De todos los matices blancos o negros que están presentes en la vida de una pareja, el sexual es uno de los más importantes y menos hablados. Más aún cuando en la ecuación incluimos la incógnita del porno, entendido como visionado de contenidos, sobre el que aún pesan mantras que pueden llegar a catalogarlo de falta de confianza o atractivo en la otra persona, e incluso de rozar la infidelidad cuando su consumo se produce a espaldas de la otra persona.
Sin embargo, utilizado de forma racional y consensuada dentro de la pareja puede estar cargado de ventajas. Más confianza, más comunicación o nuevas ideas que pudieran surgir a través de esta exposición mutua, desmantelando así cualquier teoría que sostuviera que es por sí solo un elemento disruptor, capaz de hacer temblar los cimientos y el equilibrio de la relación.
En ese mismo sentido, conviene puntualizar qué consideramos porno y qué no, porque la visión social que de él hacemos no es la misma en el caso de ellos y el de ellas, como explica Cecilia Joyce, socióloga y portavoz de JOYclub, que explica que "cuando hablamos de porno generalmente nos referimos al cine pornográfico y, más concretamente, al heterosexual y comercial".
A su vez, deja otra pincelada en el ambiente para la reflexión, ya que, en sus palabras, "la industria ha sido vista siempre desde una perspectiva monolítica, como si toda ella representara una sola cosa: la represión de la mujer, la cultura de la violación y la hipersexualización y la mercantilización del cuerpo".
A ello se suma, según explica Lara Ferreiro, psicóloga de parejas y sexóloga de la plataforma de aventuras extramatrimoniales para casados Ashley Madison, la concepción que se ha tenido siempre como "tabú porque se considera algo prohibido, oscuro y sucio", donde ciertos estudios han concluido que el consumo excesivo podría afectar al funcionamiento de la vida sexual individual y de pareja
Es por ello que se plantea un debate que "genera sentimientos encontrados y muy polarizados en la población", donde es importante señalar que "la fantasía y el deseo son instintos inherentes al ser humano, generadores de la excitación sexual tanto a nivel indiviudal como en pareja", explica.
El porno dentro de la alcoba
En ese sentido, la psicóloga y sexóloga de Ashley Madison, sostiene cómo debiera ser ese uso dentro de la pareja, donde "la clave es que sea un consumo sano y mesurado, y que de forma conjunta, puede ser un buen complemento para su vida sexual", desmontando al mismo tiempo otro de las ideas preconcebidas: "verlo solo, sola o en pareja, no tiene por qué revelar ningún tipo de carencia".
En cualquier caso, sí deja otro perfil donde "un consumo excesivo o compulsivo, esto sí podría ser una muestra de ciertas carencias afectivas y sexuales o de ciertos deseos propios no bien canalizados".
Todo ello avalado con datos, y es que el consumo no es exclusivo de ningún sexo o edad, aunque hay diferencias, como las que nos explica Cecilia Joyce desde JOYclub. "Aproximadamente el 70% de los hombres y el 40% de las mujeres lo consumen. De hecho, el 93% de los hombres jóvenes y el 62% de las mujeres jóvenes lo hicieron antes de cumplir los 18 años", afirma, pero por qué recurrimos al onanismo incluso en pareja.
"Primero, por la necesidad de autoexploración y de autoconocimiento. La sexología ha demostrado que, para disfrutar de encuentros sexuales más placenteros, es necesario conocer las respuestas del propio cuerpo ante los estímulos", especifica mientras deja otra pregunta para esa respuesta.
"¿Cómo voy a saber cómo quiero que me toquen, si no sé cómo tocarme a mí misma? El placer es responsabilidad de uno mismo, no de nuestros compañeros y compañeras sexuales", comenta, de hecho, menciona que "no hay mejor forma de conocer a nuestra pareja sexual que viéndola masturbarse", ya que la masturbación conjunta puede ser una excelente herramienta para aprender qué le gusta al otro y cómo le gusta
Más allá, habla de la aparición de un denominado "porno para parejas", donde su uso para entrar en calor es algo muy recurrente y donde, añade Cecilia Joyce, "algunas investigaciones parecen demostrar que el uso de material explícito en pareja puede ser educador sexual muy constructivo".
Realidad vs expectativas
A la hora de hablar de porno compartido no solo hemos de pensar en la otra persona, sino en nosotros mismos, y también en el condicionamiento que hagamos de él. En la opinión de Cecilia Joyce, existen "investigaciones que demuestran que el consumo puede ser positivo para nuestra calidad y apertura sexual, nuestra capacidad para disfrutar de mayor excitación física o del conocimiento de nuevas técnicas sexuales".
Lo cual no quiere decir que no nos pueda también llevar a equívocos o a decepciones, dando ciertos ejemplos como "si lo vemos demasiado temprano o si es nuestra única fuente a la información sexual, probablemente tengamos problemas durante nuestros encuentros sexuales. Por ejemplo, el miedo a no dar la talla (literal o metafóricamente) en hombres puede generar problemas de disfunción eréctil".
Aunque, en cualquier caso, la sexóloga y portavoz de JOYclub comenta que "factores relacionales, como la posibilidad de disfrutar de mayor intimidad o comunicación sexual con otras personas durante los encuentros sexuales, pueden verse afectados negativamente", sobre todo por "la falta de una educación sexual profunda que permita compensar aquellos mensajes dañinos que transmite este material", en un sentido parecido a que "la exposición en edades demasiado tempranas provoca efectos negativos a largo plazo".
Todo ello lo sintetiza en comprender qué es y que "debemos tener claro que lo que vemos es una ficción orquestada bajo la batuta de un director o directora que nos enseña lo que nos quiere enseñar", por lo que no posiblemente nos llevemos decepciones que den lugar al fracaso si "esperamos parecernos a lo que vemos, como cuerpos idealizados u orgasmos fáciles de alcanzar".
Del estereotipo a lo compartido
"El porno convencional está lleno de estereotipos. Hay que saber identificar qué de lo que se ve es ficción y qué no", sintetiza Lara Ferreiro, de Ashley Madison, que explica cómo introducirlo en una relación satisfactoria a nivel sexual y emocional: "ambos miembros de la pareja tendrían que estar de acuerdo e ir llegando a acuerdos sobre este tema donde se sientan cómodos".
En caso de que algún miembro de la pareja no quiera hacerlo, recomienda "evaluar las creencias asociadas que tendría esa persona respecto a esta práctica para no querer hacerlo", poniendo como ejemplo ideas que le han trasladado durante las terapias y que a veces reflejan baja autoestima como "me va a dejar de querer porque se va a fijar más en la mujer del vídeo que en mi o ella le va a gustar más que yo”.
En ese sentido, también pone sobre la mesa un hecho creciente: la facilidad de acceso. "A día de hoy, muchos hombres se relacionan de forma más frecuente con su ordenador, a través de la pornografía, que con una mujer. Ello les genera unas ideas distorsionadas sobre sus relaciones sexuales", sostiene.
Esto, a su juicio, genera una falta de referentes reales que "lleva a algunos hombres a guiarse por referentes irreales y tóxicos. La gravedad se acentúa porque ello se produce a una temprana edad, en un momento evolutivo crucial para su desarrollo psico-emocional", todo ello salpicado de expectativas inalcanzables o frustrantes. Para limitarlas, aporta un dato. "en las prácticas la duración media es de 30 minutos o una hora. En la realidad, según un estudio del Journal of Sexual Medicine, las relaciones durante cinco minutos de media -sin preliminares-".
Una buena salud sexual previa
Incorporarlo a la rutina de la pareja no es una píldora mágica, ni un rescate inmediato cuando la relación, ya sea sexual o sentimental, esté en horas bajas, por lo que Lara Ferreiro da ciertas pautas de cómo mantener esa buena salud sexual.
- Tener tiempo para poder dedicárselo a nuestra vida sexual. En un mundo con muchas demandas que gestionar donde el sexo suele ser una de las últimas prioridades.
- Comunicación erótica y emocional en pareja. Poder decir claramente lo que te gusta que te hiciera tu pareja o lo que no te gusta.
- Explorar fantasías nuevas y salir de la rutina.
- Poder. Hay muchas parejas que caen en la rutina sexual y no generan ganas de tener relaciones sexuales con su pareja porque piensan que es lo mismo que siempre.
- Hacer el juego del bote de los deseos eróticos. Cada miembro de la pareja tendrá que poner 10 fantasías o deseos sexuales que les gustaría hacer y cada semana harán un nuevo deseo del bote.
- Leer literatura erótica o ver vídeos eróticos. Estimular los sentidos visuales y auditivos puede ayudar mucho a fomentar la vida sexual.
- Para las personas que quieran ir un paso más allá y sientan que quieren mucho a su pareja pero que no la desean, podrán buscar un nuevo compañero.
En un sentido parecido, Cecilia Joyce también incide en ciertas pautas para que nuestro sexo sea mejor en pareja. Es el caso de "verlo juntos" porque puede ayudarnos a conocer esas fantasías o a 'entrar en calor'. En esa misma dirección, indica que "recurrir a contenido explícito puede fomentar la comunicación si utilizamos correctamente la herramienta. Podemos hacernos preguntas como: ¿Te gusta como se tocan? ¿Querrías que yo hiciera lo mismo contigo?.
Liberación y no culpabilizador
La presencia del porno en la pareja, más allá de su hipotética mala fama, tiene un efecto más aperturista, nos indica Lara Ferreiro, que asegura que "muchos de mis pacientes que gracias a estos vídeos consumidos de forma conjunta han podido inspirarse para reproducir ciertas prácticas o posturas que antes nunca se habían atrevido a hacerlas".
Además de que "el consumo puede generar un aumento de deseo sexual hacia la pareja", aunque matizando que no existan factores de riesgo como "conductas adictivas o que se utilice como mecanismo de evitación o de escape de la realidad".
En esos tópicos aparcados, Cecilia Joyce hace distinciones, ya que "no me refiero a la clasificación según la temática sexual (BDSM, tríos, MILFS, lésbico…)". Puntualizando que "eso simplemente son representaciones de nuestras fantasías, todas igual de válidas y que no hemos de considerar nunca como perversas o necesariamente parafílica".
Por ello, su apuesta está en "abogar por el porno feminista antes que el mainstream y creo que el primero es liberador en tanto que lucha por deconstruir y desafiar los roles tradicionales de género y las perspectivas entorno a la sexualidad. No es sólo estético, sino también ético".
Se produce así un equilibrio cambiante en el que ambos miembros de la pareja lo consumen, aunque su forma de hacerlo es distinta. "En un estudio llamado “Sex Education”, el 80% de los hombres y más del 50% de las mujeres lo ven para inspirarse para su vida sexual.
Con lo cual podemos deducir que es cada vez es más frecuente entre el público femenino", explica Lara Ferreiro, que también aclara que "el tipo que consume hombre y mujer es diferente. Las mujeres suelen consumir contenido de tipo lésbico ya que les parece menos agresivo que otros tipos".
Ni detonante, ni elemento de desgaste
La presencia del porno individualizado o de la masturbación en la pareja no tiene por qué ser un elemento de crisis, ni tampoco es por sí solo un disruptor de la relación. "Generalmente que este uso no suele ser el detonante principal de una ruptura o crisis de pareja, aunque hay en algunos casos que si. Es cierto, que hay parejas que sienten que su pareja les es infiel porque lo ha consumido", explica Lara Ferreiro, sexólogaa y psicóloga en Ashley Madison.
"Para muchas personas, este consumo puede ser el resultado de tener ciertas carencias en su vida sexual con su pareja", comenta, aunque los casos que provoquen rupturas por esto son mínimos, aunque generan ciertos conflictos derivados de "la inseguridad, el miedo a perder a la pareja o a no ser deseado".
En una tendencia parecida, Cecilia Joyce explica que "una relación no 'detona' porque uno de los dos miembros lo visione", mencionando otras posibles razones como "hacerlo por la falta de comunicación y transparencia en el sexo, por tener una perspectiva poco natural y sesgada del placer, por no aceptar o empatizar con la sexualidad del otro y no querer que nuestro compañero o compañera se excite con imágenes de otros cuerpos". En todo caso, sí explica que "puede pasar es que uno de los miembros de la pareja tenga fantasías frustradas (sacadas de lo que ha visto en la ficción) y que no encuentre en la otra persona con la que compartirlas y llevarlas a la realidad".
Como última fase, Lara Ferreiro sintetiza en un heptálogo de reglas para un consumo saludable dentro de la pareja.
- Haya una conversación previa sobre lo que para cada uno representa el consumo tanto a nivel individual como de pareja.
- Ambos estén de acuerdo en consumirlo en pareja como juego sexual conjunto.
- Cuando estén viendo pornografía juntos que se miren a los ojos, que interaccionen entre ellos y que el visionado del vídeo sea más como un complemento.
- Si alguno de los dos se sienten mal o tienen miedos que los puedan trabajar en pareja y verbalizar.
- Si sienten celos, que lo comuniquen para poder desahogarse con su pareja y poder llegar a un pacto o norma de pareja.
- Cuando se piensan en fantasías es mejor que esté involucrada la pareja.
- Saber que las escenas que se pueden ver, como ocurre con las sustancias adictivas, que generan altos niveles de dopamina, lo cual puede alterar el sistema natural de recompensa de la dopamina e inutilizarlo de cara a fuentes de placer naturales.
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