Salud mental

Consejos para ser más realista en tus objetivos (y así ser más feliz)

Tener objetivos es algo muy positivo pero debemos tener cuidado y no marcarnos metas demasiado complicadas para no frustrarnos si finalmente no podemos alcanzarlas

Marcarse objetivos en la vida es una buena forma de tener ilusión y pelear por lo que uno quiere. Pero ser realista en lo que nos proponemos es clave para evitar la frustración si lo que nos marcamos finalmente no es posible cumplirlo. Los propósitos que nos marcamos son importantísimos para continuar avanzando en los grandes proyectos de nuestra vida y para mantener un sentido de coherencia respecto a las aspiraciones que atesoramos.

Para alcanzarlos es fundamental “identificar con claridad qué es lo que deseamos conseguir, para lo cual deberíamos velar por que nuestros objetivos sean claros y que se ajusten a nuestras opciones actuales sin incurrir en un exceso de optimismo o de pesimismo. También hemos de ser conscientes de que la motivación, cuya naturaleza es siempre fluctuante, puede resentirse a lo largo del proceso, sobre todo a medida que este se dilata”, nos explica Joaquín Mateu-Mollá, doctor en Psicología y docente de la Facultad de Ciencias de la Salud en la Universidad Internacional de Valencia (VIU).

Para prevenir la erosión de la motivación lo mejor es “descomponer los objetivos grandes (cuyo logro se ubica en el largo plazo) en metas sencillas e inminentes, recompensándonos a cada paso que demos en la dirección oportuna para acabar conquistándolos en algún momento. Al fin y al cabo, no hay que olvidar que los pequeños refuerzos cotidianos son clave para no desistir y para mantener la energía orientada durante el tiempo necesario”, añade.

En el difícil camino que eventualmente se necesita recorrer para conseguir algo importante es muy posible que necesitemos el apoyo de quienes nos rodean, por lo que no debemos dudar en pedir ayuda a las personas en las que confiemos. “El apoyo social es un mecanismo clave para el autocuidado, dado que reduce el nivel de estrés que irrumpe cuando nos esforzamos por lidiar con la adversidad o por hacer cambios sustantivos en nuestra vida. Además, puede contribuir a aliviar los sentimientos de frustración que florecen si los resultados de nuestros esfuerzos distan mucho de aquellos que consideramos justos”, nos explica Mateu-Mollá.

Por último, debemos recordar que los fracasos y errores nos proporcionan valiosos aprendizajes de cara a entender cómo actuar en un futuro. “Integrarlos como una parte normal de la vida hace que su peso emocional resulte extraordinariamente más liviano y que actuemos de una manera mucho menos punitiva con nosotros mismos”, añade.

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Divide tus grandes objetivos en metas más sencillas e inminentesPixabay

¿Cuántos objetivos deberíamos ponernos?

No existe un número específico de objetivos que deberíamos plantearnos como máximo o como mínimo, pues es algo que depende tanto de su magnitud como de las características individuales de quien los asume. Hay quienes se sienten cómodos con muchos objetivos pequeños y quienes prefieren solo unos pocos, pero de mayor envergadura. 

“Lo crucial es asegurarse de que las metas son coherentes con nuestras posibilidades objetivas actuales, minimizando el riesgo de que nos abrumen o de que impriman presión innecesaria. También es fundamental priorizar los objetivos urgentes o aquellos que, en caso de satisfacerse, harán más fáciles a todos los demás. Y es que en ocasiones podemos trazar una lógica jerárquica o una secuencia temporal de acontecimientos que hilvana objetivos que de otra manera parecen caóticos y/o inconexos, arrojando luz no solo sobre cómo habríamos de actuar, sino también sobre cuál será el momento más oportuno para hacerlo”, comenta el doctor.

¿Qué impacto tiene en las personas fijarse objetivos? “Es esencial por muchos motivos distintos. Sin ellos, podríamos decir que nuestra vida corre el riesgo de naufragar hacia territorios inhóspitos que no contribuirán a enriquecernos ni a que nos más sintamos realizados. Al fijar objetivos desechamos lo irrelevante y reivindicamos la importancia de lo que es significativo para nosotros en un momento dado, ofreciéndonos una dirección y una guía mediante la que distribuir eficientemente nuestros limitados recursos”, afirma.

Para experto de la la Universidad Internacional de Valencia, “los objetivos también pueden servirnos como una referencia fundamental del camino recorrido: el punto concreto del mapa en el que nos encontramos en nuestro propósito por alcanzar lo que anhelamos. Si apreciamos que estamos alejándonos mucho del camino que algún día trazamos, podremos redirigir nuestros pasos con tiempo suficiente para no desviarnos irremediablemente y para priorizar con acierto qué cosas deberíamos hacer en primer lugar. Y es que sabemos que, si tomamos decisiones basadas en objetivos claros bien definidos de antemano, el avance resulta mucho más firme y consistente con nuestros valores”.

En definitiva, “nos proporcionan seguridad y contribuyen decisivamente a fortalecer cuatro pilares básicos de nuestras existencias: la definición de una dirección hacia la que avanzar, la evaluación cabal de los pasos previos, el mantenimiento de la motivación y la decisión con que afrontamos los problemas. Nos dicen dónde estamos y hacia dónde vamos. Además, nos hacen conscientes de los cambios en nuestras prioridades vitales, que tienden a redefinirse de un modo recurrente a lo largo de los años”.

¿Y si no cumplimos los objetivos? 

Lo que suceda dependerá de cómo lo percibamos y de la visión que tengamos de palabras como 'error' o 'derrota'. “Muchas personas confunden sus deseos y necesidades, lo que tiene consecuencias emocionales potencialmente devastadoras para ellas y para su entorno próximo. Por ejemplo, si deseo lograr algo y finalmente las cosas no son como había planeado, me sentiré moderadamente decepcionado, pero todavía me resultará posible recabar la energía suficiente para recuperarme e intentarlo de nuevo”, explica el experto. 

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Tener objetivos nos ayuda a ilusionarnos por lo conseguido.Pixabay

“Pero si considero que en realidad necesito lograrlo, el hecho de que los acontecimientos no se concreten exactamente en los términos previstos me hará sentir muy angustiado y dificultará muchísimo que pueda reponerme. Las necesidades y los deseos son diferentes entre sí y, al igual que es clave aprender a identificar los objetivos, también lo es discernir entre las unas y los otros. Cuando se aprende a diferenciarlos no solo se minimizan las consecuencias de no cumplir los objetivos, sino que también se reduce la incertidumbre que puede acompañar al proceso (más o menos largo) que nos conduce hasta ellos”.

Objetivos sí, pero realistas

Los objetivos realistas “mantienen nuestra motivación y tienen la capacidad de ajustarse a la realidad del momento que habitamos, mientras que los desproporcionados (por exceso o por defecto) pueden convertirse en un quebradero de cabeza que devaste los recursos de los que disponemos. Quizá lo más difícil de articular objetivos realistas es reconocernos frente al espejo para identificar nuestras fortalezas y debilidades, siendo completamente sinceros con quienes somos y con lo que podemos lograr”, aconseja el docente de la VIU. 

En este proceso “se despliega nuestra autoestima y nuestra autoeficacia: hay quienes tienen una visión tan negativa de sí mismos que infravaloran sus capacidades y acaban fijándose metas mucho más modestas que las que podrían realmente alcanzar. También hay quienes temen hacer uso de su apoyo social o de sus recursos materiales, por temor al qué dirán o por otras circunstancias íntimas, lo que no les permite desplegar todo su potencial”.

Detenerse a sopesar nuestras cualidades “estimula el autoconocimiento y es el fundamento sobre el que se sustentan los objetivos realistas. Para ello en muchos casos habremos de lidiar con todo tipo de reticencias y de obstáculos de carácter emocional, sin caer en pesimismos disfrazados de objetividad ni en optimismos carentes de razón (pues también son contraproducentes y fuente de abandonos prematuros en el mantenimiento de las metas)”.

Ser realista a veces se confunde con no ser positivo, ¿esto es así? “Muchas veces sucede y, efectivamente, se trata de un error. El pesimismo se confunde con inusitada frecuencia con el realismo, cuando en realidad aquel resalta solo las carencias y la dificultad. Las personas que hablan en términos amables de sí mismas demuestran un buen nivel de autocuidado sin necesidad de despegarse de la realidad, y a menudo son más resistentes a la frustración y al error”.

Llegar a este punto de optimismo equilibrado “es muy importante, aunque también debemos ser conscientes de que muchas veces se han promocionado ideas absurdamente equívocas sobre el efecto casi mágico del ser “positivos”. Una vez desechadas, e incluso contemplados sus impactos perniciosos, podremos mantener una actitud enérgica y esperanzada que nos ayude a mantener los esfuerzos incluso cuando parezca que nada está saliendo tan bien como nos gustaría”, concluye Joaquín Mateu-Mollá.

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