La piel es el órgano más grande del cuerpo humano. Cubre todo su exterior y lo protege de factores externos como el frío, el calor o los rayos del sol. Hace de barrera protectora frente a gérmenes y bacterias, evitando posibles infecciones. Además, ayuda a controlar la temperatura del cuerpo y retiene los fluidos corporales para evitar la deshidratación, pero, al estar tan expuesta, tiene más riesgo de contraer enfermedades que pueden provocar síntomas muy incómodos como picores, ardor, enrojecimiento o sarpullido, además de afectar a su apariencia externa.
Cuando la piel se inflama, se produce lo que se conoce como una dermatitis. La más común es la dermatitis atópica o eccema atópico, una afección que hace que la piel se seque, se inflame y pique. “El síntoma principal es el picor, también llamado prurito, que suele ser muy intenso y puede llegar a limitar las actividades diarias. También puede provocar escozor o dolor y da lugar a zonas rojas con descamación en distintas partes del cuerpo que, en ocasiones, puede producir exudación, costras, fisuras o grietas”, explica la doctora Marta Elosua, dermatóloga del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid.
La dermatitis atópica puede presentarse a cualquier edad, pero es más frecuente en niños, afectando a un 15-30% de la población infantil
Según indica la especialista, la dermatitis atópica puede presentarse a cualquier edad, pero es más frecuente en niños, afectando a un 15-30% de la población infantil – el 50 por ciento de los casos en el primer año de edad- y a entre un 1% y un 3% de individuos en edad adulta.
El origen de esta afección depende de varios factores. Puede ser desde una alteración en la función de la barrera de la piel hasta un cambio en el sistema inmune, pasando por un componente genético o cambios en el estilo de vida. Otros factores como las alergias alimentarias o al polvo, el uso de tejidos sintéticos, el estrés o el sudor excesivo pueden actuar como desencadenantes de la dermatitis atópica, especialmente en adultos.
No obstante, aclara la Dra. Elosua, no hay que confundir la piel seca con la dermatitis atópica. “Los eccemas son lesiones rojas en la piel con descamación que producen picor localizado, y en el caso de la dermatitis atópica, es frecuente que se localice en la parte anterior de los brazos o detrás de las rodillas”, indica la especialista, mientras que, además de la piel seca constante, la dermatitis atópica se caracteriza por la aparición de zonas enrojecidas, especialmente en las mejillas y cuello si se trata de bebés y en la parte anterior de codos, detrás de las rodillas o la cara en adolescentes y adultos. Más del 50 por ciento de los niños con esta afección pueden desarrollar rinitis con o sin asma y alguna que otra alergia alimentaria.
El tratamiento, fundamentalmente, se basa en tratamientos antiinflamatorios o inmunomodulares, siendo también útil tomar medidas de prevención como vestir ropa amplia, de algodón o hilo, y procurar que los niños lleven las uñas cortas y limpias para evitar las infecciones cuando se rasquen la piel.
Cómo prevenirla
Las temperaturas extremas no son buenas para las pieles atópicas. Es conveniente evitar las duchas o los baños largos con agua caliente, optando mejor por duchas cortas y con agua tibia, además de utilizar jabones neutros para que no irriten la piel. Después del baño, es importante hidratarse bien, utilizar productos de higiene sin perfume, que no sean irritantes o que no contengan alérgenos, y secar la piel con suavidad, sin frotar.
Especial cuidado se debe tener con el sudor, pues puede ser un irritante más para las personas de piel atópica, “pudiendo producirles más picor, por lo que es muy útil ducharse después de realizar ejercicio físico, aplicar después una crema hidratante, utilizar ropa de algodón transpirable y evitar los materiales sintéticos que retienen la humedad”, puntualiza la dermatóloga de Quirónsalud. En casos de brotes, puede ser necesario utilizar cremas inmunomoduladoras o antiinflamatorias, según la pauta del médico y, en ocasiones, también puede ser necesario tratamiento oral o sistémico, pero siempre bajo la supervisión del médico especialista.
Factores como las alergias alimentarias o al polvo, el uso de tejidos sintéticos, el estrés o el sudor excesivo pueden actuar como desencadenantes de la dermatitis atópica
Cuando la dermatitis atópica es moderada o grave, se puede emplear un tratamiento con fototerapia, una técnica en la que se aplica radiación ultravioleta B de forma controlada, como si el paciente estuviera expuesto al sol, pero con vigilancia. Y es que, para casi todo el mundo, el sol es bueno, pero tomado con precaución. “Para las zonas afectadas con dermatitis atópica el sol puede ser muy beneficioso, ya que tiene propiedades antiinflamatorias e inmunomoduladoras. Siempre siguiendo las recomendaciones básicas de protección solar porque la exposición excesiva puede empeorar los síntomas y aumentar el riesgo de dañar la piel”, apunta la doctora Elosua.
Por eso es muy importante, especialmente en esta época del año en la que podemos disfrutar más del aire libre, evitar las horas centrales del día, utilizar ropa cómoda, sombrero y gafas de sol, además de una buena crema con protección solar, preferiblemente con fotoprotectores físicos, que son mejor tolerados en las pieles sensibles, como la de los niños y las atópicas. El índice de fotoprotección aconsejado es +50, renovando la crema cada dos horas y, si se está en contacto con el agua, más a menudo.
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