¿Una segunda oportunidad es posible? En el amor, ¿las segundas partes sí fueron buenas? Muchas relaciones terminan de una manera amistosa dejando la puerta abierta a un reencuentro, pero no es fácil que vuelva a funcionar como lo hizo en un principio. Hay ejemplos que nos hacen tener ‘esperanza’ en las segundas oportunidades, y si no que se lo digan a Jennifer López y Ben Affleck, que se volvieron a enamorar más de dos décadas después de una dolorosa ruptura.
Cada pareja es un mundo y en psicología es muy complicado especificar cuándo va a funcionar o no una relación, aunque es cierto que hay patrones de conducta que sí hacen intuir cómo terminará.
Según el informe Nupcialidad y Ruptura en España del Instituto de Política Familiar (IPF), cada año se producen más de 105.000 rupturas en España. Muchas veces nos comportamos de la misma forma con una pareja y con la siguiente, pero cada nueva historia de amor se enfrenta a componentes novedosos y a momentos vitales distintos que la convertirán en única y exclusiva.
Cuando una relación llega a su fin, hay muchas formas de poner un punto y final. Algunos lo hacen cortando por lo sano y no volviendo a ver nunca más a la otra persona. Otros prefieren seguir manteniendo el contacto y tratan de pasar de ser novios a ser buenos amigos por el cariño que haya podido quedar entre ellos. Y algunas parejas rompen pero no de manera tajante y definitiva dejando una puerta abierta a una posible reconciliación.
Los motivos de la ruptura
Para que esa posibilidad se convierta en una realidad, lo primero que hay que analizar es cuáles han sido los motivos que han llevado a la pareja a una ruptura. Esas razones que ha hecho que uno de los dos miembros o los dos de mutuo acuerdo hayan decidido que es mejor estar separados durante un tiempo pueden no ser demasiado graves.
Es en esas situaciones en la que se suele poner sobre la mesa volver a intentarlo, ya que el amor y deseo por el otro sigue siendo lo más importante. Normalmente, en estas rupturas no hay una traición o una deslealtad, sino un desgaste por la rutina o el paso del tiempo.
También hay veces en las que una pareja rompe dejando algún asunto pendiente de resolución. En esta situación, la mejor opción ha sido dejar un tiempo para pensar y buscar posibles puntos de encuentro y acuerdo. Aquí, siempre serán más los puntos que os unen, que los que os separan, por lo que darse una segunda oportunidad será algo más sencillo y real. Los dos queréis que se haga realidad y ponéis de vuestra parte.
No hay que presionar al otro para volver y si necesita un tiempo para pensárselo, tenemos que dárselo. Además, debemos asumir el rechazo en el caso de que el otro miembro no quiera esa segunda oportunidad.
Una segunda oportunidad da trabajo
Si ya se ha tomado la decisión de volverlo a intentar, hay que poner toda la carne en el asador para que llegue a buen puerto. Una vez analizados los errores mutuos que hayan cometido, se necesita empezar a trabajar para fortalecer la relación.
Será difícil volver al punto exacto donde lo habíais dejado en 'standby' y eso es bueno, ya que ninguno de los dos queréis que vuestra relación sea como la de antes (recuerda que te había llevado a una ruptura). Será una relación diferente pero con la misma persona.
Los dos debéis estar comprometidos y remar en la misma dirección para hacer vuestros lazos más fuertes. Podéis hacer una lista de las cosas a favor y en contra de volver con la otra persona y de lo que os ha hecho feliz a su lado y aquello que por el contrario os haya provocado tristeza o dolor.
Admitir errores es el primer paso y muchas veces es necesario ir a terapia de pareja con un psicólogo que nos ayude a entender en lo que hemos errado. Por supuesto, es necesario que os demostréis que queréis que funcione con palabras y con hechos. Requiere esfuerzo, tesón y mucho amor, pero también una gran comunicación para hablar de por qué antes no funcionó y si nos sentimos capaces de superar los malos momentos y cambiarlos.
El pasado, pisado
Cuando dos personas toman la decisión de darse otra oportunidad deben ser conscientes de que hay que dejar el pasado precisamente ahí, en el pasado. No se trata de olvidarlo todo, pero sí de perdonar posibles errores de la persona a la que amamos. No servirá de mucho plantearse retomar la relación si constantemente vamos a estar echando en cara al otro lo que antes nos hizo sufrir o sentir mal.
Hablad las cosas las veces que hagan falta y estad seguros que estáis dispuestos a dejar anclado en el pasado lo que ya pasó. Si no estáis seguros de que las heridas han sanado, dejad pasar un poco más de tiempo. Será la única manera útil de reconstruir vuestros pilares básicos.
A veces no vale la pena
No siempre darse una segunda oportunidad es una buena idea y puede traernos un dolor adicional al que ya nos haya provocado la primera ruptura. Hay veces que nos empeñamos en continuar con una relación que no nos hace bien por miedo a la soledad o a perder esa rutina en la que tan cómodos nos sentíamos.
Otras se vuelve por los hijos en el caso de que se tengan y a veces ese efecto de felicidad que se busca es el opuesto porque se está forzando una situación que uno de los dos no quiere vivir.
Volver con alguien por miedo, por pena, por comodidad o por una atracción sexual que puede ser irresistible, no suele funcionar. El amor es muy fuerte y puede con muchas situaciones, pero se necesitan muchos más motivos para estar con otra persona: del respeto a la libertad, la complicidad o la comunicación, entre otros.
Tiene que haber algo más, un proyecto en común y unos objetivos compartidos, así como respeto y libertad para cada uno desarrollarse como persona individual.
Tampoco funcionará una nueva oportunidad si ninguno de los dos está dispuesto a cambiar esas cosas que os han llevado a la ruptura. ¿Para qué volver con alguien que no está comprometido con el futuro de la relación y repite los mismos errores una y otra vez? ¿Estás dispuesto tú a cambiar eso que llevó a tu pareja a no sentirse feliz a tu lado y tomar una primera decisión de alejarse de ti?
De igual modo, una pareja que continuamente está rompiendo, que cada cierto tiempo necesita estar lejos del otro y en la que las peleas son constantes, no logrará que funcione ni una segunda oportunidad, ni una tercera, ni ninguna. Vivir en una constante incertidumbre puede ser divertido en un momento determinado, pero a la larga te agotará mentalmente.
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