La rosácea es una enfermedad crónica que afecta principalmente a las mujeres de más de 30 años y con fototipos de piel 1 y 2. Este problema lo padecen hasta 45 millones de personas en todo el mundo y se puede desencadenar por diferentes factores de muy diversa índole. Los tratamientos naturales a base de aceites pueden ayudar a reducir su efecto sobre la piel.
Pero antes de entrar en las soluciones, debemos conocer qué es, cómo y por qué se produce la rosácea.
Estamos hablando de un trastorno inflamatorio facial que provoca erupción cutánea, cuperosis (la aparición en el rostro de pequeñas rojeces, irritaciones y capilares dilatados, en forma de filamentos), telangiectasias (arañas vasculares o pequeños vasos sanguíneos dilatados que pueden aparecer cerca de la superficie de la piel o de las membranas mucosas), sensación de quemazón y granitos en la piel de los pómulos, nariz, mentón y frente.
A veces se confunde rosácea con cuperosis, ya que suelen estar asociadas de manera que la mayoría de las primeras llevan implícito un aumento en el tamaño de los capilares de la dermis. En la cuperosis se observa un aumento en el tamaño de los capilares de la piel formando telangiectasias y/o arañas vasculares bien definidas, que predominan en pómulos, región nasal y mentón. En muchas ocasiones se asocia a un aumento de la rojez difusa, sensación de calor y/o ardor con los cambios de temperatura.
En la rosácea, además de las telangiectasias, existe una marcada eritrosis (aumento de la rojez difusa), con inflamación general de la piel, por lo que pueden existir otras alteraciones asociadas como granos, ulceraciones, conjuntivitis o nariz roja, entre otras. Por este motivo, se recomienda siempre consultar a un dermatólogo para que nos confirme el diagnóstico.
¿Por qué se produce la rosácea?
Factores genéticos de ciertas enzimas en la piel, una infección bacteriana del intestino, la toma de ciertos medicamentos o tratamientos muy agresivos pueden desencadenar el inicio de esta enfermedad. Según la Sociedad Nacional de Rosácea, el estrés, los cambios de temperatura y de estación, o la exposición solar excesiva pueden originar la aparición de la rosácea y la cuperosis, dos afecciones que se manifiestan en la piel mediante el temido ‘flushing’ o enrojecimiento de la piel.
Es en la edad adulta cuando se produce (entre los 30 y los 50 años cuando se da con mayor frecuencia) y predomina en las mujeres con pieles muy claras que se broncean poco o nada. La rosácea suele ir asociada a otras manifestaciones cutáneas. Algunas de ellas están ligadas a la misma rosácea (irritación, deshidratación, sensación de picor, piel irregular, acné…). Otras pueden aparecer como consecuencia de otras alteraciones cutáneas como dermatitis seborreica, léntigos (manchas benignas en la piel), melasma (manchas oscuras de color marrón localizadas y distribuidas en áreas expuestas al sol).
¿Cómo prevenirla?
La alimentación vuelve a jugar un papel fundamental también para prevenir esta enfermedad cutánea o mejorar su aspecto si ya la tenemos. En nuestro frigorífico no deben faltar vegetales y hortalizas (muy recomendables: espárragos verdes, brócoli, alcachofas, rábano, zanahoria, patata, berenjena, calabacín, calabaza, achicoria, cebolla, ajo, puerro, canónigos, hinojo, algas y garbanzos sin piel) y frutas (apuesta por pomelo, naranja, kiwi, piña, papaya, pera, granada, fresas, moras, frambuesas y aguacate).
Incluye en tu dieta también semillas y frutos secos (nueces, pipas de calabaza, trigo sarraceno, almendras); hierbas aromáticas y especias (cúrcuma, mejorana, melisa, hierba luisa, tomillo, romero y perejil); pescados salvajes, carnes ecológicas y huevos ricos en omega 3.
No olvides beber al menos dos litros de agua al día y evita todo lo que puedas las comidas picantes, las bebidas alcohólicas, productos con azúcares refinados y harinas industriales y los refrescos. Las carnes adobadas, los quesos fuertes, el vinagre, los chocolates y algunos derivados lácteos pueden empeorar tu rosácea, por lo que controla bien lo que comes para saber qué alimento te perjudica más.
Según nos explica la doctora Ana Sánchez de Clínica Londres, “es recomendable seguir una dieta vasoprotectora, antioxidante y detoxificante, que además de calmar y mejorar el estado de nuestra piel, combata la inflamación intestinal tan propia de estas afecciones”.
Productos naturales para combatirla
Pero además de una alimentación saludable, hay que cuidar la piel con productos sin jabón (apuesta por el agua micelar), dermo protectores y calmantes para que siempre esté hidratada y protegida del sol (en cualquier época del año). “Los cambios de estación, temperatura y humedad empeoran la rosácea, siendo más evidente en invierno, ya que el frío deshidrata e irrita la piel, como lo hace el ambiente seco en edificios con calefacción alta”, explica la doctora.
A estos consejos podemos sumarle la ayuda de la acupuntura y la nutricosmética, que pueden ser muy útiles para luchar contra este problema que a tantas personas afecta (eso sí, siempre consulta con un dermatólogo sobre los tratamientos más adecuados para ti, ya que estos productos naturales servirán como ‘ayudante’ de ese tratamiento terapéutico).
Uno de los aliados con los que calmar el problema es el té verde. Este tipo de té no fermentado es muy conocido por sus propiedades beneficiosas para la salud. Su capacidad curativa incluye su uso interno como infusión o su uso externo.
Ya puedes encontrar en el mercado cremas hechas a partir de extracto de hojas de té verde que ayuda a bajar los efectos de la rosácea y que además tienen un gran poder antienvejecimiento. Para aliviar la rojez o los picores, puedes preparar un emplasto en casa (haces una infusión, la dejas enfriar y cuando esté fría empapas una gasa y la aplicas por la zona afectada). Esto también lo puedes hacer con una infusión de manzanilla.
Otro producto natural que ha aumentado en popularidad en los últimos años es el aceite de coco, que es antiinflamatorio y muy hidratante, según un artículo del International Journal of Molecular Sciences en el que añaden que puede reparar la barrera cutánea. La forma de usarlo es sencilla: limpia la zona afectada y aplica una pequeña cantidad sobre la piel, luego haz un ligero masaje para favorecer la absorción. Deja actuar unos 10 minutos y aclara la piel.
También algunos aceites esenciales, que se sacan de los extractos de las plantas, son un complemento natural al tratamiento terapéutico que tengas. Uno de los más populares para tratar algunas afecciones de la piel es el de lavanda, ya que contiene ingredientes antioxidantes y antiinflamatorios, según una investigación de Evidence-Based Complementary and Alternative Medicine.
El aceite de jojoba, un arbusto originario de México, tiene beneficios para la piel y el cabello y se usa mucho en cosmética natural. Igual que los anteriores, cuenta con propiedades antiinflamatorias que pueden aprovecharse para patologías cutáneas.
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