Salud mental

Limerencia o cuando el amor es demasiado intenso

Cuando una persona sufre una atracción romántica hacia otra en la que siente una necesidad obsesiva de ser correspondido podría padecer limerencia

La limerencia es un estado mental a través del cual se manifiestan actitudes obsesivas por la persona de la que se supone se está enamorado. Vivir una relación sentimental y experimentar un sentimiento como el amor es una de las mejores cosas que pueden sucedernos en la vida, pero no siempre el amor muestra su mejor cara y vamos a explicarte cómo saber si estás ante una persona que en lugar de amor, siente obsesión. 

Conocido como amor obsesivo, la limerencia es, como decíamos, un estado mental en el que una persona muestra alteraciones u obsesiones por su pareja. Es una necesidad obsesiva por ser amado y correspondido que puede desencadenar y terminar siendo una relación tóxica cuando no se está ‘a la altura’ de lo que en su cabeza se ha generado. 

El término fue creado en 1970 por la psicóloga Dorothy Tennov que planteó por primera vez que hay personas que tienen emociones obsesivas por la pareja, sobre todo, en esos primeros momentos del enamoramiento o cuando se está conociendo a la otra persona. La psicóloga estadounidense publicó sus investigaciones y estudios en el libro Amor y limerencia: la experiencia de estar enamorado (Love and Limerence: The Experience of Being in Love), en 1979.

Hablamos entonces de obsesión y de excitación emocional que puede llevar a una euforia exagerada y a la desesperación que nada tiene que ver ni con el amor ni con una relación sana y feliz. Es un estado peligroso porque muchas veces se confunde con ese estado de euforia que se experimenta cuando empezamos a sentir algo más que cariño por otra persona. Pero debemos saber que hay muchas diferencias entre el amor puro y sano y la limerencia, que se manifiesta con conductas de apego demasiado marcado que puede ser algo patológico.

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La limerencia se manifiesta en forma de obsesión por el otro.Pixabay

Esta obsesión por ser amado y porque la otra persona sienta ese fuerte apego y esos sentimientos exacerbados por nosotros no es algo que se deba permitir en la pareja porque puede llevar a una relación muy desigual y tóxica. Con la limerencia aparece el miedo a perder al otro, a no ser correspondido y a la soledad. Y también hay celos, incomunicación y muchos reproches.

¿Por qué aparece la limerencia?

Las causas que llevan a una persona a sentir este amor obsesivo e insano son muy diferentes y puede empezar por el enamoramiento o por una simple atracción sexual e incluso por una amistad que poco a poco se va transformando en una obsesión. Estos comportamientos pueden ser generados por algunas experiencias pasadas e incluso a veces aparecen  tras un tiempo prolongado distanciado de la otra persona, momentos en los que se puede idealizar al otro y el tipo de relación que tenían así como un posible futuro que tal vez no llegará.

Suele darse en personas con tendencia a los comportamientos obsesivos y que no disfrutan del aquí y ahora, del presente. Para algunos expertos, la causa puede buscarse en la infancia, en el caso de niños que han sufrido situaciones complicadas o de baja autoestima en esa etapa vital que deriva en una búsqueda de ser amados a toda costa.

Síntomas de la limerencia

Debemos estar muy atentos ante cualquier señal que nos indique que estamos ante una persona con este problema o que nosotros mismos estamos manifestando algún síntoma que puede llevarnos a esa obsesión absolutamente tóxica y perjudicial. Ese deseo de ser amado puede hacer que la persona tenga siempre pensamientos en los que da vueltas a su relación constantemente y hasta se olvida de sí mismo para centrarse en el otro. Esas personas suelen hacer cosas para llamar la atención de su pareja, para estar en contacto constante con ella e incluso para tratar de manipularla llegando en casos extremos al acoso.

Puede provocar síntomas como el aislamiento, la timidez excesiva o un bajo rendimiento en el trabajo o los estudios ya que estará más centrado en el bienestar del otro que en el suyo propio. Encontramos también algunos síntomas físicos que se somatizan en forma de taquicardias, tartamudeo o timidez excesiva, sensación de nervios en el estómago, problemas de apetito o para poder conciliar el sueño con facilidad, sudoración y temblores o incluso ataques de ansiedad ante la posibilidad de sufrir un rechazo por parte de la otra persona.

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La limerencia puede llevar a problemas de concentración y ansiedad.Pixabay

Muy atento a las señales

Encontramos cinco señales claras de que puedes estar delante de alguien que padece limerencia. 

- Es fantasioso al extremo. Estará todo el día pensando en vuestro futuro en común, en lo que vais a hacer, en lo que no quiere que hagáis, en cómo te comportas ante determinadas situaciones… Eso le lleva a perderse en sus fantasías sin disfrutar del presente y sin vivir cada momento. Es una especie de pérdida de consciencia de la realidad que tiene alrededor.

- Al ver a la persona que supuestamente ama, se siente ansioso, pero no una ansiedad sana que nos entra a todos cuando tenemos una cita con alguien que nos gusta, por ejemplo, sino una ansiedad desmedida y exagerada ante un amor casi platónico. 

- La persona con limerencia idealiza al otro y le pone como si fuera un dios o una diosa. No ve sus cosas negativas y solo piensa en lo bueno de la otra persona. Es algo irreal e irracional. Se obsesiona por pensar que es su pareja ideal y que nada va a acabar con ese pensamiento. Además, se obsesiona por obtener el beneplácito del otro para todo porque para él esa persona es perfecta.

- Los celos son una muestra de que alguien siente esta obsesión. Para que una relación sea sana, debe haber confianza, libertad y honestidad entre los dos miembros. Si existen celos, no estamos ante un amor sano y feliz, sino ante una relación tóxica que no nos va a permitir desarrollarnos con libertad plena. 

- La persona es dependiente de la otra, la necesita hasta para respirar, y esto es algo muy perjudicial para uno mismo y para el otro, que puede sentirse ‘culpable’, sin serlo, en más de una ocasión al ver que el otro puede estar mal.

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