A falta de un mes para las elecciones andaluzas las encuestas pronostican una nueva y cómoda victoria del Partido Popular, aunque pueda necesitar a Vox para formar gobierno. Frente a los 48-49 escaños que otorgan las encuestas al PP, el PSOE obtiene 32-33. Esta cifra de escaños socialistas coincide exactamente con los resultados cosechados por Susana Díaz en los últimos comicios de la región.
El socialismo andaluz tiene su fondo, que anda por los 33 escaños de los que nunca parece que pueda bajar. Una de las respuestas para entender este fenómeno de robustez electoral lo encontramos en una entrevista que hizo el periodista Borja Jiménez a un andaluz la semana pasada, en la que el entrevistado aseguró que a él no le interesaba mucho la política pero que “votaba al PSOE por tradición”.
Uno se puede preguntar cómo se puede votar “por tradición” a un partido que solo en tu comunidad autónoma ha cometido el mayor latrocinio de Europa. Un partido que, en vez de destinar el dinero público a la inserción laboral de los desempleados andaluces, lo robaba y gastaba en prostitución y drogas. Sin embargo, la mayoría de los andaluces no olvidan que el PSOE gobernó y saqueó Andalucía durante 40 años y, por ello, la derecha ganará ampliamente el 19 de junio.
En Cataluña he conocido a decenas de ciudadanos que sostienen que siempre votan al PSC y que lo llevan haciendo desde los años 80. Lo esgrimen como un mérito y hacen alarde de ello
Puede ser razonable pensar que el voto por tradición viene condicionado por las cuatro décadas de gobierno socialista en Andalucía, pero la realidad es que no es exclusivamente un fenómeno andaluz. Al contrario, es una actitud bastante extendida por el resto de España. En Cataluña, por ejemplo, he conocido a decenas de ciudadanos que sostienen que siempre votan al PSC, y que lo llevan haciendo desde los años 80. En no pocas ocasiones sosteniéndolo como un mérito e incluso haciendo alarde de ello.
No obstante, algo está cambiando. El PSOE ya es solo la máquina electoral al servicio de un presidente del Gobierno sin palabra, ni compromiso. Un político con una relación muy complicada con la verdad. Una persona que no tiene más interés que el de permanecer cinco minutos más en La Moncloa, cueste lo que cueste, aunque para ello tenga que vender a los constitucionalistas catalanes, humillar a las víctimas del terrorismo, despedir a funcionarios ejemplares al cargo de organismos públicos, o despilfarrar dinero público destinando partidas presupuestarias a proyectos identitarios que buscan la destrucción del Estado cuyo Gobierno él preside.
Los españoles se están dando cuenta y las encuestas nacionales empiezan a reflejar el cambio de tendencia que España necesita
El PSOE no es lo que muchos votantes pensaban que era. Es una carcasa vacía que puede defender una cosa y su contraria en menos de 24 horas para conseguir la estabilidad parlamentaria que le permita seguir en el poder. Los españoles se están dando cuenta y las encuestas nacionales empiezan a reflejar el cambio de tendencia que España necesita. Ni apoyado en sus socios radicales del nacionalismo vasco y catalán parece que vaya a poder revertir el cambio de ciclo en España.
No existen tantos españoles que “voten por tradición” y son cada vez más los que están abriendo los ojos, pese a la hegemonía mediática de la que goza el Gobierno de la nación al tener el favor de la mayoría de los medios de comunicación y de la práctica totalidad de opinadores y periodistas colocados por el propio Gobierno en las tertulias de televisión y radio.
La política española, tal y como la hemos entendido los últimos 40 años, ha muerto. Ya no hay nada asegurado, ni en la derecha ni en la izquierda, y sólo los votos de los españoles decidirán como se vuelve a configurar el mapa político español. Quizás hemos llegado a ese punto en el que las tradiciones no están los suficientemente arraigadas para resistir los cambios políticos. Y es que hay ciertas tradiciones que es mejor dejar atrás.
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