El Buscón

A Mariano Rajoy y a su comitiva no les gusta nada el diario 'El País'

Mariano Rajoy.

Atocha, las 9,45 de la mañana de un 23 de enero del año bisiesto más largo de nuestra historia reciente. Como elefante en cacharrería entra Mariano Rajoy en el vagón de un tren Alvia con destino Huelva y parada en Córdoba. Con su chaqueta azul a cuadros y camisa blanca “de mi esperanza”, el presidente viaja acompañado de la ministra Fátima Báñez y el vicesecretario de Organización del PP, Fernando Martínez-Maillo, además de la correspondiente comitiva de “fontaneros” monclovitas.

Tras la siempre aparatosa ceremonia de localizar el asiento asignado a cada uno, ante el gesto, entre lógico y sorprendido, incluso atónico, del resto de viajeros, don Mariano elige ventanilla, mientras la impertérrita ministra de Empleo se sitúa detrás y el resto de la comitiva se acomoda como puede. Apenas enfila el tren la salida de la ciudad maldita, la azafata de RENFE aparece sonriente con el carrito de los periódicos, dispuesta a ofrecer a la comitiva la prensa del día.

Las portadas están dedicadas sin excepción al terremoto que la tarde noche anterior ha sacudido la política española, con la renuncia de don Mariano a intentar formar nuevo Gobierno tras las elecciones del 20D. Con evidente avidez, unos y otros tiran del ABC, El Mundo, La Razón y, por supuesto el Marca y otros diarios deportivos. Y aquí llega la sorpresa que deja atónito a más de uno: nadie en el séquito de Rajoy, empezando por el propio presidente, se digna coger el diario El País

“Rajoy se retira y deja que Iglesias y Sánchez intenten un Gobierno”, rezaba en portada y a cinco columnas el titular del diario de Prisa, el grupo rescatado de la quiebra esta legislatura gracias a los buenos oficios de la vicepresidenta Soraya. En el faldón inferior y a dos columnas, la carga de profundidad contra Mariano: “El PP, imputado por destruir ordenadores que usaba Bárcenas”, la bicha que atormenta al gallego desde el inicio de la legislatura. En la columna de salida, una llamada con el editorial de costumbre titulado “Penoso escenario”. De modo que Mariano “pasa” de El País y de Prisa.

Mariano no parecía ayer preocupado

Entrados en el infinito llano manchego, los viajeros que rodean al presidente apenas alcanzan a barruntar entre los asientos el perfil, cabizbajo y pensativo, de un Rajoy que se mesa la barba cana. El gallego errante parece distante, perdido entre la empanada mental matutina y la situación política española de la que es primer protagonista, mientras, con la mirada en lontananza, doña Fátima otea el horizonte de una meseta que desfila rauda entre húmeda y soleada.

De repente, uno de los “fontaneros” de Moncloa anuncia un chascarrillo a propósito de una foto contenida en uno de los diarios. Y pronto el resto de la comitiva se anima y comienza a reír a carcajadas, para enfrascarse después en una animada conversación. En contra de lo que cabría imaginar, el grupo popular parece contento, al menos relajado, tras la histórica jornada vivida la tarde anterior. Maillo se levanta de su asiento para ver la foto, otros más hacen lo propio, y ya está el corrillo formado alrededor del presidente en funciones. “Pablo Iglesias llevaba demasiado tiempo callado” se oye decir a uno. “Es un gran estratega” reconoce otro.

Todos menos Fátima que, ajena al mundo, continua mirando el paisaje, seguramente pensando que España está para pocas bromas y menos chascarrillos. La animada conversación se diluye y cada cual vuelve a su asiento. El tren continúa viaje y, tras atravesar a toda velocidad campos y pueblos, llega a Córdoba, donde el presidente reunía a la Junta Directiva del PP. En la ciudad cordobesa, Rajoy dijo aquello de que si Pedro Sánchez gobierna será “a las órdenes de Podemos” y estará “hipotecado y humillado” por su eventual socio, el joven de la coleta que responde al nombre de Pablo Iglesias.

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