En las gráficas del crecimiento exponencial de contagios de coronavirus cada uno de los países occidentales, con Italia y España a la cabeza, parecen cohetes despegando a la vez hacia un escenario incierto. La crisis alcanza unas dimensiones que han desbordado a gobiernos, empresas y expertos y va a poner patas arriba la vida de millones de ciudadanos. Aunque no es especialmente letal, las características de propagación del coronavirus SARS-CoV-2 han conseguido lo que parecía imposible. Estos son algunos de los puntos que, con ayuda de los especialistas, estamos tratando de poner en claro en las últimas horas.
¿Por qué todos han subestimado el impacto?
Cuando todo esto acabe, se estudiará por qué ninguno de los países que se vieron azotados por la pandemia supieron reaccionar a tiempo. Algunos de los factores clave están en el núcleo de la psicología humana: no queremos ponernos en el peor escenario y no escarmentamos en cabeza ajena. Estos sesgos han funcionado en la escala de países, comunidades, expertos e individuos. Cuando China mostró al mundo lo que estaba pasando, tal vez por un exceso de soberbia, el resto de países pensó que a ellos no les iba a sacudir de la misma forma y que controlarían el impacto. Cuando España vio lo que sucedía en Italia, y sus dirigentes advertían de la necesidad de tomar medidas rápidas, pasó lo mismo. Cuando se disparó en Madrid, en algunas comunidades todavía pensaban que podrían celebrar sus fiestas. Como en una cascada temporal, cada uno se ha ido alarmando detrás del otro en diferido y solo cuando ha sentido en su propio entorno. A nivel individual, hasta hace unas horas, todavía había dos tipos de ciudadanos, los que habían comprendido lo que se les venía encima y los que paseaban por la calle despreocupados o se movían a otros territorios de manera irresponsable. Ahora el estado de alarma nos permite a empezar a armarnos de verdad contra la enfermedad.
En esta sucesión de escenarios mentales y dimensiones temporales, como un Inception de la alarma, los países que van más retrasados en el avance de la pandemia que los demás llevan una pequeña ventaja. La escalada del COVID-19 es de tales dimensiones que ya va a resultar difícil ignorarlo y no tomar medidas más radicales de contención antes de que sea tarde. O quizá sigamos cayendo uno tras otro por esa extraña escalera. La solución pasa por sincronizar los relojes mentales de todos.
¿Por qué ha habido tanta confusión?
El escenario es tan complejo que ni siquiera los mayores expertos se ponen de acuerdo a la hora de interpretarlo. Aunque algunos fueron anticipando lo que venía antes que otros, es una situación que casi nadie ha sabido preverla. Muchos epidemiólogos, médicos y expertos en salud pública reconocen en privado a Vozpópuli que han subestimado el impacto y otros lo han hecho en público. Los motivos de esta complejidad, a nivel científico, son muchos, pero estos son dos a tener en cuenta:
1. La dimensión temporal. Otra vez, como en un juego de espejos, la sacudida del virus se ve con demasiado retardo. Los epidemiólogos se parecen un poco a los astrónomos cuando miran el cielo, que ven su objeto de estudio con un tiempo de diferencia. En este caso, en lugar de medirse en años luz, ese retraso en ver los efectos de la epidemia es de un par de semanas. Los especialistas creen que la pandemia genera su mayor impacto con una horquilla de hasta 14 días, lo que dificulta aún más la adopción de medidas. Volviendo al símil astronómico, es como cuando la NASA maneja uno de sus vehículos de exploración en Marte. Como hay un retraso en la señal de 25 minutos, cuando se dan las órdenes de acción hay un periodo en el que actúan a ciegas. Las medidas que estamos tomando ahora no sabremos si funcionan hasta dentro de unos diez días, en vez de ser los “siete minutos de terror del Curiosity”, nuestro margen de incertidumbre es de 10 a 14 días.
2. La evolución dinámica. Hay varios parámetros que se deben interpretar de forma dinámica. Ro (número de contagios) y la tasa de mortalidad son dos de los más importantes. Y ambos se pueden modular con medidas desde el Gobierno e instituciones y desde la responsabilidad ciudadana. Tienes menos contagios por persona si lo vas parando y más si se dispara el contagio comunitario. La tasa de mortalidad, será muy exagerada en Italia y España en las próximas semanas, básicamente porque se contabilizan sin conocer el número de casos leves que no se diagnostican y porque el contagio se ha disparado. El problema es que no sabemos nunca en qué punto de la curva de ascenso exponencial estamos y no tendremos el mapa completo de la epidemia hasta el final, porque cada país está midiendo el número de contagios de diferente manera y haciendo números muy dispares de pruebas diagnósticas.
Una de las cosas que ya sabemos sobre este coronavirus es que uno de cada cinco contagiados con síntomas necesitará asistencia hospitalaria (con una media de edad de 56 años) y de ellos un número importante necesitará ingresar en la UCI. Y esto son matemáticas: si el 20% de X (los infectados con síntomas) requiere tratamiento hospitalario, las dimensiones de X hacen que el número de infectados se multiplique y con ello los ingresos hospitalarios. Y eso colapsa cualquier sistema, porque nadie está preparado para afrontar tantos casos a la vez, lo que justifica la famosa estrategia de “frenar la curva” y la campaña de “quédate en casa” para no poner en riesgo la vida de otros. Y por eso el plan de Boris Johnson de dejarlo el virus circular para generar inmunidad de grupo no parece una buena idea, según los expertos del ISCIII consultados por Vozpópuli.
¿Cuál es la clave ahora mismo?
El número de contagios se multiplica en casi todos los países, como un tsunami que ha traspasado los muros de contención. El factor clave es ver quién es el primero en frenar la curva, aparte de China y Corea del Sur y algún otro ejemplo. Cada país está buscando su receta, eso por un lado preocupa porque parece un 'sálvese quien pueda’, pero por otro nos da la oportunidad de que uno acierte y podamos copiarle la respuesta.
La medidas del Gobierno contribuirán a frenar el ritmo de contagios, pero habrá que esperar para ver sus efectos
¿Qué escenario espera a España en los próximos?
Es arriesgado predecir, pero en España el panorama es muy pesimista porque hemos sido de los que más tarde hemos reaccionado y con menos contundencia (a pesar de que la OMS y China pedían rapidez y medidas drásticas). Es previsible que las medidas adoptadas por el Gobierno aumenten también el nivel de conciencia ciudadana y que contribuyan a frenar el ritmo de contagios, pero habrá que esperar al menos diez días para ver sus efectos. La movilización de recursos y de profesionales de todos los sectores no tiene precedentes, eso es nuestra gran esperanza. Confiar en los que están trabajando en esto no solo es lo más inteligente, a estas alturas es nuestra mejor baza.
¿Y qué pasará a nivel global?
A nivel global todo parece indicar que el aumento de casos en Europa y Estados Unidos llegará a un punto álgido en pocos días y todos tendrán que parar su actividad aún más durante muchos días. Será como si el virus hubiera conseguido resetear el planeta. Lo que está sucediendo produce tanto vértigo como la más exagerada de las novelas de ciencia ficción: en diciembre un tipo se come una marranada de sopa en Wuhan y tres meses después el mundo está patas arriba. La conmoción va a cambiar no solo la economía, sino cosas que ahora no podemos ni imaginar.
¿Hay motivos para ser optimistas?
Lo que viene en los próximos días será horroroso. Muchos perderán a familiares y la mayoría viviremos en una ansiedad constante. Mantener la calma en la respuesta es nuestra mejor opción. Y aunque habrá tentaciones de acusar a la ciencia de no haber sabido prever el golpe, lo cierto es que será la ciencia la que nos sacará de este atolladero. Entenderemos bien lo que hace el coronavirus, cómo atacarle y encontraremos la vacuna. Miles de científicos están trabajando en ello día y noche y serán nuestra gran esperanza.
A partir de ahora entramos en territorio desconocido. Hay una cosa muy clara, solo podremos salir si tenemos serenidad y ponemos cada cada uno nuestro granito de arena para ayudar y nos dejamos de discusiones absurdas. Los humanos somos capaces de comportarnos de la manera más estúpida, lo hemos demostrado de manera bastante convincente, pero hemos llegado hasta aquí gracias a nuestra capacidad de supervivencia y adaptación. Somos auténticos supervivientes.
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