Salud mental

Consecuencias de la ansiedad: del dolor de garganta al insomnio

La ansiedad puede provocar algunos problemas físicos que muchas veces no relacionamos con ella

La ansiedad es una reacción emocional ante ciertos estímulos o situaciones que podemos percibir como una amenaza o peligro. Puede producirse de manera puntual, pero cuando se trata de algo que perdura en el tiempo o que nos impide llevar a cabo tareas cotidianas o relacionarnos con los demás, es necesario acudir a un profesional que identifique las causas que están haciendo que sintamos esa angustia

La ansiedad es el trastorno psiquiátrico más importante en el mundo y, según la Organización Mundial de la Salud, más de 264 millones de personas en todo el mundo conviven con ella. Una ansiedad continuada puede suponer un gran perjuicio no solo para nuestra salud mental, sino también para nuestro cuerpo y podría llegar a producir ciertas dolencias o patologías que es conveniente identificar antes de que se conviertan en un problema más grave. 

Los síntomas que deben hacernos saltar las alarmas pueden ser de tres tipos: fisiológicos (palpitaciones, presión en el pecho, sudor excesivo, temblores, mareos, dificultad para respirar); cognitivos y emocionales (sensación de angustia, pensamientos negativos, dificultad para concentrarte o para tomar decisiones…) y conductuales (bloqueo, cambios en el sueño, problemas para comer, dificultad para relacionarnos con otras personas…).

Dependiendo del grado de ansiedad que se padezca, habrá unas consecuencias más o menos graves que se pueden manifestar a nivel físico y psicológico. Cuando se dan más de una de esas consecuencias, la persona puede sentirse incapaz de controlar y superar la situación en la que se encuentra.

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La ansiedad puede provocar desde dolor de cabeza a insomnio.Pixabay

Consecuencias físicas de la ansiedad

A largo plazo, los efectos físicos que puede tener la ansiedad pueden suponer un riesgo para la salud. Además de los ya mencionados, como las taquicardias o los mareos o esa dificultad para poder respirar con normalidad, hay otros que quizá no asociamos con la ansiedad pero que tienen mucho que ver. 

Uno de estos problemas es el dolor de garganta. Cuando nuestro cuerpo está estresado, se produce tensión y rigidez que hace que los fluidos que habitualmente circulan por la garganta no lo hagan con normalidad. Esto provoca sequedad en la boda y la garganta y puede provocar tos, problemas de ronquera o dolor de garganta. Algo similar sucede con el dolor de cabeza, que puede darse al producirse una situación de tensión que haga que los músculos se contraigan, sintamos más tensión en el cuello o los hombros y esto dé lugar a migrañas o jaquecas. 

A nivel físico se puede dar también un nivel alto de glucemia, ya que el sistema suprarrenal puede producir más cortisol y el hígado a su vez más glucosa como una respuesta automática a esto. Aunque no puede parecer importante, si nuestro rostro se pone más rojo que de costumbre es porque estamos ante un momento de tensión importante. Esto se produce por una redistribución en el flujo sanguíneo que puede hacer que sintamos más calor o al contrario, un sudor frío incómodo. Esto influye también en la sudoración, que aumenta con la tensión y puede dar lugar a infecciones cutáneas. 

Los cambios en el ritmo del sueño es una de las consecuencias más notables de la ansiedad. Cuando experimentamos dificultad para conciliar el sueño o nos despertamos de manera repentina varias veces durante la noche, puede ser como consecuencia de esa ansiedad. Dormir mal no solo afecta a nuestro cuerpo y hace que nos sintamos más cansados de lo normal, sino que también nuestra mente se resiente y hace que aparezca la fatiga mental, la falta de concentración o los pensamientos más negativos.

Consecuencias psicológicas

La ansiedad continuada puede paralizarnos y llevar nuestra mente a situaciones más graves. El miedo irracional ante situaciones supuestamente de peligro puede llevarnos a recluirnos en casa, a no mantener relaciones sociales normales o entrar en un estado de depresión muy importante. Puede provocar sentimientos de incapacidad o hacernos vivir momentos en los que la autoestima esté por los suelos.

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Antes de que la ansiedad se apodere de nosotros, hay que acudir a un profesional.Pixabay

Problemas a largo plazo

Los trastornos de ansiedad crónica pueden afectar a diferentes sistemas de nuestro organismo. Desde el cardiovascular, aumentando el riesgo de sufrir problemas de corazón y de hipertensión arterial; al respiratorio, ya que hay estudios que incluso hablan del asma como problema relacionado con la ansiedad; pasando por el sistema digestivo (diarreas, obesidad…) o el sistema nervioso (pérdida de memoria a corto plazo…) e inmunitario (más facilidad para padecer determinadas infecciones). 

Consejos para reducir la ansiedad

Si la ansiedad nos impide llevar una actividad normal, tenemos que acudir a un profesional que nos indique cómo debemos actuar. Pero hay algunos consejos que pueden ayudarnos a reducir la ansiedad puntual o un pico de estrés que pueda hacernos sentir cierto malestar o angustia. Uno de esos consejos es practicar deporte de manera habitual. Es una buena forma de canalizar la energía o el nerviosismo que se pueda sentir en un momento concreto y nos ayuda a descargar tensiones, dormir mejor y cambiar de aires durante unos minutos, haciendo que nos sintamos mejor física y mentalmente. 

Si al deporte le añadimos algún tipo de actividad relacionada con el arte, añadiremos una nueva técnica para relajarnos y manifestar además así nuestras emociones y sentimientos. Puede ser bailar, cantar o pintar, cualquier cosa que te sirva para distraerte y sentirte mejor. Por supuesto, hay una gran cantidad de técnicas de relajación muy sencillas que podemos poner en práctica siempre que lo necesitemos y en cualquier lugar. 

Es bueno no aislarse. Seguir manteniendo un entorno cercano en el que sentirnos libres y cómodos es fundamental para que esa ansiedad pueda mantenerse a raya. Hablar con personas queridas de aquello que nos produce algún tipo de preocupación puede ayudar a sentirnos apoyados y comprendidos y, por lo tanto, a sentirnos más liberados y tranquilos.

Hay toda una serie de ejercicios para liberar estrés muscular o tensiones que hacen que nuestro cuerpo se sienta como ‘agarrotado’; puedes aprender a respirar de forma consciente justo antes de dormir para relajarte y conciliar mejor el sueño o practicar alguna disciplina como el yoga que ayuda a soltar tus músculos y al mismo tiempo a concentrarte solo en tu cuerpo y en ese momento concreto.

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