En forma de migrañas, de jaquecas o simplemente como dolor de cabeza (cefaleas y cefalalgias). El verano, casi sin darnos cuenta, se convierte en una época predilecta para que estos dolores sean más frecuentes, incluso en personas que en su día a día no suelen sufrirlos.
En cualquier de los casos, conviene diferenciar que hablamos de diferentes patologías y también de una sintomatología distinta, así que desterremos el mito de que todas las migrañas son cefaleas o que una jaqueca y una migraña son lo mismo.
Esto no impide que durante el verano las tres puedan aparecer con más asiduidad de lo que lo hacen el resto del año y los motivos, agravados en personas que ya son de por sí sensibles a su aparición, tienen que ver con factores ambientales cambiantes y muy particulares del verano.
Los ambientes ruidosos, las altas temperaturas, una incorrecta hidratación, exponerse en exceso a la luz solar en las horas centrales del día, el consumo de alcohol desmesurado o el cambio en los patrones de sueño pueden ser detonantes de estos enfermedades, cuya prevalencia en nuestra sociedad es altísima, ya que, por ejemplo, alrededor de cinco millones de españoles (un 13% de la población) sufren migrañas, siendo así la enfermedad neurológica más común de nuestro país, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
Más allá de ese contexto, incluso la OMS aporta datos globales, significando en un 50% de la población mundial las personas que sufren anualmente cefaleas, lo que refuerza la posición de primera enfermedad neurológica a nivel internacional.
Los detonantes del dolor de cabeza y la migraña en verano
Englobados bajo el paraguas de 'dolores de cabeza', tanto jaquecas, migrañas y cefalalgias tienen en el buen tiempo un enemigo inesperado, capaz de hacer que por causas ambientales estos dolores se multipliquen, a las cuales también es posible que ayudemos con algunos comportamientos típicamente veraniegos como un mayor consumo de alcohol.
Sin embargo, el riesgo de que algunos de estos padecimientos se cronifiquen es relativamente sencillo, como explican desde la propia SEN, ya que cada año los casos de migraña crónica aumentan en un 3% anual, principalmente por la automedicación y la falta de diagnóstico. Los síntomas, de sobra conocidos para las que la padecen, serían un dolor bilateral de carácter pulsátil, además de una mayor sensibilidad a la luz, al ruido e incluso al olfato, que pueden venir acompañados de náuseas y vómitos.
Una variación que, tras el verano y si los hechos se repiten de forma recurrente durante las vacaciones, son convenientes de constatar a través de la Atención Primaria, de donde derivarán en caso de ser necesario a especialistas como los neurólogos, evitando que la sistematización de estas cefalalgias acabe siendo muy continuada y descartar así otras patologías.
Esto implica prestar atención a esos factores ambientales que pueden torpedear nuestra salud neurológica y que en verano tienen directamente que ver con el gran cambio de temporada: el aumento de las temperaturas y la deshidratación.
A más calor, más dolor de cabeza: por qué
El aumento de las temperaturas ejerce una acción vasodilatadora directa en nuestro organismo, es decir, se incrementa el flujo sanguíneo, del mismo modo, ese incremento en los termómetros aumenta nuestra sudoración y nuestra sensación de sed, exigiendo al cuerpo una reposición de líquidos más frecuente para evitar la deshidratación.
Si esa reposición se produce, los riesgos de sufrir deshidratación es menor y por tanto evitaremos que aparezcan estas temidas cefaleas, razón por la que es recomendable beber alrededor de tres litros de líquido al día y hacerlo antes de tener sed. Esto no impide que no todas las bebidas sean recomendables ya que, como es lógico el alcohol generará el efecto contrario, ya que aumenta la deshidratación.
Todo ello también derivado de posibles insolaciones, ya que exacerbará los síntomas habituales del dolor de cabeza, por lo que tampoco debemos exponernos más de la cuenta al sol de manera directa en las horas centrales del día, sobre todo sobre la cabeza.
A ello también se puede sumar, como indican desde AEMICE (Asociación Española de Migrañas y Cefaleas), los propios cambios de estación o los cambios atmosféricos como las distintas presiones (esto es frecuente en personas que cambian la altitud media habitual, sobre todo en las que ascienden) e incluso la aparición de viento de componente sur, según explican en este enlace desde Policlínica Gipuzkoa.
Tampoco faltarían así cambios en las costumbres habituales como pudieran ser hacer comidas más pesadas o más ricas en grasas saturadas, además de las variaciones de los hábitos del sueño, los cuáles pueden derivar también en dolores de cabeza. Algo a lo que también influiría la práctica deportiva, que en verano puede ser susceptible de generar las llamadas cefaleas por ejercicio.
Por estos motivos, las recomendaciones médicas son recurrir a los triptanes habitualmente pautados para las personas que sufren de migrañas o, en el caso de que hablemos de personas que solo sufren cefalalgias y no tienen diagnosticada otra patología que la camufle, la presencia de analgésicos y antiinflamatorios.
Siempre con prescripción para evitar la automedicación y que se adapten así al paciente, ya que los efectos o contraindicaciones de diferentes medicamentos como el paracetamol o, dentro de los AINE (analgésicos no esteroideos), como pueden ser la aspirina, el ibuprofeno o el dexketoprofeno serán variables en función de cada persona.
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