Cuando a finales de año Adam Kucharski entregó a su editorial el manuscrito del libro “Las reglas del contagio” no podía imaginar que en pocos meses iba a estallar una pandemia y se convertiría en una de las referencias para entender lo que está sucediendo. El libro, traducido ahora al castellano por la editorial Capitán Swing, es una explicación amena y rigurosa de cómo surgen, se propagan y desaparecen las epidemias, un asunto el que Kucharski lleva años trabajando como miembro de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres. Su trabajo sobre los modelos matemáticos que explican la propagación de las enfermedades y el papel de los supercontagiadores han sido una de las guías dentro de la propia comunidad científica durante toda la crisis de la covid-19. Charlamos con él por videoconferencia desde Londres, en pleno aumento de casos generalizado en muchos países de Europa.
¿Sabemos ya qué tipo de segundas olas vamos a partir de ahora?
Puede que la curva tenga un montón de formas, en buena parte depende de cómo lo terminen haciendo los países. Pero creo que es impactante lo rápido que el virus ha regresado en muchos países que habían reducido el número de casos, como lo que pasa ahora en Australia o muchos países en Europa. Pensábamos que se iban a tener que tomar decisiones duras en el invierno, pero parece que muchos gobiernos tendrán que tomar decisiones difíciles al final del verano.
Hablaba usted en un tuit reciente de los países que han relajado las medidas y han empeorado, y se refería a España. ¿Cree que la medida del gobierno británico con quienes viajan desde nuestro país está justificada?
Creo ese tipo de decisiones son siempre muy duras, porque los gobiernos tienen que trazar una línea sobre dónde creen que empieza el riesgo y dónde acaba. Creo que en toda Europa los gobiernos van a tener que tomar decisiones que son impopulares. Y algunos serán más flexibles y tendrán que afrontar brotes y otros tomarán medidas que quizá sean demasiado destructivas y tendrán que reevaluarlo. Creo que va a ser un proceso de aprendizaje. España no es el único ejemplo de esto, si miras a Francia, Bélgica o Alemania, los rebrotes están ocurriendo en muchos lugares. Debemos entender que no es cuestión de un solo país, todos tenemos que estar pendientes de lo que pasa con nuestros vecinos.
“Es impactante lo rápido que el virus ha regresado en muchos países que habían reducido el número de casos”
¿Qué le parecen medidas como la de Bélgica, de limitar el número de contactos de cada núcleo familiar?
Sospecho que tiene mucho que ver con esta idea de que muchos de los contagios se concentran en un número pequeño de situaciones, la superpropagación. La gente tiene esta sensación de que hay una especie de aumento suave de contagios, pero lo que tenemos son este tipo de eventos de supercontagios. Si creas suficientes oportunidades para que se den estas situaciones, de repente tienes un centenar o un millar de casos más. Espero que en muchos gobiernos hagan pequeños cambios, quizá sobre las reuniones o en los lugares en los que permiten a la gente regresar al trabajo, para evitar estas situaciones.
Mucha gente ya se protege y mantiene la distancia social y sin embargo continúan los contagios, ¿qué estamos haciendo mal?
Al final se trata de mantener a la gente contagiada fuera de los lugares donde puedan contagiar o poner en riesgo a otros. Pueden ser reuniones en las casas, los lugares de trabajo o los gimnasios. Creo que aún tenemos que entender muchas cosas, porque conocemos aspectos como las interacciones, pero puede que algunos ambientes sean mucho más peligrosos que otros. Y puede que estos cambios sutiles, de abrir algunos lugares en lugar de otros, tengan resultados muy distintos. No hay una explicación simple de por qué en algunos sitios las cosas se escapan de control y en otros no, por eso que en algunos lugares todo parezca controlado no significa que puedas abrir todo y ya vaya a ir todo bien.
¿Hemos cometido el error de pensar que con ponerse la mascarilla bastaba?
Es verdad que siempre ha habido una tendencia a centrarse en una sola medida. En Reino Unido nos hemos centrado mucho en si la distancia tiene que ser un metro o dos, pero todo es mucho más complejo que eso.
“No va a ser solo que el Gobierno nos diga qué hacer. Vamos a tener que aprender a vivir de una manera que reduzca el riesgo”
Hay un debate sobre cuánto pesa la concienciación ciudadana y cuánto las medidas de los gobiernos, ¿a usted qué le parece?
Creo que para que podamos mantener los contagios a raya tiene que haber un compromiso de las dos partes. Si tenemos que mantener esto bajo control hasta que haya una vacuna dentro de un año o dos, no va a ser solo una cuestión de que el Gobierno nos diga qué hacer. Vamos a tener que aprender a vivir de una manera que reduzca el riesgo y que la gente se sume. Creo que la comunicación es un elemento crucial, que los gobiernos expliquen bien lo que están haciendo y por qué, y que la gente sepa que hay un plan más que decirles solo que va a ir todo bien mientras se toman medidas estrictas.
El escenario no es igual que en la primera ola, ahora se hacen más pruebas y afecta a jóvenes, ¿el aumento de muertes será más suave y no habrá colapso sanitario?
Sí, creo que la edad de los casos marca claramente la diferencia. Si miras a Singapur, donde los brotes afectan sobre todo a trabajadores jóvenes, tienen unos 50.000 casos y alrededor de 30 muertes. Así que ese factor puede marcar un salto claro en lo que está pasando. Pero creo que el riesgo es que una vez que el brote es suficientemente grande, es muy difícil separar a la gente joven que está en bajo riesgo y la gente mayor que está en alto riesgo. Creo que en muchos países, como en Suecia, la población más mayor tiende a reducir sus interacciones y eso se refleja en el número de hospitalizaciones y muertes. Pero hacerlo cuando el contagio está en niveles bajo es más manejable que cuando sucede como en algunos estados de EE.UU., donde el contagio está tan extendido que casi cualquiera está en alto riesgo.
Dice usted que la variable del tiempo en el que una persona es contagiosa puede ser la más importante que su número de contactos. ¿Por qué?
Reducir el tiempo que lleva hasta que la gente se aísla desde que tiene síntomas es clave. Y reducirlo es menos destructivo para la sociedad que reducir las interacciones en toda la población. Pero el problema de la covid es que muchos de estos contagios se producen mientras la persona es asintomática. Así que necesitas otras medidas.
“En covid el reloj ya está corriendo en tu contra para cuando identificas un caso"
¿Es eso lo que hace la propagación de este virus diferente de otros?
Creo que la forma de contagio es muy diferente, y al principio esperábamos encontrarnos con algo parecido al SARS, con muchos síntomas evidentes, mucho tiempo para convertirse en infeccioso… Recuerdo ver a principios de febrero algunas señales tempranas en los datos de que había contagio presintomático, y eso me puso en alerta y pensar que sería muy difícil de controlar. Porque a diferencia del SARS, que cuando alguien tenía síntomas te concedía un tiempo para encontrar a otros posibles infectados, en covid el reloj ya está corriendo en tu contra para cuando identificas un caso, para entonces otra gente ya se ha infectado y es muy fácil perder el control.
Sin embargo hay otras enfermedades en las que se produce un periodo de contagio asintomático, como el sarampión, ¿no?
Sí, y este rasgo hace difícil controlarlo. Una ventaja que tenemos respecto al sarampión es que el coronavirus no sobrevive tan bien en el aire. Con el sarampión, si estás en un grupo de gente y alguien estornuda es fácil que veas un número enorme de contagios, pero con el coronavirus no llega a tanto, aunque sigues teniendo este problema de transmisión. Esto también pasó cuando apareció el HIV, hubo un problema similar porque aparecían muchos casos mucho después del contagio y eso hacía muy difícil controlar la epidemia.
¿Qué efecto cree que puede tener la vuelta al colegio en septiembre en la propagación del virus?
Creo que con los grupos más jóvenes tenemos pruebas muy sólidas de que la severidad de la enfermedad es mucho menor, así como la susceptibilidad, pero aún hay muchas preguntas sobre cómo la gente asintomática puede contagiar el virus y depende de los datos que mires hay conclusiones en ambas direcciones. Creo que la clave ahora es conseguir los datos, es un poco ridículo pedir respuestas para estas cuestiones solo seis meses después. Creo que cuando los colegios abran en Europa tenemos que hacer bien las pruebas y entender cómo están evolucionando las cosas, porque si no hay riesgo deberíamos empezar a abrir las escuelas. Creo que en la universidad puede ser diferente, porque si los jóvenes transmiten igual, es arriesgado poner a tanta gente junta.
“Creo que hay que conseguir más datos, porque si no hay riesgo deberíamos empezar a abrir las escuelas”
Pero tenemos el ejemplo de Israel, que abrieron las escuelas y la curva subió, ¿no?
Sí, pero aún no sabemos si fue solo eso o hubo otros factores en la sociedad que influyeron. Necesitamos mejores datos sobre todo esto, porque cada estudio que vemos parece dar una impresión diferente. Tenemos que averiguar qué está pasando realmente.
Volviendo a su libro, ¿qué tienen en común un tuit viral, una crisis bursátil y una pandemia?
Creo que una de las características principales de las crisis financieras, la desinformación o las epidemias son los vínculos en esta red que podemos detectar con antelación. Ciertamente en la crisis de 2008, un gran problema fue que estas relaciones entre bancos e instituciones de las que nadie sabía nada ni sospechábamos que aquel problema estaba creciendo. Sucede algo similar con la desinformación. A menudo ponemos el foco en los individuos, pero existe toda una red de interacciones entre plataformas y grupos mediáticos y tienes que analizar bien el proceso completo de transmisión para entender cómo algunas ideas aleatorias y erróneas llegan a aparecer en el tuit de un presidente, por ejemplo. También con el coronavirus vimos muy pronto, a través de la genética, que hubo un montón de movimiento entre países y muchos mirábamos a Asia cuando el peligro estaba mucho más cerca.
“Hubo un montón de movimiento entre países y muchos mirábamos a Asia cuando el peligro estaba mucho más cerca”
Durante la pandemia he leído a algunos matemáticos decir que la epidemiología necesitaba más matemáticas, ¿ignoran que han estado unidas a la epidemiología desde el principio?
Sí, creo que es un peligro que se produce en esta situaciones, donde hay gente que se da cuenta de cosas que la historia ya había descubierto. Hemos visto a mucha gente interesarse por la epidemiología, lo que es fantástico, pero algunas veces veo discusiones sobre asuntos que fueron resueltos hace cien años. Es importante tener una visión matemática, y tenemos que hablar con otros grupos, con médicos, expertos en salud pública, investigadores de laboratorio… La respuesta a esta situación no la van a tener solo las personas de uno de estos grupos.
Ha habido muchos expertos en otras áreas tratando de hacer modelos, ¿cree que esto ha aportado confusión?
Creo que sí, que muchas veces produce confusión en lugar de mejorar las cosas. En el mundo académico a menudo existe esta tendencia de que para defender una idea tienes que decir que todos los demás están equivocados, pero en la situación en que estamos no hay una solución sencilla. Creo que lo tenemos que hacer es juntar esfuerzos e ideas, diferentes tipos de conocimiento y experiencias, más que decir que hay que tirar abajo todo lo que estamos haciendo y empezar desde la nada.
¿Qué sintió cuando sacó el libro sobre contagios y unas semanas ?
Fue increíblemente surrealista ver que la pandemia emergía unas semanas después de enviar el borrador final. Estoy contento de que la gente lo haya encontrado útil, pero ha sido una sensación muy extraña.
¿Cómo lo actualizaría con lo que hemos aprendido estos meses?
Una de las cosas que menciono brevemente en el libro es la necesidad de una ciencia más colaborativa y rápida. Y creo que eso ha sido de las cosas muy positivas que hemos visto. Hace unos años, durante la epidemia de ébola, vimos que no se pudo desarrollar un tratamiento porque no fueron suficientemente rápidos y ahora estamos viendo que las vacunas pueden estar probándose en fase 3 después de seis meses y que se han compartido los datos. Hace cinco años las cosas no se hacían así, era un mundo muy diferente. Tuvimos suerte de no tener qué combatir un virus más violento y es muy positivo ver cómo hemos afrontado juntos este problema.
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