Motivarse a veces puede convertirse en una tarea más que difícil.. En muchas ocasiones parece que tenemos una aversión natural al esfuerzo que ninguna cantidad de cafeína, bebida energética o mensajes de Mr. Wonderfull puedan solucionar.
Aunque no se te haya pasado por la cabeza, la automotivación es una de las principales cosas que distingue a los profesionales de alto rendimiento de todos los demás. Pero, entonces, ¿cómo se puede seguir avanzando incluso cuando no te apetece?
Hasta cierto punto motivarse es algo personal. Lo que te pone en marcha puede que no sirva de nada a otros y la verdad es que algunas personas parecen tener más perseverancia que otras. Sin embargo, existen numerosas investigaciones realizadas a lo largo de los años que explican varias estrategias que deberían funcionar para la mayoría, ya sea que estén tratando de perder peso, ahorrar o simplemente intentar implementar en su rutina laboral una iniciativa duradera.
Si alguna vez no has logrado alcanzar una meta alcanzable por culpa de la dilación o la falta de compromiso (y quién de nosotros no lo ha hecho o se se ha sentido así en algún momento), te revelamos los mejores consejos para ir a trabajar, y más ahora que las empresas empiezan de nuevo a poner en marcha el ir a la oficina, y seguir motivado.
Además, como ya te comentamos hace unas semanas en Vozpópuli, desde hace unos años la Organización Mundial de Salud (OMS) considera el síndrome del trabajador quemado como una enfermedad laboral, por lo que es muy posible te encuentres en una situación extrema que necesite una pronta solución.
Ponte metas, no tareas
Durante años muchos informes han demostrado, por ejemplo, que cuando los vendedores tienen objetivos en sus tiendas, tienen más ventas y que cuando las personas se comprometen a hacer ejercicio a diario, es más probable que aumenten sus niveles de aptitud física. Las ambiciones abstractas, como "hazlo lo mejor que puedas", suelen ser mucho menos efectivas que las concretas, como atraer diez nuevos clientes al mes o caminar 10.000 pasos al día. Por lo que, como primera regla general, cualquier objetivo que te propongas debe ser específico.
Las metas también deben siempre que sea posible desencadenar una motivación intrínseca. ¿Por qué? Siempre es mejor ponerse un objetivo que uno mismo quiera conseguir sin que nadie le premie o le diga lo bien que está hecho que uno por el que va a obtener otro tipo de beneficio.
Por supuesto, está claro que si la recompensa externa es lo suficientemente grande todo el mundo se ocupará incluso de las tareas más desagradables. Muchas personas permanecen en sus trabajos por dinero mientras se sienten como esclavos asalariados, pero en tales situaciones suelen hacer lo mínimo necesario para alcanzar su objetivo final.
Además, es poco probable que una persona que depende de algunas contingencias o factores externos para hacer su trabajo y en el que los incentivos o refuerzos, tanto positivos como negativos, son externos y se encuentran fuera del control, consiga sobresalir de verdad. El truco está en concentrarse en las cosas que te gustan del trabajo. Piensa mucho en lo satisfactorio que puede ser realizar la tarea dándole la oportunidad de mostrar tus habilidades frente a los jefes de tu empresa, construir relaciones internas importantes o crear ciertos tipos de valor para los clientes.
Y además, intenta compensar la monotonía con actividades que te resulten gratificantes como escuchar música mientras contestas a todos esos correos electrónicos en la bandeja de entrada o hablar un rato con tus amigos y familiares para pensar en otra cosa.
Aprovecha la (buena) influencia de los demás
Los humanos somos criaturas sociales por naturaleza. Constantemente miramos a nuestro alrededor para saber lo que están haciendo y cómo sus acciones influyen en las nuestras. Sentarse al lado de alguien que trabaje mucho puede aumentar el rendimiento de uno mismo, pero cuando se trata de motivación, la dinámica es un poco más compleja.
Cuando vemos que un compañero se mete mucha prisa con una tarea que nos deja frustrados respondemos de dos formas: o nos inspiramos y tratamos de copiar ese comportamiento o perdemos la motivación pensando que podríamos dejarle ese trabajo al otro. Y es que los seres humanos hemos prosperado como especie a través de la especialización individual y aprovechando al máximo las ventajas comparativas.
El problema es que normalmente no podemos delegar en el trabajo. Pero sí usar la influencia social a nuestro favor. Es mejor no observar pasivamente a quienes son ambiciosos, eficientes y exitosos porque se corre el riesgo de que resulte desmotivador.
En su lugar, habla con los que luchan a diario con su arduo trabajo y pregúntales por qué lo hacen así. Escuchar lo que dicen sobre sus objetivos puede ayudar a encontrar inspiración. Curiosamente, dar consejos en lugar de pedirlos puede ser una forma aún más eficaz de superar los déficits motivacionales, ya que aumenta la confianza y estimula la acción. Un paso muy grande será reconocer que las personas que te motivarán más para realizar ciertas cosas no son necesariamente las que las hacen bien.
Encuentra recompensas efectivas
Algunas cosas que debemos hacer en el trabajo pueden ser molestas o quitarnos mucha energía, en cuyo caso puede ser útil necesitar agentes motivadores externos a corto o mediano plazo especialmente si se complementan con los incentivos de la empresa. Puedes prometerte unas buenas vacaciones al terminar un proyecto o comprarte algo que llevabas mucho tiempo queriendo.
Eso sí, ten cuidado. Un error muy grave sería recompensarte por terminar muchas de tareas demasiado rápido cuando realmente hay que preocuparse por la calidad del trabajo. Y por supuesto debes pensar bien cuál será ese premio, ya que si por hacer algo correctamente lo que vas a obtener al día siguiente es varios momentos sin hacer nada y holgazaneando estarías perdiendo la impresión positiva que habías conseguido.
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