El PP persigue una mayoría amplia para Juanma Moreno en las elecciones andaluzas del próximo 19 de junio, una victoria que sea el anticipo de la de Alberto Núñez Feijóo frente a Pedro Sánchez, a través de un proyecto de gestión, moderación y centro, que apela a los socialistas desencantados y pretende hacer oídos sordos ante Vox. Parte el PP con una clara ventaja en los primeros comicios con Núñez Feijóo al frente de la formación, porque, tras haber sustituido a Pablo Casado y dar por superada una crisis inédita, lidera los sondeos.
En Andalucía el barómetro del Centro de Estudios Andaluces sitúa a los populares a seis escaños de la mayoría absoluta, mientras que en las encuestas nacionales adelantan al PSOE y se esboza una suma de Gobierno junto a Vox. Con estos mimbres, el PP no sueña con la mayoría absoluta, pero sí con un Gobierno en solitario, que sin embargo dependería del beneplácito en forma de abstención de terceros partidos, bien Vox o bien el PSOE.
Los populares aspiran en palabras de Moreno a "acercarse a 50 diputados y estar por encima del resto de toda la izquierda junta", para dejar sin margen a Vox y jugar la baza de que no hay otro Gobierno alternativo, un resultado que ya obtuvo Isabel Díaz Ayuso en Madrid y que Feijóo espera replicar. En Andalucía pretende evidenciar el PP la debilidad del PSOE y de Sánchez en su principal feudo electoral, la autonomía más poblada de España. Hace unos años, argumentan, sería impensable que la incógnita en Andalucía no sea si el PP va a vencer al PSOE, sino por cuánto, ni si va a gobernar, sino con quién.
El cambio de paradigma llega después de casi cuatro años de Gobierno de Moreno, que, pese a cosechar el peor resultado de su partido en la región, llevó por primera vez al PP a San Telmo gracias a su coalición con Ciudadanos, el apoyo externo de Vox y sobre todo a la desmovilización del voto socialista, que a juicio del PP Juan Espadas no tiene capacidad de reactivar. Consideran los populares que el Gobierno de Moreno ha roto un tabú en Andalucía y que sus políticas no inquietan, si no que convencen. Y con esa premisa, y banderas de gestión y bajadas fiscales, se han lanzado a por el voto de centro, incluido el de votantes socialistas descontentos con Sánchez y a los que no esperan que el PSOE logre arrastrar con el miedo a Vox.
Moreno ha hablado de votos prestados de la izquierda, que ante el convencimiento de que habrá un gobierno del PP prefieren que sea "solo" y no "mal acompañado". Feijóo se ha dirigido a los votantes socialistas, para desligarles del "sanchismo" pues considera que el PSOE ha "mutado" y ha reivindicado incluso los primeros años del Gobierno de Felipe González. En el ensayo que las andaluzas suponen para las generales, Feijóo se volcará en campaña, tras meses hablando de los problemas económicos de los españoles. Visitará seis de las ocho provincias, aunque solo coincidirá con Moreno en una o dos ocasiones, incluido el acto central el 11 de junio en Antequera, Málaga.
Menor protagonismo tendrán, sin embargo, presidentes como los de Castilla y León y la Comunidad de Madrid. Aunque el PP le resta importancia, ambos dirigentes -Alfonso Fernández Mañueco porque cogobierna con ellos e Isabel Díaz Ayuso porque defiende aliarse- evocan inevitablemente el elefante en la habitación: Vox. Porque con Ciudadanos prácticamente fuera de juego, aunque arañando un voto clave que puede terminar como extraparlamentario, y el PSOE débil, es Vox, que espera duplicar sus apoyos, la formación que más posibilidades tiene de entorpecer los planes del PP, puesto que exige gobernar.
El PP no quiere pactos
El PP prefiere esquivar este pacto, ya que pone en riesgo la hoja de ruta de moderación y centro hacia Moncloa, pero no ha cerrado la puerta. En todo caso, la intención es orillar a esta formación y no morder sus cebos ideológicos, ni cometer errores que insuflen oxígeno a sus contrincantes, como el de la plurinacionalidad. En un contexto de crisis económica y con varias oportunidades para anotarse victorias electorales, el PP pretende demostrar que es un partido útil y recuperar así a antiguos votantes que se fueron a Vox y no volvieron con Casado. Confían además en sumar a electores que busquen estabilidad tras años de desencuentros en el seno de la coalición y de una geometría variable cada vez más intrincada.
Con unos y otros, el PP quiere armar una mayoría amplia, que no permita sumas alternativas para gobernar y que deje a sus adversarios sin argumentos para bloquear un Gobierno de Feijóo. Pero para las generales falta más de un año y el hemiciclo español es más complejo que los parlamentos autonómicos, con un peso determinante de Cataluña y País Vasco, los dos puntos débiles del proyecto del PP.
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