"Rugulopterix okamurae" se llama la alga invasora que se ha convertido en una pesadilla para el Estrecho de Gibraltar. De origen asiático, su rápida reproducción no solo escalda los bosques marinos y malogra las redes de los pescadores, también echa a perder un paseo o un baño en playas paradisiacas.
"Está tan extendida que ya no podemos hacer nada aquí, solo prevenir para que no se siga extendiendo a otras zonas", dice, en una entrevista con Efe, la doctora María Altamirano, presidenta de la Isabel Laguna y profesora de Botánica y Fisiología Vegetal de la Universidad de Málaga. Bajo el agua "es una tragedia, nada más está ella. Han desaparecido por completo los bosques marinos".
Las especies naturales, con un ritmo lento de crecimiento, no tienen capacidad de competir con una especie "que puede clonarse en cientos en cuestión de semanas", explica. Pero en el exterior, en la costa, la situación también es penosa para las playas, especialmente de la costa de Ceuta y de Tarifa, donde los arribazones de estas algas se están convirtiendo en un problema que puede espantar al turismo.
Fue en 2016 y en Ceuta cuando y donde saltaron las alarmas por arribazones masivas de una especie de alga en las playas. Inmediatamente se enviaron muestras al laboratorio y Altamirano determinó que se trataba de una especie de alga parda procedente de Japón, China y Corea y que, fuera del Pacífico, solo se había detectado en un lago costero de Francia.
En ninguna de estas regiones la especie ha mostrado un comportamiento invasor como el que ahora muestra en el Estrecho de Gibraltar.
Llegó antes de ser detectada
Los científicos creen que llegó a la zona mucho antes de ser detectada. Ha tenido "una invasión críptica": proliferó sin llamar la atención porque "se parece muchísimo a especies nativas". En una zona de intenso tráfico marítimo como el Estrecho, con dos grandes puertos como el de Algeciras y Tánger Med, la suposición es que el alga ha viajado hasta la zona en los mercantes procedentes de Asia.
"El tráfico marítimo no es el problema, el problema es la falta de control de los vertidos de aguas de lastre de los buques (las que los barcos cargan en un depósito en origen para mantener la flotabilidad)", explica. Esas aguas cuando llegan al destino "se sueltan sin control" y con ellas "los 'polizones' procedentes del Pacífico".
"En Nueva Zelanda solo se permite soltarlas a millas de la costa, y hay fuertes sanciones, incluso cárcel, para quien no lo cumple, aquí vemos que las echan dentro de los puertos", añade. Los científicos creen que una de las circunstancias por las que la "Rugulopterix okamurae" se ha encontrado "tan a gusto" en estas aguas es porque se trata de un ecosistema "debilitado" en muchos sitios, después de haber sufrido en los últimos 25 años cuatro invasiones masivas de algas.
Cada vez se producen antes
El análisis de estas cuatro invasiones, la primera sucedida en 1965, deja claro que cada vez hay menos intervalo de tiempo entre una y otra y que su voracidad va en aumento. "En el 2006 en Ceuta comenzó la invasión de un alga, que pensamos que no iba a haber nada peor, el alga verde Caulerpa cylindracea. Pero al lado de la "Rugulopterix okamurae" era una "aprendiza", ironiza la científica.
Cree que las administraciones deberían preocuparse más y, por ejemplo, establecer una red de alerta temprana para evitar la propagación de estas algas, de las que ya se han encontrado muestras en la Bahía de Cádiz y Estepona (Málaga) e incluso en el espacio protegido de las Islas Chafarinas.
Científicos como ella se ocupan de esta "plaga" sin ayuda económica, ya que sólo cuentan con una beca de investigación del Instituto de Estudios Ceutíes, a la espera de la resolución de dos proyectos de investigación de financiación autonómica.
El coste de la retirada constante de arribazones de las playas, los daños a los pescadores de la zona, que "tienen que tirarse horas limpiando las redes de algas", y los causados por la posible pérdida de turistas son algunos de los costes de esta invasión, al margen de los daños al ecosistema.
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