Ligeras, refrescantes y coloristas, aún son una opción de lo más apetecible en este final de verano. La moda de la dieta mediterránea –que revalorizó aliños, verduras y hortalizas–, junto a la más actual tendencia saludable, ha asegurado el peso específico de las ensaladas en recetarios y restaurantes.Pero su ‘amistad’ con el vino ya es otra cosa, especialmente si hablamos de ensaladas verdes de lechuga, rúcula, lollorroso, berros, canónigos… Es aquí donde se encuentra la mayor dificultad para armonizar con el vino. ¡Por una vez, y sin que sirva de precedente, afirmamos que un vaso de agua sería perfecto! Pero vamos al más difícil todavía.
Vino y ensaladas: pasiones encontradas
Ya no es sólo el sabor herbáceo y algo agrio de lechugas y similares, sino el protagonismo de otro compañero consustancial a las ensaladas verdes: el vinagre, uno de los peores enemigos del vino por su excesiva acidez. Si se añade, preferiblemente de vino blanco y con calidad. En líneas generales, rosados y blancos serían los más indicados. Y siempre vinos de gusto delicado y variedades de uva poco potentes. Si hablamos de blancos, la uva sauvignon blanc o la gewürtztraminer harían un buen papel ya que ambas son ligeras; el tono algo (sólo algo) dulzón de la gewürtztraminer facilitará la armonía. Y así como los dulces crean armonías extrañas y deliciosas (como con los quesos azules), ¡éste no sería en absoluto el caso!.
Adiós a los espumosos y arriba la manzanilla
Lo mismo ocurre con los malvasías (secos) o el pinot gris, una uva que en su mayor parte procede de Italia. La uva albillo, ahora tan de moda, es una uva bastante neutra que sería plausible compañera. Eso sí, nunca deben tratarse de blancos con madera, como los fermentados en barrica o aquellos que tengan alguna crianza. Un vino rosado ligero- otra vez abogamos por la baja intensidad en boca-, sería perfecto.
Con un fino no excesivamente recio podría hacer una buena pareja, aunque éste es un maridaje que habría que tomar con prudencia
Y olvidemos los espumosos de cualquier tipo: nunca alcanzarían el nivel, ni siquiera para limpiar la boca. Curiosamente, las notas salinas de la manzanilla no acompañarían mal. También con un fino no excesivamente recio podría hacer una buena pareja, pero este es un maridaje que hay que ver con prudencia y no siempre resulta.
Dos vinos perfectos para ensaladas
El inmenso mundo de los vinos da muchas sorpresas si se trata de combinaciones difíciles como ésta. Y la intuición de cada uno en este difícil maridaje resulta fundamental. Aquí traemos dos vinos que, en esta complicada tesitura, podrían hacer una buena armonía.
1) Finca Río Negro Gewürztraminer 2018
- B. Finca Río Negro/ V.T. de Castilla
- PVP recomendado: 13,50 euros
Un blanco monovarietal criado sobre lías durante cuatro meses que se elabora en Cogolludo (Guadalajara). La uva se cultiva a 1.000 metros de altitud y es uno de los más elevados del centro de España. Aromático, fresco y con toda la singularidad de la gewürztraminer.
2) Alegra de Beronia 2018
- B. Beronia/ D.O. Ca. Rioja
- PVP recomendado: 20 euros
Es la última novedad de esta bodega, enclavada en la subzona de Rioja Alta. Un rosado de tono pálido, en la línea de lo que dicta la moda, que, aunque elaborado con garnacha y tempranillo, resulta sumamente ligero y suave. Recomendable servirlo a una temperatura de entre 8º y 10º.
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