Bajo una denominación algo ambigua y que tiene bastante de comercial, los hard seltzer han comenzado a introducirse en los lineales de nuestros supermercados. Bien sea con compañías cerveceras detrás o desde empresas dedicadas a los refrescos, su irrupción supone un nuevo agente que fluctúa en un limbo legal que le permite jugar con ciertas ambigüedades.
Es cierto que el etiquetado no engaña y los hard seltzers que encontramos en el mercado avisan de ser una bebida carbonatada con alcohol, a la que se añade generalmente zumos de frutas, y cuyo contenido alcohólico oscila entre el 4% y el 5%. Surgen así como respuesta comercial de los fabricantes de cerveza y refrescos para encontrar un nuevo nicho de mercado en un público joven que aún no consume alcohol pero que sí consume refrescos.
Bajo una apariencia divertida, juvenil y con un nombre teóricamente atractivo, han hecho acto de presencia con una cantidad corta de azúcar, pero suficiente para atraer a un consumidor que renuncia al amargor tradicional de la cerveza. En ese mismo matiz se mueven promocionándose como un producto con menos calorías, menos alcohol y menos azúcar, pero no siempre comparándose con veracidad con el mismo tipo de producto.
Tampoco, hasta el momento, le hace justicia el limbo donde se le suele encontrar en las plataformas digitales de compra de las grandes distribuidoras. Aparece así en el apartado cervezas o en categorías como 'cervezas especiales', donde convive con algunas saborizadas o con la también creciente moda de las sidras y ciders, que también llegaron para suplir ese hueco de bebida poco alcohólica como 'alternativa' a la cerveza.
Hard seltzer: vegano, sin gluten y bajo en calorías, pero ¿respecto a qué?
Es bastante frecuente encontrar en el etiquetado de los hard seltzer estos reclamos comerciales, apuntando a un público juvenil con cierta concienciación sobre el veganismo, sobre apostar por productos con el menor porcentaje de calorías posibles o por la funcionalidad 'sin gluten' como imán para celiacos, aunque también es cierto que se ha explotado comercialmente esta vía -no solo en este caso- como un camino más saludable (cuando ingerir gluten siendo no celiaco no es perjudicial)-
De esta última característica sí existe una enorme diferenciación de cara a la cerveza, que salvo excepciones 'gluten free', no es un producto que ni los celíacos ni los intolerantes al gluten pueden consumir. Hasta ahí, todo lógico porque no deja de ser agua carbonatada (en la mayoría de casos), alcohol (generalmente etílico y proveniente de la fermentación de la caña de azúcar) y saborizantes.
A ello se añaden azúcar, acidulantes, aromas naturales, correctores de acidez y potenciadores del sabor, una práctica habitual en la industria del refresco, por lo que estamos ante un producto que no necesariamente tiene matices de artesanal o de natural, sino que es absolutamente industrial.
La cuestión es que se mueve legalmente en una frontera que no está tan perfilada y que permite ciertas licencias para que la confusión, o al menos no una claridad palpable, pueda integrarse en su conquista del mercado.
Además, suele presumir también de una etiqueta vegana porque en su proceso no ha sido maltratado ningún animal o donde no se necesita ningún derivado de estos para su elaboración. Otra baza comercial bien jugada, ya que en las cervezas generalmente se utiliza cola de pescado para limpiar la cerveza -no todas-, pero la mayoría de cervezas industriales no se etiquetan como veganas, y también lo mismo que ocurre en el vino, que en muchos casos se filtra con albúmina de huevo.
Ni cerveza ni refresco: qué es un hard seltzer
El dilema del etiquetado viene por la legislación que la AESAN permite a la hora de que un producto se catalogue como bajo en calorías si 'solo se admite si aporta un 30 % menos que otro similar' explicaba Consumer. Por fortuna, este reclamo comercial ya ha ido superándose debido a esa ambigüedad que persigue al hard seltzer: ¿cómo va a tener un 30% menos de calorías que un producto similar si no hay un producto similar?
Se jugaba así con una baza ya corregida y que no figura a nivel promocional puesto que es cierto que tiene menos calorías que una cerveza convencional, y también menos azúcar que un refresco, pero porque en ningún caso hablamos del mismo tipo de producto.
Por así decirlo, estaríamos mezclando churras con merinas. Los hard seltzer presentan así unos dos gramos de azúcar en cada envase (generalmente de 330ml, lejísimos de los entre 15 gramos de azúcar de un refresco de naranja convencional o los más de 30 gramos del clásico refresco de cola), unas 100kcal (frente a las 140kcal de las bebidas de cola habituales, de las 270kcal de ese refresco de naranja o de las cerca de 600kcal que tendría un tercio o una lata de cerveza rubia nacional) y un volumen alcohólico que oscila entre los 4% y los 5%, aunque normalmente está entre los 4,5% y los 4,7%, al menos en las más populares.
Reúne así características suficientes para atraer a ambos mundos: menos alcohol que una cerveza, pero menos azúcar que un refresco, cuando la realidad es que sigue teniendo alcohol -recordemos que son calorías vacías- y que tiene más azúcar libre que una cerveza convencional (estas no suelen pasar del medio gramo por cada lata de 330ml), aunque éstas sí tienen hidratos de carbono, mientras que el hard seltzer solo incluye azúcares.
Lógicamente, tampoco se extrapola la lógica conclusión de ser más alcohólico que un refresco -algo que resulta obvio- y que a nivel etiquetado queda presente, pero donde de nuevo esa frontera comercial ha sabido reposicionarse en un renglón similar a las cervezas, las cuales además de su etiquetado, pueden también tener ciertas libertades a la hora de patrocinios deportivos o musicales.
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