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¿Por qué los biocombustibles son clave para luchar contra el cambio climático?

La utilización de biocombustibles puede llegar a reducir hasta en un 90% las emisiones de CO2 respecto a los combustibles tradicionales, por lo que son un elemento clave para avanzar en la transición energética e impulsar la descarbonización de la movilidad y de la industria

Los combustibles fósiles, es decir, aquellos procedentes del petróleo, el carbón o el gas natural, suministran el 80% de la energía mundial. Una dependencia que explica que, a pesar de ser los principales generadores de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en el planeta, su consumo no deje de crecer. Según un estudio de Rystad Energy, las emisiones de CO2 derivadas de la quema de combustibles fósiles alcanzarán su punto máximo en 2025, con unas estimaciones globales de alrededor de 39 gigatoneladas anuales.

En ese contexto, la búsqueda de alternativas sostenibles que permitan descarbonizar la economía sin detener sectores tan esenciales como la industria o el transporte se ha convertido en una prioridad absoluta tanto para los gobiernos como para las empresas y el resto de agentes implicados en la lucha contra el cambio climático. Una de esas alternativas, que emerge como una solución real que cumple con todos los requisitos para convertirse en clave para la descarbonización, tanto por sus prestaciones climáticas como funcionales y sus posibilidades reales de desarrollo, son los biocombustibles.

La búsqueda de alternativas limpias que permitan descarbonizar las actividades humanas sin detener sectores tan esenciales como la industria o el transporte se ha convertido en una prioridad

¿Qué son los biocombustibles?

Un biocombustible es un tipo de combustible renovable que procede de materia orgánica. La principal característica que lo diferencia de los combustibles tradicionales es que sus niveles de emisiones netas de CO2 en todo su ciclo de vida pueden ser hasta un 90% inferior a los de las alternativas fósiles en función de la materia prima escogida en su producción.

Dentro del universo de los biocombustibles existen diferentes tipos. En función del origen de la materia prima, podemos distinguir entre biocombustibles de primera generación (1G) o de segunda (2G). Los primeros provienen de cultivos agrícolas como la caña de azúcar, la remolacha o la melaza, cereales como el trigo, la cebada o el maíz, o aceites como la colza o la soja; mientras que los segundos se fabrican a partir de residuos orgánicos, como aceites usados de cocina, deshechos agrícolas o ganaderos o biomasa forestal, entre otros.

¿Por qué los biocombustibles son el futuro?
Suministro de SAF de Cepsa.

Aplicaciones

Los biocombustibles pueden reemplazar a los combustibles tradicionales tanto en su estado líquido (como sustitutos del diésel, la gasolina o el queroseno) como gaseoso (sustituyendo al gas natural o al GLP -gas licuado de petróleo-), lo cual abre enormes posibilidades a la hora de descarbonizar sectores con una fuerte dependencia de los combustibles fósiles.

Si bien los biocombustibles todavía no han alcanzado una alta penetración en la industria, la aviación o el transporte marítimo, su utilización es ya habitual en el transporte por carretera

Si bien los biocombustibles todavía no han alcanzado una alta penetración en la industria, la aviación o el transporte marítimo, su utilización es ya habitual en camiones y automóviles. Desde hace años, en España, así como en otros países de la Unión Europa, existe la obligación de mezclarlos con los combustibles convencionales, tanto con el diésel como con gasolina. En 2023, el porcentaje de biocombustibles que es necesario incorporar es de un 10,5% en el transporte rodado, porcentaje que está previsto se incremente hasta llegar al 12% en 2026.

Ventajas de los biocombustibles

Los biocombustibles aportan numerosos beneficios a la economía. Entre ellos:

  • Ayudan a la descarbonización de sectores difíciles de electrificar como la industria o el transporte pesado terrestre o marítimo. Al proceder de biomasa que ha absorbido CO2 de la atmósfera durante su crecimiento, generan un nivel de emisiones netas de CO2 hasta un 90% inferior al de los combustibles convencionales.
  • Son químicamente análogos a los combustibles fósiles empleados en los motores actuales de vehículos, camiones, barcos y aviones. Esto facilita su sustitución parcial o total sin necesidad de realizar modificaciones en los motores ni tener que realizar inversiones los sistemas de almacenamiento y distribución.
  • Las tecnologías necesarias para llevar a cabo su producción están ya maduras. Además, en algunos casos, se pueden reutilizar instalaciones industriales existentes, con ciertas modificaciones, para su fabricación.
  • Son una alternativa real y operativa al petróleo y al gas, lo que, en el contexto geopolítico actual, permite diversificar las fuentes energéticas y, por tanto, contribuir a incrementar la seguridad de suministro y la independencia energética estratégica de España y Europa.
  • En el caso de los biocombustibles 2G, el uso de residuos para su fabricación promueve la economía circular y reduce el impacto de los residuos en el medioambiente, otorgándoles una segunda vida y evitando que terminen en vertederos.

Una opción viable para el futuro inmediato

El proceso de paulatina descarbonización en el que están inmersas las economías mundiales abre enormes posibilidades para los biocombustibles. En ese sentido, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) estima un descenso del 37,7% en el consumo de productos petrolíferos en España entre 2019 y 2030. Los coches eléctricos jugarán un papel importante en la reducción de la demanda de combustibles fósiles, incluso podrían reducirla a la mitad para 2040, pero ¿qué pasa con los sectores difíciles de electrificar?  

Es en esta vertiente, la descarbonización de la industria y del transporte pesado, donde compañías como Cepsa están centrando su estrategia para avanzar más rápido en la transición energética.  A través de su estrategia 2030, Positive Motion, la compañía se ha marcado como objetivo liderar la fabricación de biocombustibles en España y Portugal.  

Actualmente, la capacidad máxima de producción de biocombustibles de Cepsa asciende a cerca de 700.000 toneladas, de las que aproximadamente un 20% corresponde a biocombustibles de segunda generación. Su objetivo es llegar a contar con una capacidad de producción anual de 2,5 millones de toneladas de biocombustibles, de las que 800.000 toneladas serán de combustible sostenible de aviación (SAF), una cantidad suficiente como para sobrevolar 2000 veces el planeta.

Con el desarrollo y utilización de estos biocombustibles, la compañía energética contribuye a varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030: ODS 7 (Energía asequible y no contaminante), ODS 8 (Trabajo decente y crecimiento económico), ODS 12 (Producción y consumo responsables) y ODS 13 (Acción por el clima).

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