Hasta Tezanos tira la toalla. Se rinde y, por primera vez en sus encuestas militantes, no gana el PSOE. En esta ocasión se limita a una llamada desesperada a los abstencionistas: “Si votamos, ganamos”. Tambores de tribu; pero, son ciudadanos, señor sociólogo. Sigue la lógica del autoengaño sanchista. Los andaluces se han vuelto de derechas, titulan, insultándolos. Como si un virus les hubiera nublado la mente. En fin, que todo lo que se le ocurre a Sánchez termina favoreciendo a Feijóo.
Un 22% de quienes votaron al PSOE en las pasadas autonómicas ya prefieren a Moreno Bonilla como presidente. Ese flujo anticipa la envergadura del terremoto político que se está gestando en la política española. Lo que desconcierta a Tezanos es la inutilidad comprobada de la estratagema “que viene Vox”.
El domingo 19-J coinciden tres procesos electorales de interés excepcional para interpretar el horizonte político español. El mismo día en el que se decide el futuro de Andalucía, tendrán lugar segundas vueltas, presidenciales en Colombia y legislativas en Francia.
Populismo en Colombia
En el país latinoamericano, compiten Gustavo Petro y Rodolfo Henández, dos variantes de populismo, uno bolivariano y el otro menos clasificable. La prensa sanchista define como progresista al primero y similar a Trump al segundo. Populista frente a populista, al fin, que, como apunta el filósofo Habermas, tan letal es el de izquierda como el de derecha. Sobre Petro caben pocas dudas. Ex guerrillero-terrorista y asesor destacado de Chaves en su día, sigue el rastro de desastres clamorosos de los países del Foro de Sao Paulo, incluidas las tres dictaduras defendidas “a muerte”. El 19-J comprobaremos si el amigo de Rodríguez Zapatero suma Colombia a la lista.
Se enfrentan dos extremos que moverán el antivoto ante la incomparecencia de centroizquierda y centroderecha. Ahora importa poco lo que diga el candidato Hernández; le votarán los colombianos que temen, con motivos, que su país caiga en el modelo venezolano.
En Francia, las opciones son tres, con los populismos de Melénchon y Le Pen, más la opción moderada del partido de Macron. Si gana éste con mayoría absoluta, o casi, será porque uno y otro extremo se neutralizan en segunda vuelta, a la que solo pasan dos candidatos.
En Andalucía se podrán medir las consecuencias de convertir al PSOE en un partido populista más, que ya no podrá gobernar en el futuro si no es con otros populismos y en clave populista
En Andalucía, la propia obsesión de Sánchez por anular el efecto Feijóo le abre a éste la puerta de par en par. Veremos hasta dónde llegan las aguas el 19-J. Se podrán medir las consecuencias de convertir al PSOE en un partido populista más, que ya no podrá gobernar en el futuro si no es con otros populismos y en clave populista. Algo de lo que pueden dar fe todos los contrapesos agredidos, incluido Banco de España y su independencia.
La farsa de dos gobiernos, el bueno y el malo, se agota. Sánchez, como sus socios, apuesta por las victorias del bolivariano Petro y del populista de izquierda Melénchon, mientras en Andalucía reta a Feijóo en una exhibición propia de un boxeador grogui dando ridículos saltitos. Ubica a la organización socialista en las antípodas de gobiernos europeos exitosos frente a los extremismos que hacen fracasar a los países. Algunos ejemplos.
Se están acelerando cambios en las políticas de Seguridad y Defensa europeas, imposibles desde el populismo sanchista. En Alemania, el gobierno de coalición -verdes incluidos- ha pactado con los democristianos una inversión militar de 100.000 millones de euros y un presupuesto anual de Defensa de 70.000, el 2% del PIB. Acuerdo similar a los liderados por socialdemócratas en Dinamarca, Finlandia o Suecia. Ya puede intentar lucirse el “doctor” en la cumbre OTAN de Madrid.
Banalizan que brigadas de lingüistas movilizados diseñen técnicas orientadas a hacer desaparecer el castellano de aulas y patios escolares. Se trata, sí, de xenofobia, de “apartheid”
No hay mayor prueba del populismo socialista que su subordinación a los independentistas. A quienes se rasgan las vestiduras con las manifestaciones de Núñez Feijóo sobre “apartheid lingüístico” no les alarma, en cambio, que se violenten los hábitos lingüísticos de millones de familias, persiguiendo el uso de su lengua materna, ampliamente mayoritaria. Banalizan que brigadas de lingüistas movilizados diseñen técnicas orientadas a hacer desaparecer el castellano de aulas y patios escolares. Se trata, sí, de xenofobia, de “apartheid”. Y no cuela el intento de falsificación del modelo de Galicia. Obviamente, se puede proteger el gallego sin necesidad de perseguir el castellano. ¿O no?
Recientemente, Enric Juliana escribía un artículo en el que, además de insultar a los andaluces -¡qué novedad!-, asociando su voto al “espray narcotizante de Moreno Bonilla”, descalificaba las posiciones de Núñez Feijóo. Se le podría replicar, copiando al torero Rafael el Gallo, “esos cojones, en Francia, señor subdirector de La Vanguardia”. ¿Propondría allí la supresión del francés como lengua vehicular? Aquí sí, con la ayuda de populistas como Sánchez e Illa.
En esta peligrosa coyuntura nacional, el efecto Feijóo tendrá que representar mucho más que una simple alternancia, si se quiere convencer a un liberal de izquierda. Con la huida socialista hacia el populismo, el proyecto del expresidente gallego se dibuja como la única opción viable para no reproducir el modelo en el que entre los dos extremos no hay nada, como en Colombia. Quienes piensan que se puede esperar un año a que caiga por su propio peso el populismo sanchista olvidan que no estamos ante una teoría política a la que dé nombre el “doctor”, sino ante una lógica de poder con la que medran muchos.
Sánchez, además de matar al PSOE, por el capricho de seis meses en la presidencia de la UE arriesga el colapso del país, salvo que una movilización contundente de la sociedad lo evite.
Parte de la respuesta la tendremos la noche del 19-J.
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