Los problemas sexuales afectan de igual manera tanto a hombres como a mujeres (el 40 por ciento de las mujeres y entre el 20 y 30 por ciento de los hombres tienen al menos una disfunción sexual). Cada persona es un mundo y también en asuntos relacionados con el sexo es difícil generalizar, pero hay algunos trastornos que tienen que ver con la actividad sexual que se plantean con más frecuencia y que es necesario conocer cuáles son síntomas, sus causas y cómo buscar soluciones para acabar con ellos.
Esos problemas que tienen relación con nuestra sexualidad se clasifican en un principio según su origen. Pueden ser fisiológicos (relacionados con alguna parte de nuestro cuerpo o un problema físico), psicológicos o sociales y en muchas ocasiones varios de estos orígenes pueden estar conectados, es decir, que uno puede llevar al otro, y viceversa.
Los menos habituales son los fisiológicos, ya que afectan a una minoría con enfermedades que tienen que ver con los genitales, por ejemplo. Pero sí que hay patologías o enfermedades (como la obesidad o el cáncer y algunos tratamientos, entre otras) que pueden provocar trastornos puntuales en la sexualidad, influir en la calidad de las erecciones o en el deseo sexual.
Por el contrario, los más frecuentes tienen mucho que ver con causas psicológicas y emocionales, ya sea por un trauma del pasado, por una educación sexual equivocada o por la existencia de creencias sobre el sexo que no se corresponden con la realidad y provocan inseguridades y miedos irracionales.
Provengan de donde provengan, estas disfunciones sexuales impiden el desarrollo de una vida erótica plena y pueden producir ciertas ansiedades que podrían terminar siendo muy importantes y alargarse en el tiempo si no se tratan a tiempo. ¿Cuáles son los problemas que se dan con más frecuencia?
Ausencia de deseo sexual
Esta disfunción puede afectar a hombres y mujeres por igual, aunque en la edad madura es más probable que se de en las mujeres. Las causas de la falta de deseo sexual son muchas y variadas. Puede haber un origen biológico si la persona está sometida a algún tratamiento médico para terminar con alguna enfermedad y también por desarreglos hormonales, por ejemplo durante la menopausia en el caso de las mujeres.
La caída en la libido también responde a problemas psicológicos y relacionados con el estrés. Cuanto más estresados estamos o más carga emocional asumimos, menos ganas de mantener relaciones sexuales se tienen. Olvidarnos de esto puede llevar a que este problema se alargue mucho en el tiempo para dar prioridad a otros asuntos del día a día. En épocas de mayor estrés o situaciones de ansiedad, el sexo queda relegado al último lugar de las prioridades de muchas personas.
Para solucionar esta disfunción, lo primero es darnos cuenta de lo que nos está sucediendo. Si es por un tema físico o por tomar algunos medicamentos, lo mejor es acudir a un especialista que nos explique cómo afectan esos medicamentos a nuestro organismo y cómo podemos contrarrestarlos para que nuestra libido vaya poco a poco en aumento.
Si se trata de un momento de estrés puntual, plantéate qué es lo que te estresa, identifica dónde está esa fuente de ansiedad y no te presiones. Trata de tomarte las cosas con más calma, dejar unos minutos al día para hacer algo que te gusta y buscar algún método de relajación efectivo como el deporte, el yoga o la respiración consciente que te hagan desconectar.
En una relación de pareja, comunícate, explícale lo que te sucede y pide que te ayude. Si no hablas con la otra persona, puede llegar a pensar que ya no tienes interés en él y no comprenderá lo que realmente te está sucediendo. Juntos podéis incluso ir a terapia de pareja para mejorar ese aspecto de vuestra relación.
Dificultades para la excitación
De nuevo son muchas las causas que pueden hacer que se sienta dificultad para excitarse ya sea solo o en pareja. El origen de este trastorno puede ser desde la ansiedad y la depresión (y los medicamentos para tratarla si hablamos de una enfermedad clínica), a los problemas de pareja, agotamiento físico, un nivel bajo en las hormonas sexuales (como durante la menopausia, para lo que tu médico te puede recetar algún tratamiento adecuado a tus circunstancias), medicamentos para tratar la presión arterial elevada o el cáncer, o incluso en algunas fases del embarazo y el postparto.
Es importante acudir a un sexólogo y ser totalmente sincero con él para que pueda ayudarte. Si tienes pareja fija o esporádica, coméntale lo que te sucede y alargad el tiempo de los preliminares, proponed algún juego erótico o el uso de algún juguete erótico (siempre todo de mutuo acuerdo) y probad nuevos estímulos que hagan que la excitación aumente poco a poco. Si estás solo, es fundamental estar relajado a la hora de mantener una relación sexual. El autoconocimiento de tu cuerpo es clave para solucionar este problema, por lo que trata de identificar qué es lo que te gusta y te excita y ponlo en práctica sin tabúes.
Además, existen algunos ejercicios que pueden ayudar, como son los de Kegel, que fortalecen los músculos que rodean los genitales, o la fisioterapia para el suelo pélvico. Llevar una vida saludable en la que no haya alcohol ni tabaco y practiques algo de ejercicio cada semana que también favorece la relajación y, con ello, la lubricación durante el coito.
Problemas sexuales para llegar al orgasmo
En este trastorno hablamos de dificultades para llegar al orgasmo o tener satisfacción sexual así como una posible falta en el control eyaculatorio (ya sea precoz o retartada). En el caso de las mujeres (de un 10 a un 15 por ciento jamás ha tenido un orgasmo), entre los factores que pueden afectar se encuentran desde un aburrimiento en la actividad sexual al estrés, falta de conocimiento, una actitud negativa adquirida ante las relaciones o también otros más físicos como algunos fármacos o desórdenes hormonales.
Si hablamos de los hombres, la eyaculación tardía o precoz puede deberse a medicamentos, ciertas enfermedades crónicas y cirugías, y también a causas psicológicas como la ansiedad o la depresión. Este trastorno se produce menos en hombres jóvenes y en ambos casos puede llevar a una disminución del placer sexual y a un mayor estrés ante una situación en la que no se puede llegar al clímax de forma habitual.
Además de consultar a un experto, una vez que hemos detectado el problema, lo mejor es tener confianza con la pareja para contarle lo que nos pasa, dedicar más tiempo a los estímulos sexuales y así aumentar poco a poco la excitación que nos haga llegar al final con mayor satisfacción.
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