No conviene hacerse el valiente más allá de los cuarenta años cuando nuestros ojos nos empiezan a traicionar. La presbicia, popularmente llamada vista cansada, es un problema recurrente en hombres y mujeres maduros y negar su existencia es una forma de hacer un flaco favor a nuestra salud visual.
Su aparición es paulatina, aunque a veces nos dé sensación de surgir de la nada, pero esta falsa percepción es fruto de ir dejando de lado los diagnósticos. Dolores de cabeza que se hacen cada vez más frecuentes e intensos, camuflados por horas de trabajo, o un baile de letras en todo aquello que leemos, sea digital o analógico, forman parte del despiste con el que nuestros ojos nos empiezan a jugar malas pasadas.
No hace falta sufrir ningún problema ocular previo como la miopía, la hipermetropía o el astigmatismo (y procuremos no llamarlos enfermedad, porque no lo son como tal, sino que son ametropías o defectos de refracción) para que la presbicia haga acto de aparición. Incluso en aquellas personas que hayan presumido siempre de una vista de lince, la barrera de la cuarentena puede significar el inicio de los problemas de visión.
Es en esa visión próxima (lectura, ordenador, teléfono...) donde nuestro ojo empieza a notar dificultad para enfocar a esa distancia por causas completamente naturales y que tienen que ver con el propio envejecimiento. Para buscar causas, debemos irnos al cristalino (esa lente biconvexa que está detrás del iris y cuya función es enfocar). Cuando somos jóvenes, el cristalino cambia de forma para condensar la luz sobre la retina y permitirnos enfocar, pero a medida que cumplimos años, pierde propiedades.
Lo que durante la infancia y juventud es un tejido suave y flexible, que cambia de forma y se adapta a distintas exigencias focales (sea cerca o lejos) se convierte en un elemento rígido cuando nos vamos haciendo mayores. Esa rigidez es la responsable de que no cambie de forma fácilmente y el motivo por el que nos cuesta enfocar a corta distancia, en un proceso totalmente irreversible y degenerativo al que se enfrenta más del 90% de las personas adultas y que, aún no teniendo freno, se puede paliar.
Si el cristalino es poco flexible, ¿por qué me cuesta enfocar a corta distancia?
No más de 25 o 30 centímetros suele ser la distancia en la que se produce este baile de letras, que nos obliga a menudo a levantar el libro, el teléfono o alejarnos de la pantalla del ordenador para ver lo que estamos leyendo o tecleando. Es común que estiremos así el brazo para alejar lo que leemos, intentando mejorar ese foco, y también parte de las dudas que nos entran para entender la presbicia o vista cansada.
¿Por qué se produce entonces la molestia en la corta distancia? Podríamos pensar que a nuestro ojo le costaría más ver en la lejanía que en la proximidad, pero no es así. La otra causa la encontramos en el músculo ciliar, que rodea al cristalino y que es el que ayuda a éste segundo a cambiar de forma cuando le exigimos ese enfoque. Si miramos a distancia, este músculo no tiene que trabajar tanto porque el foco se amplía, pero si es a pocos centímetros, debe aumentar su curvatura y hacerse más grueso y esférico (como si incrementásemos una lente) para tener más potencia dióptrica y poder enfocar esos objetos cercanos.
A medida que crecemos y el cristalino se endurece, responde peor a las exigencias del músculo ciliar, según indican desde el Colegio Nacional de Ópticos-Optometristas. Curiosamente, el músculo ciliar no sufre esa degeneración progresiva, sino que su buen funcionamiento puede extender con facilidad hasta más allá de los 80 años.
Aunque se investiga a menudo sobre una posible solución para la vista cansada o presbicia, la realidad es que aún se está lejos de poder corregir un defecto de la visión que molesta a más de 200 millones de europeos y que en nuestro país impide ver con total normalidad a más de 20 millones de personas. Curiosamente, los miopes rara vez son présbitas porque el defecto focal del estas personas permite enfocar bien de cerca cuando hablamos de hasta dos o tres dioptrías.
Unas molestias que no se producen de forma súbita, pero que a muchos de los présbitas les parece surgir de repente y no es así, sino que falta diagnóstico y no se prestan atención a diferentes señales recurrentes que advierten de presbicia.
Cinco señales de presbicia o vista cansada
Incluso las personas que sufren alguna ametropía, ir al oftalmólogo, al oculista o simplemente adecuar su graduación (sea por miopía, astigmatismo o hipermetropía) debería ser un ejercicio regular de revisión, aunque por desgracia no es así y permite que ciertos defectos de refracción (en especial la miopía, el más común) se agraven.
Del mismo modo que ocurre con otras consultas recurrentes como pudieran ser los dentistas, los urólogos o los ginecólogos, la salud visual exige un cuidado o una revisión periódica que permita descartar cualquier tipo de problema y que, cuando no tenemos historial previo de lesiones oculares, solemos dejar de lado.
Esta es la causa principal por la que la presbicia pasa desapercibida con facilidad en aquellos que nunca han pisado una clínica oftalmológica o visto a un optometrista, que acuden cuando la presbicia es tan notable que comienza a dificultar la vida cotidiana en pequeños actos como esa lectura de mensajes en el teléfono, en un periódico o algo tan básico como repasar el etiquetado de un producto.
También conviene pasar por estas consultas para distinguir la vista cansada o presbicia de otros malestares como son la fatiga visual o el denominado síndrome visual informático, que afectan a profesionales muy expuestos a pasar largas horas delante de una pantalla. La sintomatología de esta es el ojo seco, el dolor de cabeza, picor en los ojos, visión borrosa y cierta hipersensibilidad a la luz, por lo que algunos síntomas se pueden camuflar, pero no son iguales.
Por eso, hay ciertas señales a las que debemos prestar atención para ver si son recurrentes y si estamos detrás de un caso de presbicia.
- Sostener el material de lectura (periódicos, teléfonos, ebooks, tabletas) cada vez más lejos para ver las letras con más claridad.
- Visión borrosa a una distancia de lectura normal sin apenas llevar horas haciéndolo.
- Dolor de cabeza o cansancio ocular tras leer en profundidad o realizar tareas que impliquen una gran concentración focal.
- Dificultad para leer en ambientes poco iluminados o poco luminosos.
- Necesidad de aumentar el tamaño de fuente o el brillo de las pantallas de manera constante.
Con este plantel sintomático, conviene poder remedio acudiendo a una consulta oftalmológica o a un optometrista y salir de dudas sobre si tenemos un defecto de refracción o empezamos a acusar los primeros compases de la presbicia. Por fortuna, aunque hablemos de un problema irreversible y que irá a peor, puede ser equilibrado con el uso de distintos tipos de gafas.
En la actualidad, lo habitual es recomendar lentes monofocales y lentes ocupacionales para présbitas particularmente jóvenes que además necesiten esta corrección para su trabajo o lentes progresivas (no se recomienda el uso de las bifocales) para aquellos casos más agravados dentro de los présbitas. Lo que no se recomienda es acudir a las lentes premontadas, ya que ignoran la diferente refracción de cada ojo y pueden agravar o provocar otras ametropías.
Indistintamente de nuestra presbicia, hay otras opciones que no pasan por el uso de las gafas. Es el ejemplo de las lentes de contacto (lentillas) que también podrían servir para paliar la vista cansada, pero teniendo en cuenta ciertos matices. Existen bifocales y existen multifocales (siendo generalmente más utilizadas estas últimas porque además pueden paliar otros defectos de refracción), pero no hay que olvidar que son más exigentes con el ojo (higiene, hidratación o tiempo de uso).
Respecto a la intervención quirúrgica permite dos caminos. El más común es la sustitución del cristalino por una lente intraocular multifocal (permite también eliminar la catarata y otros defectos de refracción en el caso de que existan). En el otro caso, se trata de generar una monovisión (con láser o con lentes intraoculares) donde a un ojo se le permite ver bien de lejos y a otro de cerca, y que se suele aplicar a personas que ya tienen otros defectos oculares o que sufren una presbicia incipiente.
Como consejo final, es conveniente que no nos acostumbremos a utilizar de forma reiterada nuestras gafas de vista cansada para pequeños gestos cotidianos que no tengan que ver con su uso porque la aberración visual que producen puede desencadenar visión borrosa, fatiga visual y dolor de cabeza.
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