Estrés y ansiedad se confunden habitualmente. Muchas veces decimos ‘estoy estresado’ o ‘tengo ansiedad’ sin saber muy bien lo que nos sucede. Por esto es conveniente saber cuáles son los síntomas que definen a cada una de estas dos reacciones que tiene nuestro cuerpo y nuestro cerebro cuando reconoce alguna ‘amenaza’.
Si alguna vez te has preguntado si estrés y ansiedad son lo mismo, la respuesta es un rotundo no. Ambos conceptos pueden ser difíciles de diferenciar, ya que los dos son una respuesta natural de lucha o huída de nuestro cuerpo cuando se siente amenazado. El organismo libera entonces las hormonas del estrés, que hacen que el corazón lata a mayor velocidad, lo que produce que aumente el bombeo de sangre a órganos y extremidades.
Diferencias entre estrés y ansiedad
El estrés suele darse en un corto tiempo y es una respuesta a una amenaza conocida. Por el contrario, la ansiedad puede permanecer durante más tiempo con nosotros y a veces aparece como si nada, aparentemente, la desencadenara.
El estrés es una respuesta fisiológica que se desencadena cuando el cerebro interpreta un momento o una situación como peligrosa o amenazante. Al percibir que la seguridad o el bienestar están en peligro, dedica sus energías a combatirlo. Cuando se percibe ese peligro, se altera el equilibrio del organismo y se da una descarga simpática masiva que aumenta la capacidad del cuerpo para hacer una actividad física intensa. Es como si el cuerpo adoptase la posición de defensa y se preparase para ‘huir’.
Ese estrés se produce por ejemplo ante un peligro real y es un mecanismo de defensa válido que nos da seguridad. Sin embargo, si hablamos de salud mental, el problema se produce cuando se interpreta como peligroso algo que realmente no lo es (ya sea por nuestro propio pensamiento o por una situación ambiental) y el organismo reacciona como si lo fuera de verdad. Ahí la realidad es segura y por lo tanto no hay forma de desencadenar esta reacción de defensa, por lo que se acumula y puede ser peligrosa, llegando a provocar subidas de tensión y hasta infartos.
Hay algunos factores que pueden llevar a esa situación de estrés, como la inseguridad, la incertidumbre o incluso la falta de información y la inexperiencia para manejar una situación determinada. El estrés más común es el laboral y en él se unen factores de personalidad con otros externos. Este tipo de estrés puede provocar dificultades para dormir, tristeza e irritabilidad cuando uno sale del trabajo.
Cuando hablamos de ansiedad hablamos de la respuesta fisiológica derivada de la activación continuada de la rama simpática del sistema nervioso autónomo. No se trata de un estado emocional ni de un sentimiento, sino de una activación fisiológica con unos síntomas específicos que cada persona manifiesta de una u otra manera. Hay ansiedad ‘positiva’, como ante un examen o una entrevista, en la que el cerebro interpreta que tiene que aumentar su rendimiento. Es una ansiedad útil y que se adapta a las circunstancias que nos generan cierta preocupación o nerviosismo.
Bien es cierto que pese a no ser una situación preocupante, esa ansiedad sí que puede producirnos algunos síntomas desagradables como mareos, vértigos, temblores, cefaleas, sudoración o palpitaciones, entre otros. Pero como en el caso del estrés, cuando esa situación de ansiedad se desborda, nos hace bloquearnos por los nervios y nos sentimos incapaces de frenarlo. Aquí ya se habla de un trastorno de ansiedad que afecta a nuestra salud mental y pasa a ser algo patológico.
Síntomas del estrés
Aunque hay algunos síntomas que pueden hacernos confundir ambos estados, estos son los que nos darán una pista clara de que estamos viviendo un episodio de estrés:
- ritmo cardíaco más rápido
- respiración más rápida
- pensamientos de ansiedad
- mal humor, irritabilidad o enojo
- infelicidad general
- sensación de agobio
- soledad
- náuseas
- mareos
- diarrea o estreñimiento
Síntomas de la ansiedad
Cuando estamos ansiosos, podemos experimentar estos síntomas:
- ritmo cardíaco más rápido
- respiración más rápida
- sensación de intranquilidad o temor
- sudoración
- nerviosismo
- tensión
¿Qué es un ataque de pánico?
A veces hablamos de ataques de pánico a la ligera y es algo mucho más importante de lo que podemos pensar. Si alguien sufre uno suele padecer ansiedad, con independencia de que tenga una situación de estrés o no. Un ataque de pánico es miedo o ansiedad repentinos e intensos que pueden provocar falta de aire, mareos e incluso palpitaciones.
Suele durar de cinco a 20 minutos y hace que nos sintamos fuera de control, pudiendo pensar incluso que estamos sufriendo un infarto o que vamos a morir. Si nos sucede en alguna ocasión, debemos acudir siempre al especialista. Las intervenciones psicoterapéuticas pueden ayudar al paciente a controlar los síntomas durante los ataques y además favorecen la manera en la que el paciente se enfrentará a futuros ataques de pánico.
Combatir el estrés
Según el último estudio de Cinfasalud, nueve de cada diez personas encuestadas han sentido algún episodio de estrés en el último año, y cuatro de cada diez personas (42,1%) lo han hecho de manera frecuente o continuada. En la mayoría de los casos es suficiente con trabajar sobre el factor que nos estresa, ya sea un tema laboral, un problema de pareja… No significa que sea fácil de solucionar por lo que hay que desarrollar estrategias para hacerlos frente. Hay actividades que nos pueden ayudar a reducir las situaciones estresantes, como el yoga o un viaje que nos haga desconectar o aprender a hacer de ese estrés, algo positivo y que nos incentive.
¿Cuándo hay que pedir ayuda?
Nadie como nosotros mismos para valorar si una situación o una sensación nos está sobrepasando o nos está haciendo sufrir. Sentir cierto estrés o cierta ansiedad puntual no tiene que ser siempre negativo, ya que nos hace estar más alerta, pero cuando esto se alarga en el tiempo y nos impide llevar un día a día normal, es cuando debemos pedir ayuda. Como decíamos, sentir estrés ante un examen es normal, pero si ese estrés nos impide hacerlo por ‘miedo’, entonces tenemos un problema más importante.
Además, la ansiedad puede afectar a nuestra calidad de vida generando problemas para conciliar el sueño, problemas de concentración en el trabajo o en los estudios y hasta dificultades para relacionarnos con los demás de una manera sana y cotidiana. Es ahí cuando debemos pedir ayuda a un especialista y que nos de las pautas para que el estrés o la ansiedad no se ‘apoderen’ de nosotros.
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