¿Harto de tu rutina? ¿No paras de quejarte de tu sueldo y de tus pocas vacaciones? ¿Siempre andas agobiado y deprimido? ¿Tienes ansiedad? Si contestas a (casi) todo que sí, alguien tiene que darte una buena dosis de realidad y de optimismo. Y eso es justo lo que a diario hace Cristina Inés cada día en su perfil de Instagram y ahora con su libro 'Felicidad cargando'.
La joven, de 30 años, es una superviviente de cáncer. Una enfermedad que le ha cambiado por completo, sobre todo porque le llegó por partida doble. Mientras ella luchaba por seguir viviendo, el mismo cáncer se llevó a su hija pequeña, Martina.
Un día, cambiándole el pañal, le notó un bulto en el vientre, que resultó ser cáncer de riñón. Puso a su niña en manos de diez cirujanos del Vall d’Hebron. Tras la operación y sesiones de quimioterapia, volvió a casa. Cuatro meses más tarde, Cristina se encontró un bulto en el pecho que resultó ser cáncer de mama. Era muy grave, le dieron 17 meses de vida.
Imaginaos: madre e hija luchando contra el cáncer, y la otra hija de nuestra protagonista viéndolo todo, Lucía, que hoy tiene 7 años. Cristina decidió ir a por todas: se sometió a una mastectomía radical izquierda, quimio y radioterapia; y se vació el otro pecho.
Tras un año, ella se curó, pero su pequeña Martina no corrió la misma suerte. Estaban ambas en el hospital, y le dijeron que su hija no podría salir de aquello. Así que decidió llevársela a casa, con su hermana, y celebrar todas juntas su 'último verano'. Se pusieron los bikinis, se metieron en la bañera, se hicieron fotos, y se despidieron. Luego, al hospital. Cristina seguía sola, con Lucía.
Antes de todo aquello, Cristina era dependienta, tenía pareja y vivía con sus dos hijas, Martina y Lucía. Ahora sigue la lucha ella sola con su pequeña, a quien le intenta inculcar todo lo que la vida le ha enseñado. Charlamos con ella para que nos cuente cómo se pueden tener esas ganas de vivir, de sonreír, de ser feliz, tras haber luchado doblemente contra el cáncer y haber pedido un hijo.
Te has convertido en una influencer de la felicidad, en un icono de superación. Tu cuenta es todo un éxito: ya tienes más de 61.200 seguidores. En tu perfil desprendes un optimismo y unas ganas de vivir que son contagiosas. ¿Cómo te dio por empezar en Instagram?
Pues fue por casualidad, la verdad. Yo no tenía cuenta en esta red social y un día el hijo de mi mejor amiga me dijo que me abriese una para darle 'likes'. Y apenas lo usaba, hasta que llegó febrero de 2016 y yo comencé con mis sesiones de quimioterapia. Pensé "bueno, podría darle utilidad a esto", y así también se me hacía más llevadero. Entonces, empecé a escribir, a contar lo que me pasaba, y en apenas unos meses tenía un montón de seguidores. Lo utilizaba como si fuese un pequeño diario.
En realidad ha sido como una terapia, porque cuando pasas por momentos así es mejor sacar todo lo que llevas dentro. Creía -y sigo creyendo- que es mucho mejor compartirlo.
Claro, porque además supongo que eres de ayuda para mucha gente que está luchando contra el cáncer o que está pasando por una difícil situación personal.
Yo creo que sí, que es de ayuda. Aunque nunca lo busqué, yo solo compartía lo que sentía, pensaba y me pasaba. Pero es cierto que cuando te diagnostican algo tan grave como es cáncer necesitas buscar testimonios o buscar historias de personas que también lo hayan pasado. Necesitas que otra persona te diga que puedes. Yo también tuve que acudir a una cuenta parecida a la que tengo yo ahora.
¿Qué crees que le aportas a la gente?
Creo que lo más importante es que le hago ver a las personas, en cierta manera, que a pesar de todo, se sonríe. Que a pesar de lo jodida que es la enfermedad, se puede vivir con ella. Que tenemos vida, que tenemos que ver la luz.
¿Cómo se supera la muerte de un hijo?
No se supera nunca, hay que aprender a convivir con ello. No duele lo que pasó en ese momento. Es una lucha diaria. Te va a doler todos los días de tu vida lo que ya no va a pasar. Cuando yo perdí a mi hija, de la misma enfermedad que tenía yo, me planteé que debía vivir por ella y por mi hija mayor. Yo le debía el resto de mis días a Martina. Decidí seguir por ella. Tenía la oportunidad de vivir, y ella no.
Supongo que Lucía ha sido un gran apoyo para ti y que te impulsa a seguir, ¿no?
Absolutamente. Tener a Lucía me ayudó muchísimo. Fue, es y será mi pilar fundamental. Echar de menos duele, y se habla. Charlamos mucho del tema.
¿No crees que ella tiene unos valores diferentes al resto de niños de su edad?
Sí, claro, y te nota un montón. Si no nos hubiera pasado lo que nos ha tocado vivir, no hubiera tenido que enseñarle determinados valores y lecciones a mi hija. Mi lema, y el que le transmito, es que hoy estamos, pero mañana puede que no. Somos como los yogures: tenemos fecha de caducidad. Me hace mucha gracia, y me enorgullece mucho, cómo mira a otras mujeres que están luchando contra el cáncer. Me dice "mira, mami, es como tú". Pero lo dice con una luz, con un orgullo, que me llena. Ella me ve como una valiente, y así considera al resto de personas que están pasando por lo que pasamos nosotras.
¿Qué le dirías a toda esa gente que está pasando por un mal momento?
Pues en este tiempo me he dado cuenta que somos capaces de ver en los demás su capacidad de luchar, de ver que se puede superar cualquier cosa, vemos lo valientes que son. Pero no somos capaces de hacer lo mismo con nosotros. No podemos mirar hacia adentro. El ser humano es capaz de mucho, de lo casi todo, pero tenemos que creer en nosotros mismos. Creer que podemos seguir. Con ganas y actitud, se puede, y hay muchos motivos para no tirar la toalla.
¿Por qué crees que hay tantas depresiones? ¿Acaso necesitamos que nos ocurra algo horrible para valorar todo mucho más? ¿La gente se mete en su espiral de negatividad y no es capaz de seguir?
Sí, a mí lo de la depresión posvacacional, por ejemplo, me pone de los nervios. ¿Pero qué depresión? Somos capaces de ver lo negativo hasta de las vacaciones. Es un problema de enfoque. En vez de pensar que hemos disfrutado de unos días maravillosos, que tenemos trabajo, que volvemos a empezar, que tenemos un lugar donde volver... nos centramos en lo negativo. Y con los lunes ocurre lo mismo: tenemos la habilidad, en general, de enfocarnos en lo malo. El secreto, me temo, solo está en saber mirar.
¿Qué esperas conseguir con tu libro?
Pues espero llegar a esas mesitas de noche, y estar ahí cuando lo necesiten. Cuando alguien se sienta perdido, que crea que no puede, que sepa que sí. A veces necesitas un impulso externo para seguir. Mira, a mí me dices hace unos años que yo iba a superar todo aquello y te diría que ni de broma. Pero al final pude. Y como yo, todos. Quiero que el libro sea un soplo de realidad. La vida es eso, y no somos capaces de apreciar las pequeñas cosas.
Antes eras dependienta. ¿Ahora a qué te dedicas?
Me dedico a dar charlas y conferencias relacionadas con cómo afrontar y superar el cáncer. Soy una mamá muy normal, que lleva a su niña al colegio. Y, te digo la verdad, es esa normalidad la que más feliz me hace.
Supongo que te llegan muchos mensajes de agradecimiento.
Sí, es lo que más feliz me hace. Todos los días me llegan decenas de mensajes de gente que te da las gracias, que te dice que les has cambiado la visión de ver la vida. Yo lo he aprendido a la fuerza, por las hostias que me ha dado la vida. Y tengo la 'suerte' de poder ahorrar esas bofetadas a otras personas y trasmitir la misma lección.
¿Algo que quieras añadir?
Que se puede, que siempre se puede. Que quedan las ganas de vivir. Conozco la vida a raíz de estar curada. Y a aquellos que estén luchando contra el cáncer, que sepan que se puede, que cada día somos más los supervivientes, aunque muchos se queden por el camino.
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