No hay cocina donde no se conozca la harina. Utilizamos este ingrediente para todo tipo de platos y elaboraciones, recurriendo a ella hasta cuando no la necesitamos. Una pieza fundamental en muchos de los platos actuales, así como también lo era hace años, puesto que su particular historia se remonta hasta unos 8.000 años atrás. Fueron los romanos quienes crearon las primeras máquinas, por ejemplo, con las que se empezó a producir este polvo en cantidades considerables, aunque hay registros que apuntan un consumo previo a base de granos integrales molidos con piedras.
Este producto presenta diferentes usos, bien dentro de la cocina como fuera de esta, gracias a sus aportes en fibra, sus proteínas particulares o el hierro, entre otros. Al amasar el polvo con otros ingredientes (como agua, huevos, leche, sal, levadura o manteca) se obtiene una masa lista que cada panadero moldea al gusto del cliente a través de un abanico indefinido de manjares dulces y salados que hacen del pan, a su vez, el compañero perfecto para las comidas y el mejor aliado para el día a día para niños y adultos.
Aunque existen diferentes tipos de harina, la más habitual de todas es la harina de trigo. Su color blanquecino es el resultado de la separación de la cáscara y el germen del trigo; un proceso que permite trabajar con mayor comodidad pero que, por el contrario, supone la pérdida de la mayor parte de sus nutrientes. Es por ello que se recomienda otro tipo de cereales para un consumo de harina más frecuente, como el centeno, la cebada, la avena, el maíz o el arroz.
Cada tipo de harina contiene mayor o menor proporción del grano, según se deseche mayor o menor cantidad en su proceso de elaboración (lo que se conoce como grado de extracción). De este modo, cuando hablamos de un 90% de grado de extracción, por ejemplo, tendríamos en mente una harina que contiene un 90% del cereal completo y en la cual se ha desechado un 10% del germen. De esta manera, la harina integral, la más recomendada por los profesionales, sería la producida con el 100% del grado de extracción.
Sin embargo, estudios recientes han evidenciado los beneficios que pasan desapercibidos característicos de otro tipo de harina, la cual podría sustituir a la de trigo en un futuro no muy lejano.
La harina de nuez, la alternativa perfecta para el consumo de pan diario
Se trata de la harina de nueces, rica en nutrientes e ideal para quienes siguen, además, una dieta sin gluten. Así lo apunta la revista Foods en uno de sus últimos estudios donde la base partía de comprobar que la manipulación de este ingrediente daba lugar un pan bajo en carbohidratos (o al menos con menos que la harina de trigo). Sin embargo, y para sorpresa de los investigadores, la harina de nueces demostró presentar otros beneficios para la salud humana, de tal modo que su recomendación es aún mayor.
El ensayo en cuestión revela que reemplazar el pan de trigo por pan hecho con harina de nuez resulta, confirmando la hipótesis inicial, una opción baja en carbohidratos, pero también cuenta con una menor pérdida de masa durante la cocción y un mayor volumen comparado con el tradicional, lo que reduce el riesgo de padecer algunas enfermedades, según remarcan los investigadores.
La investigación, además, pone de relieve un aumento de minerales en el pan hecho con harina de nueces en comparación con el de trigo, aprovechando así que las nueces son ricas en calcio, magnesio y potasio, así como una mayor cantidad de proteínas y la presencia de antioxidantes más eficaces. En resumen, numerosos beneficios que deberían hacernos pensar antes de elegir cualquier pan que se nos ofrezca, pudiendo así reemplazar las harinas blancas y refinadas por nuevos granos que proyectan un cierto bienestar.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación