La incontinencia urinaria es una de las enfermedades que provocan además de problemas de salud físicos, otros problemas de salud mental, ya que puede hacer que se produzca una sensación de vergüenza, así como una bajada de la autoestima en la persona que la padece.
Esta patología urológica afecta al día a día de más de seis millones de personas en España y tiene una prevalencia media estimada del 24 por ciento en las mujeres, aumentando al 30-40 por ciento en las de mediana edad, y del siete por ciento en hombres.
No se trata de una patología que se asocie con un aumento de la mortalidad de las personas que la padecen, pero sí deteriora sensiblemente la calidad de vida de quienes la sufren. Tal y como señala el doctor José Medina Polo, urólogo de ROC Clinic y responsable de la Unidad de Urología Funcional y Femenina, “la incontinencia limita la autonomía y reduce la autoestima”.
Sin embargo, solo dos de cada diez de las personas que la padecen consulta con los especialistas y únicamente el 16,7 por ciento recibe un tratamiento adecuado para acabar con ella.
La vergüenza, creer que es un proceso normal de la edad o pensar que no tiene importancia son los principales motivos por los que ocurre esto. Puede afectar de forma directa a las relaciones personales e incluso laborales e íntimas de quien la padece debido a esa sensación de apuro que produce.
Por eso, es necesario terminar con el tabú y cierto estigma que se relaciona con esta enfermedad y hay que acudir al médico en el primer momento que se noten los síntomas.
“El impacto psicológico y emocional es muy grande, ya que hace cambiar a los pacientes sus hábitos de vida. Les cambia la organización de actividades tan simples como ir al cine o hacer un viaje. También afecta a las relaciones sexuales, ya que muchas personas las evitan, al poder sufrir pérdidas en esos momentos. Todo ello hace mella, mermando la calidad de vida de los pacientes”, destaca el doctor.
Cómo sé si tengo incontinencia
Hay algunos síntomas que pueden ponernos en alerta y que en cuanto los notemos debemos acudir al médico. Él nos hará un estudio con varias pruebas para determinar si estamos ante un problema puntual o de mayor importancia. Muy atento si notas alguno de estos síntomas:
- Incapacidad para orinar. Cuando vamos a orinar, hay veces que quedan residuos y se da una obstrucción o los músculos de la vejiga son débiles y hacen que no se vacíe por completo.
- Dolor al orinar sin que haya una infección. Suele producirse por una inflamación de la uretra o la vejiga.
- Debilidad progresiva del chorro urinario con la sensación de no haber vaciado del todo la vejiga.
- Aumento de la frecuencia al orinar, sin una infección. Suele reducirse con un tratamiento hormonal adecuado.
- Necesidad de ir al baño con urgencia. Es la incontinencia de urgencia y se da cuando los músculos de la vejiga se contraen provocando escapes.
- Infecciones frecuentes urinarias durante la menopausia, algo que suele ser frecuente.
Tipos de incontinencia urinaria
En función de las causas que la originan y de cómo se manifiesta, podemos distinguir entre varios tipos de incontinencia urinaria. El primer tipo es la de esfuerzo, que consiste en la pérdida involuntaria de orina asociada a un esfuerzo físico que provoca un aumento de la presión intraabdominal.
Se manifiesta cuando los pacientes tosen, se ríen o estornudan. Entre las causas de su aparición están la edad, la obesidad y cualquier otro factor que pueda afectar al suelo pélvico, como los embarazos u operaciones como la histerectomía.
Menos conocida es la incontinencia urinaria de urgencia o vejiga hiperactiva, que supone la pérdida involuntaria de orina asociada a un fuerte deseo de orinar que no puede demorarse. Son pacientes que tienen ganas de orinar y sienten que deben ir con urgencia al servicio, pero, como no suelen tener problemas para retener la orina, no piensan que puedan presentar ninguna patología.
También existen otros dos tipos: incontinencia urinaria mixta, la pérdida que se presenta con urgencia y también al realizar ejercicios, esfuerzos, al estornudar o toser; y por rebosamiento, que es la producida cuando el volumen de orina en la vejiga supera su capacidad, y se asocia con trastornos con el vaciado de la vejiga.
La importancia de la detección precoz
Como en la mayoría de las enfermedades, detectarlas a tiempo es fundamental. Por eso, las revisiones periódicas son importantísimas y acudir al médico cuando se note algún síntoma es clave. Además, la incontinencia puede estar escondiendo otras patologías y por eso es importante acudir al urólogo. Es importante descartar, con la historia clínica y una exploración, que no haya prolapsos de órganos o patologías a nivel vesical, como un tumor de vejiga.
Del mismo modo, la detección precoz es clave, porque ayuda a una mejor calidad de vida del paciente. Para un correcto diagnóstico de la incontinencia urinaria se puede realizar un estudio urodinámico y una exploración física, así como un diario miccional. Estas pruebas indican cómo funciona y cómo se contrae tanto la vejiga como los músculos del suelo pélvico.
¿Qué tratamientos hay?
Los tratamientos para parar o reducir la incontinencia urinaria van desde terapias conservadoras como la rehabilitación, hasta la cirugía con material protésico, pasando por el empleo de toxina botulínica. No obstante, antes de poder plantear un tratamiento individualizado para cada paciente, el especialista debe realizar un estudio detallado de cada caso.
Por ello, es fundamental distinguir el tipo de incontinencia que presenta el paciente, ya que cada una tendrá un tratamiento específico, dado que el mecanismo por el que se produce se puede relacionar con el esfínter urinario y el suelo pélvico, o propiamente con la función vesical.
La incontinencia de esfuerzo se puede tratar con rehabilitación, obteniendo muy buenos resultados con un fisioterapeuta especializado en suelo pélvico, pero también con terapia láser por vía vaginal, que ayude en estados leves a fortalecer y colagenizar el suelo pélvico. Cuando no funcionen los tratamientos menos agresivos, se puede colocar una malla en la vejiga.
Por su parte, la vejiga hiperactiva se puede tratar con fármacos, además de con fisioterapia. Los medicamentos disminuyen las contracciones de la vejiga y cuando no funcionan las pastillas se puede administrar toxina botulínica, bótox, para disminuir las contracciones, ya que es un paralizante muscular.
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