El pasado 7 de agosto, a las 4:07 de la madrugada, Ethan Chappel observaba Júpiter con un pequeño telescopio en el patio trasero de su casa en Cibolo, en Texas. Su cámara registró un pequeño destello sobre el planeta, un fogonazo que duró 1,5 segundos y generó una luz equivalente a la que refleja el satélite Ío. Durante la siguiente media hora, Chappel siguió grabando y mirando de vez en cuando al monitor sin ser consciente de que acababa de ser el único testigo de una colisión planetaria, un choque que desató una energía equivalente a la explosión de una bomba nuclear y que en las siguientes horas, después de que del revisara la grabación, movilizaría a astrónomos de todo el mundo.
“En el vídeo original, tomado a alta velocidad, se ve Júpiter vibrando un poquito por los efectos de la turbulencia atmosférica, se adivina la mancha roja, y en un momento dado se puede ver cómo hay una zona del planeta en la que se empieza a encender un puntito de luz, se ve cada vez más brillante y luego se ve cómo se apaga”, explica Ricardo Hueso, investigador de la UPV/EHU que ha desarrollado el programa DeTeCt con el que Chappel analizó posteriormente las imágenes. Él fue, junto a Marc Delcroix, el primer científico a quien el aficionado avisó en cuanto vio que había capturado un destello. “Estaba entusiasmado cuando Ethan me contactó”, asegura Delcroix en una nota de la EuroPlanet Society sobre el descubrimiento. “Este es el primer fogonazo de impacto en Júpiter descubierto mediante el programa DeTeCt. Estas detecciones son extremadamente raras porque los destellos son muy tenues, cortos y pueden perderse fácilmente en horas de observaciones. Sin embargo, una vez que el destello se encuentra en la grabación de vídeo, puede ser analizado para cuantificar la energía que requiere para hacerse visible a una distancia de 700 millones de kilómetros”.
Se trata del sexto impacto de un objeto pequeño registrado desde 2010, pero, a diferencia de los anteriores, esta grabación permite obtener detalles especialmente interesantes para los científicos. “Lo que hemos visto es que este objeto no solo entra en la atmósfera, explota y ya está, sino que en realidad esa explosión va ocurriendo en diferentes fases, de manera muy parecida a lo que ocurre con los meteoroides en la atmósfera terrestre, formando diferentes picos de luz que nos hablan de cómo se ha ido rompiendo ese objeto al entrar en la atmósfera del planeta”, explica Hueso a Next. "Y eso no se había visto hasta ahora porque este impacto ha sido registrado con una calidad sin precedentes. No es el más grande, pero la calidad del vídeo es muy bueno. La curva de luz es la más detallada de un objeto como este entrando en la atmósfera de otro planeta".
Los datos indican que el objeto tenía 450 toneladas de masa y medía entre 12 y 16 metros. También se calcula que alcanzó la parte alta de la atmósfera de Júpiter a una velocidad de 69km/s y se desintegró a una altura de unos 95-100 km por encima de las nubes visibles del planeta. “Ahora sabemos que tiene densidad elevada, porque vemos cómo se enciende, se apaga, se vuelve a encender, y eso es novedoso”, asegura Hueso. Esto les lleva a concluir que se trata de un trozo de asteroide pequeñito, más rocoso que metálico, y a descartar que se trate de un fragmento de cometa. Su tamaño es menor que el que impactó contra nuestro planeta en 2013 en Chelyabinsk, pero sus efectos son similares. “Si este objeto chocara con la Tierra, formaría un bólido extremadamente brillante, de los llamados superbólidos, pero no crearía ningún problema en la superficie”, informa Hueso.
A partir de un fugaz destello captado a 700 millones de kilómetros, ¿cómo saben los científicos qué tipo de objeto es? La imagen permite analizar la curva de luz y reconstruir qué paso en ese periodo de 1,5 segundos antes de que se desintegrara. “Empieza muy suavecito, después se va incrementando, luego explota - quizá explota dos veces - , luego parece que se apaga y luego vuelve a brillar”, describe Hueso. “Y vuelve a brillar porque la parte del objeto que todavía no ha explotado sigue entrando en la atmósfera del planeta y se incinera un poco más tarde. Eso hace pensar que se ha roto y cada uno de esos fragmentos se ha ido encendiendo en diferentes puntos de la trayectoria, el mismo comportamiento que se ve en los bólidos en la Tierra”.
Comprender el papel de Júpiter
El objetivo de los científicos que componen la red de observación es conocer con qué periodicidad golpean el planeta este tipo de objetos más pequeños, diferentes de los grandes impactos como el cometa Shoemaker-Levy de 1994 o el asteroide de 500 metros que se detectó en 2009. “Con estos datos podemos estimar cuántos impactan con el planeta de manera habitual, y eso nos da información sobre la población de objetos pequeños del Sistema Solar exterior”, explica Hueso. “Si sabemos cuál es la tasa de impactos en Júpiter podemos comparar con la Tierra y podemos determinar si Júpiter realmente nos está protegiendo de los objetos del sistema solar exterior o si los está desviando más hacia la Tierra”, añade. “Pero esa es una pregunta que todavía requiere muchos elementos de información para poder ser respondida”.
En este momento los investigadores calculan que cada año Júpiter recibe entre 20 y 60 impactos como el registrado en agosto y que esto podría estar alterando la composición química de su estratosfera. Tambiñen piensan que en la actualidad está actuando de escudo para los planetas interiores. “Yo diría que ahora efectivamente nos protege, pero en el pasado remoto seguramente tenía un efecto más perturbador haciendo que objetos del cinturón de asteroides chocaran contra la Tierra de manera frecuente causando graves problemas para el desarrollo de la vida”, indica Hueso.
"Queremos saber si Júpiter nos está protegiendo de estos objetos o si los está desviando hacia la Tierra"
Lo más emocionante es que hayamos desarrollado la tecnología que permite capturar el impacto de un objeto de un tamaño insignificante en comparación con Júpiter y que seamos capaces de sacar toda esa información a partir de una imagen. “El evento es visible solo porque el objeto llega con mucha velocidad y al entrar en la atmósfera se incinera muy rápidamente”, explica el especialista. “Pasado ese segundo y medio, ya no lo podemos ver. Incluso si observáramos con el mejor telescopio, el Hubble, una hora después del impacto, no veríamos nada”. Y solo se han detectado seis impactos de este tipo de 2010 porque antes las cámaras que se utilizaban no eran suficientemente rápidas para detectar estos objetos y además nadie se imaginaba que podrían ser detectables.
Si alguien hubiese visto este tipo de flashes antes podría haber pensando que era ruido electrónico en la cámara
La primera persona que los detectó era un aficionado australiano con muchísima experiencia, Anthony Wesley , el mismo que había detectado el gran impacto del 2009. “Es decir, la misma persona encontró un impacto grande en 2009 y un flash de luz el verano siguiente, en 2010, y Wesley tenía suficiente experiencia para saber la importancia que tenían estos eventos y enviar mensajes a la comunidad internacional para que se estudiara. Si alguien hubiese visto este tipo de flashes de luz antes podría haber pensando que era ruido electrónico en la cámara”, resume Hueso. Actualmente ninguna institución ni agencia internacional monitoriza de manera permanente el planeta Júpiter y por este motivo es tan importante la labor de los aficionados. “A nosotros nos viene muy bien la difusión, porque la mayoría de la gente piensa que observar estos fenómenos es imposible y entonces son lo intentan”, concluye. “Y nosotros necesitamos precisamente que lo intente todo el mundo, porque sabemos que es muy difícil y solo hay una pequeña probabilidad de que alguien lo pueda encontrar, pero las pequeñas probabilidades de muchos observadores hacen que podamos hacer este tipo de ciencia”.
Referencias: Stony-iron meteor caused August impact flash at Jupiter (Europlanet Society)
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