Las ciudad de París se convirtió en un correcalles aquella noche. A la zaga, un grupo de paparazzis sobre varias motos tras el coche de Diana de Gales. En cabeza, Lady Di, que había decidido una año antes acabar con el matrimonio -la relación ya no existía desde hacía tiempo- que la ataba al Príncipe Carlos de Gales. Renunció a ser princesa, pero el pueblo la seguía viendo como tal.
Diana vivía la vida, y parte de la noche, con Dodi Al-Fayed, hijo del fundador de los centros comerciales Harrods, quien a su lado, sin cinturón de seguridad, como ella y el chófer, volaban por las calles de la ciudad de la luz. El conductor iba con dos copas de más -dio positivo por alcoholemia-.
Un túnel a 180 kilómetros por hora. Una columna. Un accidente. Dos muertes, la de Dodi y el conductor. Dos agonías, la de Lady Di y el guardaespaldas, el único con el cinturón de seguridad puesto.
Llegaron los fotógrafos. Algunos comenzaron a disparar sus objetivos. Uno de ellos explicó tiempo después que la princesa estaba recostada en su asiento. Trató de tirar de ella hacia fuera pero sus pies estaban apresados entre un montón de chatarra. Le pidió que no se durmiera, que la ayuda estaba en camino. También la auxilió el doctor Maillez, quien se topó por casualidad con el accidente, según el documental 'Diana: Un Testigo en el túnel'. Maillez no observó ninguna herida superficial pero sí que la princesa estaba en estado de shock. Sólo parpadeaba.
La policía francesa llegó poco después, tras los paparazzis, a quienes arrestó. Siete fotógrafos durmieron esa noche en el calabozo.
Ya en el hospital los médicos trataron de salvar la vida a la princesa del pueblo pero, durante el impacto, el mismo corazón que cautivo a millones de británicos se había desplazado peligrosamente hacia la derecha de su pecho. A las cuatro de la mañana dejó de latir.
Sólo Trevor Rees, el guardaespaldas sobrevivió al accidente.
Se habló de conspiraciones. Se especuló acerca de la culpa que los paparazzis tuvieron en el devenir de los acontecimientos, del estado de embriaguez del conductor. De la planificación de la muerte de Lady Di por parte de los servicios secretos británicos en colaboración con la corona británica. Del supuesto hijo de Dodi Al Fayet que la princesa del pueblo llevaba en su vientre. Especulaciones.
Los paparazzis terminaron pagando un euro por violar la intimidad de Lady Di
Lo cierto es que pasados los años, en 2006, un tribunal francés condenó a Jacques Langevin, Christian Martinez y Eric Chassery, tres de los fotógrafos que tomaron imágenes de la Princesa Diana y Al Fayed durante su agonía, a pagar un euro -entre los tres- por violar las leyes de privacidad del país.
El receptor del euro sería el multimillonario Mohamed Al Fayed, padre del novio de Diana. Suena a broma, pero así fue.
Legislación y paparazzis
Sin entrar a valorar quién es el culpable de la muerte de Lady Di, lo cierto es que su fallecimiento, al igual que su vida desde su boda con Carlos de Inglaterra el 29 de julio de 1981, estuvo rodeada siempre de cámaras, hecho que hizo que Diana de Gales fuera inmortalizada en diversos momentos, desde su juventud hasta su muerte el 31 de agosto de 1997.
En Europa hacía prácticamente dos años (24 de octubre de 1995) que se presentó una norma relativa a la protección de las personas físicas en lo que respecta al tratamiento de datos personales y a la libre circulación de estos datos. La directiva está hoy aún en vigor. ¿Qué hubiera pasado si la muerte de Lady Di se hubiera producido en España hoy en día?
"Actualmente tenemos una ley que protege el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen. La ley dice que el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen es irrenunciable, inalienable e imprescriptible, es decir, es un derecho fundamental de todos. Al igual que el resto Lady Di era titular de estos derechos, si bien hay tomar con precaución esto último, pues Lady Di no era considerada como el resto, era un personaje público.", asegura Tamara Morales, directora de Prodat (Protección de Datos) en Castilla y León y del despacho NTAbogados.
La legislación ampara el derecho a la protección de datos y del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar de las personas física, considerándolo ilegitimo sin el consentimiento del afectado. La salvedad que existe respecto a los personajes públicos se encuentra limitada atendiendo a la esfera en el que las imágenes son captadas sin el consentimiento, es decir, a un acto público o a lugares abiertos al público, o por el contrario un ámbito de privacidad absoluto"
Así que como personaje público, su vida fue contada con todo lujo de detalles. A este respecto la ley dice que la captación, reproducción o publicación por fotografía de la imagen de una persona en lugares o momentos de su vida privada o fuera de ellos tendrá la consideración de intromisión ilegítima, marca la salvedad, y es la que debe ser ponderada, respecto de cuando su captación, reproducción o publicación por cualquier medio se trate de personas que ejerzan un cargo público o una profesión de notoriedad o proyección pública y la imagen se capte durante un acto público o en lugares abiertos al público.
¿Era Lady Di una personaje con proyección pública? Sí, en eso no hay duda. ¿Era el interior del coche un acto público o un lugar abierto al público o pertenece a la esfera de una privacidad legítimo? Sin duda era un entorno privado. Pero pisamos arenas movedizas. Al final todo se circunscribe a la aplicación de la ley que haga el juez para cada caso en concreto.
"Nuestro Tribunal Supremo ha indicado en diferentes sentencias que la invasión de la privacidad mediante la obtención de fotografías sin consentimiento constituye una intromisión ilegítima de ese derecho fundamental a la intimidad personal, con independencia de su popularidad. Y ni el derecho a libertad de información podría primar en estos casos. La libertad de información tiene su base en un periodismo de calidad. Pero además de todo lo dicho sobre el derecho a la protección de datos, del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar, incluso respecto de un personaje público, en el caso objeto de análisis tiene un “agravante“ y es que la captación de imágenes se produjeron no sólo durante el trayecto y en el interior del coche sino también tras el fatal accidente", explica Morales.
¿Era Lady Di una personaje con proyección pública? Sí, en eso no hay duda. ¿Era el interior del coche un acto público o un lugar abierto al público o pertenece a la esfera de una privacidad legítimo? Sin duda era un entorno privado. Pero pisamos arenas movedizas. Al final todo se circunscribe a la aplicación de la ley que haga el juez para cada caso en concreto.
Nuestro código penal castiga pena de multa de tres a doce meses el que no socorriere a una persona que se halle desamparada y en peligro manifiesto y grave, cuando pudiere hacerlo sin riesgo propio ni de terceros o impedido de prestar socorro, no demande con urgencia auxilio ajeno. La situación se agrava y la pena se endurece de seis meses a cuatro años de prisión si la víctima lo fuere por accidente ocasionado fortuitamente por el mismo que omitió el auxilio.
"La legislación ampara el derecho a la protección de datos y del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar de las personas física, considerándolo ilegitimo sin el consentimiento del afectado. La salvedad que existe respecto a los personajes públicos se encuentra limitada atendiendo a la esfera en el que las imágenes son captadas sin el consentimiento, es decir, a un acto público o a lugares abiertos al público, o por el contrario un ámbito de privacidad absoluto, y añadiendo el agravante de la omisión de socorro recogido en nuestro Código Penal" concluye Tamara.
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