La menopausia es un proceso biológico natural en el que los ovarios dejan de producir las hormonas femeninas, es decir el estrógeno y la progesterona, y también de liberar óvulos, lo que viene acompañado de muchos efectos secundarios no deseados como los temidos e incómodos sofocos, cambios de humor, problemas para dormir y aumento de peso.
Aunque se trata del momento en que la mujer deja de tener la menstruación durante al menos un año, los síntomas pueden comenzar meses o incluso años antes.
En España, la edad media en que las mujeres entran en esta etapa empieza a los 51 años y puede provocar efectos sobre su salud. Poco a poco, los periodos se van haciendo irregulares y esto puede durar desde dos a ocho años. Ya entre seis meses y un año antes de la menopausia, el nivel de estrógenos en el cuerpo de la mujer empieza a disminuir hasta que se detienen los ciclos menstruales.
Durante los primeros dos años de la menopausia es cuando se sienten más fuertemente los síntomas que conlleva, por lo que es fundamental seguir las revisiones rutinarias y consultar de manera preventiva al ginecólogo cuando empecemos a notar los primeros cambios en nuestro cuerpo.
Eso sí, debemos saber que la menopausia no es una enfermedad y no hay que sentir pudor por llegar a esa etapa vital. Tiene sus inconvenientes, pero como en el resto de etapas de la vida, solo hay que ir adaptándose a ellas. Lo más importante es mantener la calidad de vida que deseamos a pesar de los cambios que pueden ir produciéndose en nuestro cuerpo.
La menopausia afecta a tu piel
Entre los efectos secundarios de la menopausia los encontramos en la piel. Aparecen más arrugas, sequedad, enrojecimiento o deterioro en la cicatrización de las heridas. Esto se debe a que los estrógenos disminuyen y provocan esos efectos visibles.
“Las mujeres empezamos a perder colágeno a partir de los 20 años pero no es hasta la menopausia cuando esta pérdida se hace mayor, al igual que de glicosaminoglicanos y agua, y asciende hasta el 20 o el 30 por ciento. Como el estrógeno también interviene en la producción de grasa, su disminución hace que la dermis se vuelva más seca y fina, más propensa por tanto a sufrir hematomas y desgarros”, nos explica Esperanza Sáenz, responsable de imagen de Nezeni Cosmetics.
Por eso, conviene usar siempre protección solar (incluso en invierno), hidratar bien la piel porque se retiene menos agua e incluir las vitaminas C y E en nuestra rutina diaria de cremas ya que ayudan a la producción de colágeno.
Pelo más débil
Este es otro de los efectos de esta etapa en la mujer. El pelo empieza a caerse más de lo normal y se nota más débil y fino. Pero eso no es todo, al disminuir las hormonas femeninas, aumenta la hormona masculina, o sea la testosterona, y esto puede producir vello corporal en mejillas, barbilla, cuello y pecho.
Aumento de peso
A partir de los 50 años, es habitual aumentar el peso y que cambie la redistribución de la grasa corporal, por lo que se suele notar que aumenta la grasa en zonas como el abdomen o los glúteos. Se siga o no un tratamiento hormonal para contrarrestar los efectos, en la menopausia, el metabolismo basal se ralentiza y aunque se haga la misma actividad que antes, la cantidad de calorías que se gastan por el organismo disminuye, por lo que se puede ganar peso. Ante esto, es muy importante llevar una vida saludable, una alimentación equilibrada y practicar ejercicio de manera habitual.
Los dientes y las encías
El tejido conectivo de las encías y los dientes también se puede debilitar y hay que estar muy atento porque puede provocar caída de piezas y problemas importantes en las encías. Una visita cada seis meses al dentista para una revisión puede evitarte muchos sustos.
Así reaccionan los genitales
El aparato genital femenino puede sufrir una atrofia y pueden darse además anomalías urológicas que conviene tener controladas por un médico especializado en estos asuntos. Al reducirse el número de estrógenos, esa zona se resiente de manera notoria y puede dar lugar a sequedad vaginal y a un aumento de las infecciones urinarias.
La primera puede provocar que las relaciones sexuales sean incómodas e incluso dolorosas, pero con un lubricante adecuado, la situación suele mejorar. También se puede dar una disminución en el deseo sexual por el mismo motivo, por lo que siempre es bueno consultarlo con el médico para que nos de las pautas que debemos seguir.
Desde el punto de vista urológico, pueden aparecer problemas para orinar, que se tengan ganas de orinar con más frecuencia (sobre todo por las noches) o tener incontinencia urinaria al hacer algunos esfuerzos sencillos como correr, toser o estornudar.
¡Ojo a tus huesos!
Sin duda, los huesos y las articulaciones son los más perjudicados. No vemos los efectos como en el caso del pelo o la piel, pero la ausencia de estrógenos, un protector esencial para los huesos, aumenta la falta de calcio y puede causar osteoporosis. Esto hace que los huesos se vuelvan más frágiles, se puedan producir más roturas y les cueste, obviamente, más volver a su estado natural. Por esto es muy importante consumir alimentos con un alto nivel de calcio y hacerse analíticas periódicas para controlarlo y, si es necesario, tomar algún suplemento, siempre que nos lo recete el médico.
Problemas cardiovasculares
Antes de la menopausia las mujeres tienen una incidencia de problemas cardiovasculares mucho menor a la de los hombres, pero al llegar a esta etapa vital, el cambio en el metabolismo hace que disminuya la producción del colesterol bueno y aumente el malo. Por eso, las analíticas periódicas, un estilo de vida saludable (sin grasas, ni alcohol ni tabaco) y una visita al cardiólogo al año, nos evitarán problemas importantes.
Cuida tu estado de ánimo
No es un efecto físico ni visible como los otros, pero sí es algo que afecta y mucho a las mujeres en esa edad. Los cambios hormonales hacen que muchas se sientan con mayor irritabilidad, más apáticas ante situaciones que antes les estimulaban e incluso tristes y con tintes depresivos. A esto se le suma que pueden darse dolores de cabeza y dificultad para concentrarse, así como fatiga generalizada.
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