia nos ofrecen una oportunidad única para analizar el control neuronal de los miembros extra y las posibilidades de las habilidades sensomotoras”, concluyen los autores. En el futuro, podría utilizarse este conocimiento no solo para ayudar a personas que necesitan una prótesis porque han perdido un brazo o una pierna, sino para mejorar las capacidades del ser humano para realizar determinadas tareas. En unos años, tal vez, un tercer brazo podría ser útil para un bombero que tuviera que rescatar a personas y portar equipo o para un cirujano que tiene que realizar una operación sin ayuda.
Referencia: Augmented manipulation ability in humans with six-fingered hands (Nature Communications) doi:10.1038/s41467-019-10306-w