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Por qué el codo de tenista, aunque no juegues al tenis, puede ser tan latoso

La epicondilitis o codo de tenista es una lesión que provoca dolor en la parte externa del codo y que puede sufrir cualquier persona que lleve a cabo trabajos que impliquen movimientos repetitivos de extensión y flexión del antebrazo y la muñeca.

Estos días se está disputando en Londres el torneo de Wimbledon, donde Rafa Nadal, Novak Djokovic y las principales raquetas del tenis mundial están luchando por sumar una victoria en el tercer Grand Slam de la temporada. Si bajamos al terreno amateur, seguramente una de las lesiones más frecuentes entre los tenistas no profesionales sea la epicondilitis, o codo de tenista, una lesión que provoca dolor en la parte externa del codo. Aunque se la llama comúnmente así, no solo pueden sufrirla los jugadores de esta disciplina deportiva, sino también cualquier persona que lleve a cabo trabajos que impliquen movimientos repetitivos de extensión y flexión del antebrazo y la muñeca. Un ejemplo son los profesionales pintores, mecánicos, obreros, o quienes trabajen muchas horas delante del ordenador y manejando el ratón.

“Estos movimientos provocan microroturas fibrilares y una mala reparación de los tendones de los músculos ubicados en dicha región, sobre todo el tendón del músculo extensor radial corto del carpo. Así, la causa principal de la epicondilitis reside en un movimiento repetitivo de extensión y de supinación del antebrazo, que provoca una tendinitis en los músculos y en los tendones que ahí se ubican. La epicondilitis final está causada por microtraumas repetidos en la zona”, explica el doctor Antonio María Foruria, jefe asociado de Cirugía reconstructiva de miembro superior del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid.

La higiene postural es una de las pocas formas de prevenir la epicondilitis.

Síntomas del codo de tenista

Entre sus principales síntomas, los más característicos son, según apunta: 

  • Dolor e impotencia funcional al extender la muñeca y hacer supinación del antebrazo.
  • Dolor en la parte externa del codo.
  • Dolor al palpar la zona del epicóndilo.
  • Dolor con algunos movimientos fáciles, como levantar una taza de café. También, en profesionales, al hacer movimientos de revés en tenis o pádel.
  • Dolores que no remiten ni con reposo, frío local o antiinflamatorios.

A la hora de prevenir esta lesión, este traumatólogo mantiene que la única vía es la higiene postural: “Realizando movimientos adecuados durante la práctica deportiva o durante el trabajo hará que los tendones no estén sometidos a tensiones excesivas. Asimismo, descansar bien el codo después de haber realizado sesiones de gran actividad permite evitar la epicondilitis. En este sentido, son prácticos los estiramientos y los masajes preventivos, así como las coderas”.

Descansar bien el codo después de haber realizado sesiones de gran actividad permite evitar la epicondilitis. También son útiles los estiramientos, los masajes preventivos y el uso de coderas

Tratar la epicondilitis

Aunque no es una lesión muy grave, sí puede afectar notablemente a la vida del paciente, por lo que es conveniente tratarla.  La mayor parte de los pacientes mejoran con tratamientos no quirúrgicos, e incluso llegan a curarse. “Es una enfermedad con buen pronóstico, aunque es común que los síntomas se mantengan varios meses antes de que se curen del todo”, resalta el especialista. 

En concreto, el doctor Foruria explica que en la epicondilitis el dolor desaparece con el paso del tiempo en la mayoría de los casos. “Sin embargo, aunque existe poca evidencia de que los tratamientos habituales puedan reducir este tiempo, sí pueden ayudar a controlar la intensidad de los síntomas”, asegura este experto de la Fundación Jiménez Díaz.

Controlar el dolor

El doctor Antonio María Foruria menciona 4 los pilares básicos para el control del dolor en la epicondilitis:

  • Ejercicios de estiramiento y fortalecimiento de los tendones del codo. Realización de ejercicios para estirar los tendones extensores y flexores del codo, y de ejercicios para fortalecer los músculos y los tendones de una manera controlada; los ejercicios de fortalecimiento excéntricos son especialmente útiles; su traumatólogo puede instruirle en la manera de hacerlos y las mejores pautas.
  • Bandas de epicondilitis: cinchas que rodean el antebrazo y que tienen un cojín o elevación para presionar la musculatura extensora; al aplicarlas en el sitio correcto, parte de la tensión muscular se disipa en el lugar de aplicación, descargando el tendón enfermo; su uso ha demostrado aliviar el dolor de manera significativa en estudios científicos.
  • Modificación de la actividad y medidas posturales: intentaremos prescindir de las actividades que nos produzcan dolor, y modificaremos la manera de hacer otras no evitables para intentar minimizar los síntomas. Es especialmente útil para cargar pesos, cogerlos desde abajo con las palmas hacia arriba, con el fin de utilizar los músculos flexores sanos del antebrazo, y evitar utilizar los extensores enfermos.
  • Fisioterapia: existen multitud de variantes de que nos pueden ayudar a disminuir el dolor bajo el tratamiento dirigido por fisioterapeutas experimentados.

Por otro lado, el jefe asociado de Cirugía reconstructiva de miembro superior de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid resalta el empleo de las infiltraciones con fármacos anestésicos y con corticoides: “Son muy eficaces para disminuir el dolor de manera inmediata, pudiendo en algunos casos eliminarlo. Sin embargo, su efecto es únicamente temporal, y existe evidencia científica de que su empleo puede hacer que la enfermedad dure más tiempo y con peores síntomas a medio y largo plazo, pudiendo además disminuir la eficacia del tratamiento con cirugía”.

Existen distintos tratamientos administrados en forma de infiltración, como los factores de crecimiento, que se están usando de manera experimental y extensamente en la medicina privada

A su vez, menciona que existen otros tratamientos administrados en forma de infiltración, como los factores de crecimiento, que se están usando de manera experimental y extensamente en la medicina privada. “Aunque hay artículos científicos que muestran que podrían ser beneficiosos, no todos los estudios han conseguido demostrar esta eficacia, existiendo todavía múltiples incógnitas que esclarecer sobre su mecanismo de acción y resultados”, mantiene el doctor Foruria.

Cuándo optar por la cirugía

En último lugar, este especialista en cirugía reconstructiva apunta al tratamiento quirúrgico, reservado, según afirma, para aquellos casos que son resistentes a todos los tratamientos más conservadores aplicados durante un tiempo razonablemente extenso. 

“Es recomendable esperar al menos un año antes de optar por una intervención quirúrgica, ya que pocos pacientes llegan a tener dolor durante tanto tiempo. La curación de la enfermedad ocurrirá espontáneamente antes de este plazo en una gran mayoría; aunque también estaría indicada en quienes su dolor le interfiera significativamente en el día a día, y con una duración mínima de seis meses. Sin embargo, para las personas con un dolor que interfiera de manera inaceptable con su día a día (actividad laboral, deportiva, ocio, obligaciones familiares, etc.), y con una duración mínima de 6 meses, y mejor de un año, la intervención supone poder recuperar su vida y deshacerse del dolor de una vez por todas”, concluye el especialista de la Fundación Jiménez Díaz.

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