“Garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todas las personas”. El enunciado del Objetivo de Desarrollo Sostenible nº 7 habla de un derecho básico y fundamental, de sentido común. Sin embargo, para muchas personas el acceso a la energía puede ser problemático. Un informe del año 2020 realizado por el Ministerio de Transición Ecológica (MITECO) denuncia que un 16,7 % de los españoles tiene un gasto energético desproporcionado en relación a sus ingresos. Además, un 7,6% no es capaz de mantener su vivienda a una temperatura adecuada durante el invierno. Estas personas sufren un mal endémico que se ha agravado durante la pandemia: la pobreza energética
“En Cruz Roja detectamos que cada día hay más familias que nos solicitan ayuda para el pago de los suministros”, afirma Sara Casas, del Área de conocimiento de Medio Ambiente de Cruz Roja. Con el problema añadido, agrega, de que la energética no es la única parcela en la que estos hogares tienen serias carencias, sino que “los suministros energéticos son solo un factor más dentro de una situación de vulnerabilidad y pobreza extrema”. La pobreza energética, advierte esta experta, “afecta a todos los ámbitos de la vida de las personas y contribuye a acrecentar las desigualdades”. Y lo ilustra con un ejemplo sencillo: “Un niño que pasa frio en casa tiene más dificultades para hacer los deberes”.
La pobreza energética afecta a todos los ámbitos de la vida de las personas y contribuye a acrecentar las desigualdades.
Todos los estamentos sociales deberían implicarse en la solución de este problema. Sin duda, las entidades del tercer sector tienen un enorme recorrido en intervenciones para mejorar la situación de personas y familias en situación de vulnerabilidad. Pero, tratándose de un problema de naturaleza energética, también los especialistas en la materia, como las empresas del sector eléctrico, parecen, por conocimientos y medios, unos buenos candidatos para aportar soluciones. La pregunta que surge es: ¿qué sucedería si ambos mundos unieran fuerzas?
Dos mundos, un mismo objetivo
Esa colaboración en la lucha contra la pobreza energética es la que desde el año 2015 impulsan Endesa, Fundación Endesa, Cruz Roja y ECODES en un proyecto común del que este año se han beneficiado ya 2.397 familias en riesgo de exclusión social y con problemas asociados a la pobreza energética. A través de 200 talleres y sesiones de asesoramiento personalizado sobre cuestiones como factura de energía, hábitos de consumo, eficiencia energética o bono social, 150 voluntarios de Endesa y de Cruz Roja han ayudado a las familias beneficiarias a optimizar su factura de energía.
Carlos Gómez, trabajador de Endesa, es uno de esos voluntarios. “Aconsejamos a estas familias sobre todo tipo de cuestiones, desde cómo usar el horno o la lavadora hasta la iluminación”. Y es que, apunta este voluntario que también está coordinando los talleres, hay mucho por hacer. “En muchos hogares todavía están usando bombillas incandescentes”, destaca. Además del asesoramiento, el programa proporciona kits de eficiencia energética personalizados para cada familia. En la presente edición se han entregado un total de 1.700 de estos sets con elementos como ribetes y aislamientos para vidrios, reflectores para radiadores, regletas para evitar que los aparatos permanezcan encendidos en pausa gastando energía o bombillas LED.
150 voluntarios de Endesa y de Cruz Roja han ayudado a 2.397 familias en riesgo de exclusión y con problemas asociados a la pobreza energética
En general, señala Gómez, el desconocimiento que existe sobre cuestiones energéticas es grande. “No ya sobre la factura eléctrica, sino sobre asuntos elementales como la seguridad de las instalaciones o el aislamiento del hogar. Nos hemos llegado a encontrar ventanas rotas en pleno invierno que no se reparan”. Para estos casos extremos en los que hay riesgos para el bienestar o la seguridad de las familias, el programa proporciona soluciones más drásticas. Se han adquirido y entregado a las familias más de 120 electrodomésticos como frigoríficos, vitrocerámicas, calderas, radiadores o lavadoras y se han acometido 62 rehabilitaciones en viviendas con instalaciones con riesgo eléctrico y afección a la seguridad de las personas.
Todo el proyecto es monitorizado, gracias a la herramienta online ENERSOC, proporcionada por ECODES. Según estimaciones de esta organización, las intervenciones de los voluntarios están permitiendo ahorros de hasta el 16% anuales (unos 150 euros) para estas familias en la factura de energía. Además, se ha incrementado el conocimiento sobre el bono social. “De un 39% de familias que conocían esta ayuda al inicio del proyecto, se ha pasado al 71% una vez finalizado”, subraya Leire Díez, del Área de Energía y Personas de ECODES. También se ha incrementado la sensación de confort en las viviendas por encima de la media. “La valoración general del proyecto que hacen las familias beneficiarias es muy positiva con un 4,7 sobre 5 puntos”, valora Díez.
Se han adquirido y entregado a las familias más de 120 electrodomésticos como frigoríficos, vitrocerámicas, calderas, radiadores o lavadoras y se han acometido 62 rehabilitaciones en viviendas
Implicación personal
Pero los beneficios del proyecto van más allá de las estadísticas. Carlos Gómez afirma que se establece un vínculo personal entre voluntarios y beneficiarios, del que llega surgir amistad. “Las familias aprecian mucho la calidez de ese acompañamiento que les estás dando, y te siguen llamando cuando acaba el proyecto”. Y también para los voluntarios la experiencia es muy enriquecedora. “Vives en una burbuja y entrar en contacto con estas personas que lo están pasando mal es un baño de realidad. Esta experiencia te hace ver que se necesitan mucha ayuda y despierta en ti la solidaridad. La sensación de ayudar a otras personas es enormemente gratificante”, asegura este voluntario de Endesa.
En esa inmersión en la realidad social más dura, la colaboración con las entidades es esencial. “Acceder a uno de estos hogares no es una experiencia sencilla. Hay muchas personas con niveles culturales bajos o que incluso no hablan nuestro idioma, y hay que adaptar el discurso a todas esas circunstancias. Se necesita una sensibilidad especial”, explica Sara Casas desde Cruz Roja.
Voluntariado social
Esta iniciativa forma parte de la estrategia social de Endesa encaminada a la consecución del ODS nº 7, que ha incluido desde el comienzo de la pandemia numerosas medidas para evitar el corte de suministros e intentar que nadie ese quede atrás en materia energética.
Pero, sostiene Magdalena Zamorano, de la dirección general de sostenibilidad de Endesa, este proyecto tiene un sabor especial, al involucrar directamente a los empleados de la compañía. “Nos llena de orgullo y nos emociona constatar cómo cada vez que se convoca, los empleados responden y son muchos los que se suman y aportan su tiempo, su compromiso y su entusiasmo”.
De hecho, el proyecto nació en 2015 de la iniciativa personal de un trabajador de Endesa. “Esta persona llevaba tiempo ayudando a familias a título personal con sus conocimientos sobre la materia. Un día, en una conversación de café nos contó lo que estaba haciendo, nos encantó la idea y acabamos proponiéndole que nos ayudara a convertirla en un programa de voluntariado corporativo dentro de la empresa”, recuerda Zamorano.
Para Sara Casas esta colaboración demuestra que, “aunque somos organizaciones muy distintas, tener un objetivo en común hace que trabajemos perfectamente alineados”. Una visión que corroboran desde Endesa. “Es la demostración de que la suma de talentos, pasiones y energías de diferentes organizaciones que comparten una misma sensibilidad puede ponerse al servicio del progreso social y el bienestar de las personas que más lo necesitan”.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación