En invierno son alumnos aplicados de universidades madrileñas, pero en verano 25 chicos y chicas españoles se trasladan hasta Camboya para impartir, semana tras semana, hasta nueve campamentos de verano para niños del país asiático. El campamento es un entorno donde los niños juegan, aprenden, adquieren hábitos de higiene y alimentación y se olvidan de su día a día en un país que ha sobrevivido a una guerra y una dictadura.
“Los voluntarios fuimos a ayudar y nos encontramos ayudados por niños, adultos y mayores que nos enseñaron que con muy poco se puede hacer mucho. Que da igual que te falte una pierna o un brazo si tienes la voluntad de seguir caminando, corriendo y jugando. Y que la vida es demasiado corta y bella como para perder un segundo en lamentarse”. Así lo define el granadino Alejandro Samaniego, estudiante de quinto curso de Derecho y ADE en ICADE (Madrid) y uno de los alumnos galardonados con el Primer Premio de los VII Premios al Voluntariado Universitario, que acaba de conceder la Fundación Mutua Madrileña a los mejores proyectos de voluntariado impulsado por alumnos de universidades españolas. En total son 25 estudiantes de la Universidad Pontificia Comillas, Rey Juan Carlos y CEU San Pablo.
“Summercamp Battambang” es el nombre del proyecto ganador, que desarrollan junto a la ONG Sauce, impulsada por el sacerdote jesuita Kike Figaredo, prefecto apostólico de Battambang, que lleva décadas trabajando en Camboya con personas con discapacidad para ayudarles a dar lo mejor de sí mismos. Gracias al galardón concedido por la Fundación Mutua Madrileña, los chicos recibirán 10.000 euros para destinar al proyecto.
En el campamento de verano los voluntarios dan cinco comidas al día a 1.500 niños de entre 2 y 18 años, y participan en distintas actividades, tanto lúdicas como educativas. Muchos de ellos se ven obligados a trabajar y caen en las redes de las mafias, las drogas o el crimen organizados. “Cuando nosotros fuimos allí, pensábamos que íbamos a ayudar, pero te das cuenta de que casi recibes más de lo que das”, cuenta Alejandro.
Vivir sin rencor
Lo que allí se encuentran son las consecuencias de una guerra y una forma totalmente práctica y positiva de afrontarlo. En Camboya, durante el régimen de los jemeres rojos un cuarto de la población fue ejecutada, se forzó a abandonar las ciudades y se prohibió la religión budista. Las secuelas han sido muy duras.
“Piensas que vas a un país que ha tenido una guerra terrible, luego un régimen de dictadura durísimo con un montón de gente muerta, y hay mucha gente discapacitada, pero no viven en el pasado: allí nadie habla de la guerra, simplemente viven felices”.
Así, cuenta Alejandro que el campamento te puedes encontrar a algún niño que le falta una pierna, pero que eso no le impide jugar al fútbol, e incluso “correr más que tú”. “Otro niño que le explotó una mina y le dejó casi ciego, y lo que hacía para estudiar era valerse de una linterna y una lupa. Ejemplos de superación en todo momento”, cuenta Alejandro.
“En Camboya no tienes las comodidades de aquí, pero ha sido una de las veces que más feliz me he sentido. Lo que tiene Camboya es una profunda humanidad y un amor y optimismo sin fin. Esto les hace repudiar todo acto de odio, o quizá simplemente sean conscientes de que la felicidad no reside en lo que tienes sino en lo que das y con quién lo compartes”, reflexiona.
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