Cuando Robe llega a la ciudad, la ciudad es suya. Un notable atasco en la carretera de entrada a Rivas-Vaciamadrid (Madrid) ponía en duda que las más de 30.000 personas que acudieron a la cita del sábado en el auditorio Miguel Ríos hubieran hecho caso al mensaje que lanzó el cantante de Plasencia en sus redes sociales, en el que aconsejaba acudir pronto al recinto para evitar aglomeraciones.
Es normal, el ambiente en las calles donde la cerveza ya corría antes de comenzar el concierto y las camisetas de Extremoduro señalaban a quienes peregrinaban con ilusión era más de emoción que de planificación.
No es para menos, cuando el exlíder de Extremoduro se lanza a la carretera, vende todos los tickets y promete horas de rock sin tapujos e himnos intergeneracionales. Ese es su secreto: la honestidad. La gente acude a Robe como su poeta de cabecera porque es garantía de éxito y transparencia. Lo que ves es lo que hay, y es lo mejor que puede haber.
Un artista con más de treinta años de carrera ha conseguido, sin utilizar el repertorio de Extremoduro como reclamo -más bien como herramienta- sonar fresco y relevante con cuatro álbumes en solitario a sus espaldas que se alejan del sonido que ya todos reconocen.
En ese momento de gloria y euforia nadie recuerda en qué día está ni qué hora es, pues ese instante es para cada cual uno diferente
Los fans no van solo a los conciertos de Robe, que ha conseguido formar una de las mejores bandas de rock del panorama nacional, a probar suerte y escuchar 'La vereda de la puerta de atrás', 'Jesucristo García' o 'So Payaso', sino a experimentar una comunión entre poesía y rock, entre corazón y fuerza que no se encuentra fácilmente. Además, el show de luces llevaba el espectáculo visual a otro nivel, fundiéndose perfectamente con las canciones y la energía de los músicos.
Tres horas de concierto son más de lo que Robe y su banda necesitan para demostrar que están en forma y su último álbum, 'Se nos lleva el aire', disco de oro, es uno de los mejores de toda su carrera.
Con canciones como 'El hombre pájaro', 'Adiós, cielo azul, llegó la tormenta' o 'El poder del arte' consiguió hacer una primera parte llena de energía y delicadeza al combinarlas con 'Destrozares' o 'La canción más triste' -de su segundo disco en solitario-. "He llorado tanto, he llorado tan adentro, he llorado tanto, tanto, que he apagado hasta el infierno', cantó desde las entrañas, con una voz profunda y rota, pero que ha superado años de conciertos y excesos. Como sus canciones más míticas, ya algo gastadas pero inmortales y hechas de verdad.
A ellas se suman el 'Cuarto movimiento: La realidad' de 'La Ley Innata' (2008) que levanta a toda la grada del auditorio para cantar en coro: "Buscando mi destino, viviendo en diferido sin ser, ni oír, ni dar". En esa primera parte, los himnos 'Standby' y 'Si te vas' unieron a amigos, parejas y hasta padres, madres, hijos e hijas en una experiencia que no olvidarán fácilmente, ni siquiera por culpa de las cervezas que rodaban entre el público y sobre sus cabezas en una pista entregada a la banda.
Robe sigue con su homilía en la carretera y tú todavía puedes vivirlo por primera vez
En ese momento, Robe anuncia un parón -tradición en sus conciertos- para "mear, beber o hacer lo que queráis, que estamos en un país libre". "Eso sí, que no os vean", apostilla en sus habituales pequeños sermones que también pronuncia entre canciones, a modo de reflexión introductoria.
En la segunda parte, 'Los Robe' ofrecieron una clase magistral de rock aliñado con saxofón, piano y violín, esa mezcla perfecta entre lo sobrio del rock duro y lo elegante de los vientos y las cuerdas que la banda ha conseguido perfeccionar, sonando como una máquina perfectamente engrasada que deja huecos para que se cuele la verdad.
A partir de ese momento, que rozaba las 12 de la noche, el auditorio se entregó con todo a los nuevos temas como 'Haz que tiemble el suelo' o 'Viajando por el interior', a un fragmento de 'Mayeútica' (la segunda parte de 'La Ley Innata'), o canciones de Extremoduro que solo los mejores fans disfrutan sin complejos como 'Cabezabajo' o 'Poema sobrecogido' y que sacan al Robe más desenfrenado y rudo con líneas como: "Probaré la droga, una de cada, y volver fiel a repetir pa' encontrar la que más me degrada y abrazarme a ella hasta morir".
Es la magia de la música y de la nostalgia, que son tan poderosas que desdibujan el presente y proyectan el pasado sin defectos, solo instantes de luz y felicidad
Este ejercicio de revisita a los temas más recónditos de Extremoduro reconcilian a Robe con su pasado ("Me he quedado atrapado en el puto pasado y no puedo salir", admite en uno de sus nuevos temas) y le dan energía para, después, cerrar el concierto con 'Salir' y 'Ama, ama, ama y ensancha el alma', habiendo convertido esta última en la coda perfecta de sus conciertos.
En ese momento de gloria y euforia nadie recuerda en qué día está ni qué hora es, pues ese instante es para cada cual uno diferente: el momento en el que escuchó por primera vez su ahora canción favorita de Extremoduro, con sus colegas en las fiestas del pueblo o con su padre, de pequeño, en el coche; o cuando con su pareja o sus amigos vieron por primera vez al Robe desgañitarse cantando "salir, beber, el rollo de siempre". "Hay una foto en la pared, por aquí no pasa el tiempo, estamos tú y yo viendo una puesta de sol, como en otra realidad", canta en uno de sus nuevos temas.
Es la magia de la música y de la nostalgia, que son tan poderosas que desdibujan el presente y proyectan el pasado sin defectos, solo instantes de luz y felicidad. Ama, y ensancha el alma, es el poder del arte. Robe sigue con su homilía en la carretera y tú todavía puedes vivirlo por primera vez.
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