Si estás leyendo esto y eres infiel, vas a entender por qué le pones los cuernos a tu pareja por mucho que la quieras. Y si has sido el damnificado, también.
La infidelidad es un tema complejo y difícil de entender. Todos prometemos ser fieles y mantener la exclusividad sexual. Nos juramos amor eterno. Nos casamos y creamos vínculos emocionales, materiales y humanos. Y de pronto nos encontramos en una cama ajena acostándonos con alguien que no es nuestra pareja.
Quiero a mi pareja y me siento feliz, entonces ¿por qué no puedo evitar ser infiel?
Creemos que es porque algo falla en la relación, por aburrimiento, por salir de la rutina, por falta de sexo, pero no tiene nada que ver con la persona a la que queremos ni con la relación, sino con nosotros mismos.
Por qué somos infieles
El ser humano no es perfecto. Solemos confundir la emoción con el sentimiento. Puedes seguir amando a tu pareja (sentimiento) y sentir atracción por otra (emoción). Es inevitable, por muy enamorado que esté uno y a gusto en su relación, experimentar atracción sexual por otra persona.
Es aquí cuando empieza el problema: los hay que se constriñen y/o no les apetece (fieles) y los hay que sucumben y/o no logran evitarlo (infieles). Pero, lo curioso del asunto, es que los cuernos no se ponen por (ni para) el sexo, sino por la sensación de pérdida de identidad.
Los cuernos no se ponen por el sexo, sino por la sensación de pérdida de identidad
Cuando comenzamos una relación, nos mimetizamos con el otro y comenzamos a adoptar costumbres, roles y gustos que nuestro 'yo soltero' no tenía. Nos convertimos en otras personas. Y si hay hijos de por medio, más aún. Ya no eres solo tú: ahora eres 'el padre de' y 'el marido de' (o la mujer y madre).
Esta pérdida de identidad es la que la recuperamos al tener una aventura. Puedes volver a ser solo tú, el que eras antes de iniciar tu nueva vida.
No tiene que ver con el sexo
Esto es justo lo que defiende la psicoterapeuta Esther Perel en su libro State of Affairs: "A veces, cuando buscamos la mirada de otra persona, no estamos apartándonos de nuestra pareja, sino de la persona en la que nos hemos convertido. Más que otro amante, lo que buscamos es otra versión de nosotros mismos".
Cuando buscamos la mirada de otra persona, no estamos apartándonos de nuestra pareja, sino de la persona en la que nos hemos convertido
Esta huída de nosotros mismos nos lleva a escoger amantes que nunca querríamos como pareja: "Algunos se sienten atraídos por el recuerdo de la persona que fueron en otro tiempo. Hay otros cuyos sueños los llevan a la oportunidad perdida, el amor que dejaron marchar, la persona que podrían haber sido (...) Las aventuras nos ofrecen un atisbo de esas otras vidas, del desconocido que llevamos dentro. El adulterio es la venganza de las posibilidades desechadas".
Búsqueda del 'yo perdido'
La reconexión con quienes somos realmente es la auténtica razón por la que somos infieles. Y tienen más posibilidades de serlo aquellos que están metidos en una relación asfixiante.
El escritor Alain de Botton lo explica: "En una relación demasiado estrecha podemos llegar a sentir la necesidad de demostrarnos a nosotros mismos que no todo lo que hacemos y toda nuestra existencia es propiedad de nuestra pareja, que somos todavía deseables para el mundo exterior e independientes".
En una relación demasiado estrecha podemos llegar a sentir la necesidad de demostrarnos que somos todavía deseables e independientes
La psicóloga Sonali Gupta sigue la misma línea: "En mi experiencia, tanto con hombres como con mujeres, les he escuchado describir las razones que les llevaron a tener una aventura: 'He descubierto una parte de mí mismo que creía que había perdido".
Como vemos, en realidad ponemos los cuernos de una manera narcisista: no tiene nada que ver con la pareja ni con la relación. Quizá ahora entiendas, lector, un poco más el tedioso tema de la infidelidad, que, visto así, se puede hasta perdonar. (Ojo, desde aquí no recomendamos ni la infidelidad ni perdonarla, pero cada uno el libre).
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