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Los ídolos que nadie conoce

Alma es una nueva manera de hablar de lo social. Con actitud y optimismo. Desde la diversidad. Y a partir de las historias de la Obra Social La Caixa. Quiere ser también un punto de encuentro de las infinitas realidades sociales de nuestro mundo.

Hace tres años que tengo “el cangrejo” y siempre he hablado de ello de la forma más natural posible, incluso con humor. Así mis colegas de enfermedad se ríen un poco. Al fin y al cabo es algo que surge de la naturaleza, y no se merece que le tengamos tanto miedo. Como digo en mi canción Humo, yo ya no tengo ni miedo ni fe. Aunque debo reconocer que mis enfermeras me han devuelto la fe en la humanidad.

Y lo digo así porque en esta sociedad en la que vivimos yo ya no creía que el ser humano hiciera cosas por altruismo. Pero los profesionales que conocí en el hospital Vall d’Hebron me demostraron que están ahí dejándose la vida para que otros estén bien. Me alucinó encontrar gente que da tanto sin esperar nada a cambio. ¡Ellos te quieren antes de conocerte! Y luego empiezan a cuidarte. Pero, de saque, lo que hacen es transmitirte un amor que tú no esperas. Por eso les escribí esta carta de agradecimiento. Son mis ídolos. Hacía años que no percibía un nivel de amor, generosidad y entrega similar.

«Me alucinó encontrar gente que da tanto sin esperar nada a cambio»

En los hospitales, además de gestionar la salud, gestionan la vida y la muerte y, por tanto, el miedo. Un momento muy especial cuando estaba ingresado eran las ocho de la mañana, cuando el equipo médico venía a visitarte. Para un enfermo el lenguaje no verbal es mucho más importante que la palabra. Un médico te puede decir: “¡Venga, que esto se va a curar!”, y tú le estás viendo en la cara que algo va mal. O el cirujano te mira las heridas de la operación y te dice: “¡Esto tiene buena pinta!”, pero solo respiras cuando te da una palmadita de confianza en el hombro. También me reconfortaban mucho las sonrisas de las enfermeras cuando venían a preguntarme qué tal iba de dolor. En momentos así, cada pequeñísimo detalle te puede alegrar o hundir el día. De hecho, aprendí que se puede cuidar sin hablar.

«De hecho, aprendí que se puede cuidar sin hablar»

Pau DonésEstá claro que, además de los conocimientos técnicos, los cuidadores necesitan una gran inteligencia emocional, tanto para tratar a los enfermos como para gestionar internamente lo que viven cada día. Por eso es fundamental el apoyo y la formación que se ofrece tanto a profesionales como a familiares desde iniciativas como el Programa para la Atención Integral a Personas con Enfermedades Avanzadas de la Obra Social ”la Caixa”, que está avalado por la Organización Mundial de la Salud, y cuya fuerza son unos equipos de atención psicosocial que están entrenados para atender a enfermos y familias de la forma más humana y sensible posible.

Yo me di cuenta de la importancia de cuidar a los familiares una vez que estaba en el Hospital de la Paz de Madrid, tocando mi guitarra por las habitaciones de la planta de oncología, en el marco de un programa de musicoterapia, y vi a un chaval de 18 años al que le acababan de diagnosticar cáncerMe puse a tocar y al chaval le saqué una sonrisa, pero a sus padres no les conseguí animar. Y tú como enfermo necesitas que las personas que te rodean estén bien, necesitas su cariño. Y a veces para los de fuera todo es más difícil. Cuando convives con la enfermedad, tú sabes en todo momento lo que sientes, cómo estás y hasta dónde puedes llegar. Pero las personas que te cuidan no lo saben y, por tanto, se preocupan mucho más si un día, por ejemplo, te ven con ojeras. Por eso hay que saber también comunicarles cuándo estás bien. El enfermo también puede ayudar al cuidador.

«Hemos venido al mundo a cuidarnos los unos a los otros»

Contrariamente a lo que puede pensar la gente, la persona enferma es la que más control tiene sobre su vida, en el sentido de que le das mucho más valor a tu tiempo y vives la vida con más intensidad. ¡No estamos para tonterías! Yo, por ejemplo, he llegado de México hace dos horas. La semana que viene iré a Grecia en un velero. Después tocaré en Madrid y luego seguiré de gira hasta acabar el año. Desde que me diagnosticaron la enfermedad, he escrito el libro 50 palos y sigo soñando, he grabado un disco y he hecho una gira. No pierdo el tiempo pensando en el futuro. Para mí, vivir es urgente.

Por supuesto, lo que me gustaría es que mañana Helena, mi oncóloga, me llamara y me dijera: “Oye, que tengo una pastilla que te la vas a tomar y ciao a la enfermedad”. Pero mientras llega, les diría a las personas con enfermedades crónicas que tengan paciencia, que la vida sigue y que se puede vivir de una forma apasionante, aunque algún día se tengan que quedar en el sofá, con mantita y tele. Y a los cuidadores que han tenido que adquirir ese rol, les diría que, aunque es una situación muy difícil, también es una manera estupenda de demostrar amor a tu familiar, a tu amigo o a tu pareja. Hemos venido al mundo a cuidarnos los unos a los otros. Y si todos lo hiciéramos, el mundo iría mucho mejor.

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