El acné puede aparecer a cualquier edad (aunque lo más habitual es que lo haga en la adolescencia) y en cualquier época del año. En verano es frecuente que empiecen a brotar en rostro y cuerpo granitos y espinillas que en invierno no teníamos. Aunque las causas que provocan el acné en la piel pueden estar relacionadas con temas hormonales, intolerancias alimenticias, estrés o alimentación desequilibrada, cuando su aparición está ligada al cambio de temperatura, lo más probable es que se deba a ciertos hábitos propios del verano.
“En verano, el calor provoca que las glándulas sebáceas se activen, de este modo los poros obstruidos erupcionan y provocan entonces estas vesículas superficiales que, incluso, pueden llegar a convertirse en bultos más profundos en la piel”, nos explica Gema Cabañero, fundadora y directora de la Clínica Antiaging & Estética Avanzada Gema Cabañero.
De hecho, “las altas temperaturas favorecen a la sobreproducción de sebo y a la sudoración, además la piel se vuelve más gruesa provocando que los poros se obstruyan todavía más y a todo ello se suma el uso de cremas fotoprotectoras que en muchos casos son grasas y resultan oclusivas para la transpiración de la piel”.
¿Cómo tratar el acné del verano?
Una vez nos hemos dado cuenta de que sufrimos acné de verano, una de las principales cartas a tomar en el asunto es cambiar de fotoprotector. Apuesta por una crema de textura fluida que refuerce las defensas y para pieles sensibles. Úsala durante todo el verano, aunque no te expongas al sol directamente por ejemplo durante las vacaciones en la playa.
En la época estival, nos maquillamos menos y la piel está mucho más expuesta a la contaminación y los rayos del sol y durante más horas. Es fundamental tener una buena hidratación para que nuestra piel luzca saludable también en verano. Hidrátate por dentro bebiendo al menos dos litros de agua al día, pero también por fuera utilizando una crema hidratante no grasa que haga que tu piel esté jugosa y sin signos de sequedad.
El sudor no provoca un aumento del acné por sí solo, pero cuando se produce un exceso de sudoración y se une a las células muertas de la piel y la humedad, puede llevar a un empeoramiento del problema. Por eso es recomendable tener la piel limpia por la mañana y por la noche (usa agua tibia y un limpiador suave) y prestar especial atención a aquellas zonas en las que suelen salirnos granitos.
No frotes la piel y, muy importante, no toques los granitos. Si el problema persiste, lo más recomendable es acudir a un dermatólogo, ya que no todos los tratamientos para el acné se pueden usar en verano precisamente por la fuerza de los rayos del sol.
Y si te sale acné en la espalda
A veces los granitos y espinillas no aparecen en el rostro, sino en la espalda, y esa zona hay que cuidarla también para que el problema no vaya a más. Es esencial mantenerla bien limpia (siempre con un producto poco jabonoso y dos veces al día) y exfoliar la zona de manera suave al menos una vez a la semana con un producto adecuado.
Es clave que sea un producto suave para no dañar la barrera cutánea de la piel, ya que podría haber un efecto rebote. Al ducharte, lava la zona con la esponja pero sin frotar bruscamente. Para que la zona transpire, puedes probar a usar prendas transpirables en zonas como axilas o dorsales y evita la ropa muy ajustada.
El sol, ¿es bueno para el acné?
Aunque podemos pensar que el sol es bueno para el acné debido a su acción inhibidora sobre la infección o su capacidad bronceadora, lo cierto es que “el exceso de este y, en ocasiones, la falta de una buena protección, puede provocar la pigmentación excesiva de la inflamación o cicatriz, dejando una marca oscura y permanente en nuestra piel”, explica Cabañero.
Es indiscutible que el sol aporta múltiples beneficios a nuestro cuerpo como la generación de vitamina D, mejora del humor o reducción del estrés, sin embargo, cuando hablamos de temas específicos como el acné, lo más recomendable es que mantengamos a raya nuestra exposición ante él.
“Todo tiene sus pros y contras. Aunque el sol puede eliminar el exceso de humedad de la piel y mejorar nuestro aspecto gracias al bronceado, lo cierto es que son beneficios temporales. Finalmente, una larga exposición al sol causará que la epidermis se engrose, facilitando la obstrucción del poro, lo que producirá nuevos brotes acneicos. A todo ello debe sumarse el incremento de sebo debido al aumento de sudoración y el daño cutáneo que provocan los rayos UVA”.
Por otro lado, y algo que preocupa especialmente, es la salida de nuevos granitos aparte de los brotes de acné que ya existían, ¿por qué puede suceder? “Esto es porque el calor del sol activa las glándulas sebáceas por lo que los poros obstruidos que hasta el momento no habían erupcionado lo hacen ahora”, añade.
Aunque todas las pieles necesitan un cuidado dedicado para no tener que lamentar efectos negativos posteriores a la exposición solar, las pieles con tendencia acneica todavía más. La protección solar factor 50+ es obligatoria en estos casos y, principalmente, en cremas que tengan textura ligera para que no obstruyan los poros.
Tras la jornada al sol, ¿existe un paso a seguir? Sí, la limpieza facial, en estos casos, es primordial. Es recomendable que sean limpiadores suaves que no causen sequedad. Se aconseja que sean ricos en ácido salicílico, ya que este agente ayuda a reducir la hinchazón y a abrir los poros. Además, en el acné uno de los principales factores a los que debemos prestar atención es la alimentación.
Es beneficioso evitar el azúcar o carbohidratos hiperglucémicos como la pasta o el arroz blanco dado que tienen un alto índice glucémico que empeora el acné. También es aconsejable reducir la ingesta de lácteos como la leche de vaca y sus derivados. Esto se debe a que las hormonas que contienen estos productos pueden elevar la producción de una molécula llamada IGF-1, que provoca que las glándulas sebáceas produzcan más sebo.
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