El 15 de septiembre de 2018, una gigantesca lengua de agua templada y salada procedente del océano Pacífico penetró por el cañón submarino de Barrow, en Alaska, y se deslizó bajo las aguas árticas durante las siguientes semanas. Las observaciones desde el satélite y las mediciones desde los barcos de investigación en la zona, permitieron documentar cómo este chorro de entre 50 y 100 kilómetros de longitud se fragmentaba en varias partes, formando embolsamientos de agua más caliente que se quedan girando bajo el agua durante meses. Estos remolinos, conocidos en oceanografía como “eddies”, son auténticas “bombas de calor” que están contribuyendo a la aceleración del deshielo ártico, según los investigadores.
En un trabajo publicado en la revista Nature Communications, los autores de la investigación aseguran que “cantidades de calor sin precedentes” están entrando en el océano Ártico a través del estrecho de Bering, “especialmente durante los meses de verano”. Aunque se habían hallado indicios del proceso durante la ultima década, es la primera vez que se documenta con todo detalle y se estudian sus mecanismos, gracias al trabajo de un equipo internacional de científicos liderado por la investigadora Jennifer MacKinnon, de la Institución Scripps de Oceanografía.
“El ritmo de aceleración del deshielo ártico ha sido difícil de predecir con precisión, en parte debido a los complejos procesos de retroalimentación entre el hielo, el océano y la atmósfera”, asegura la autora principal del estudio. “Este trabajo muestra el gran papel en el calentamiento que juega el agua del océano como parte de esas retroalimentaciones”.
Bombas de calor bajo el Ártico
Las interacciones entre masas de agua con diferente salinidad y temperatura se producen en muchas zonas del océano y son el origen de las conocidas corrientes termohalinas que recorren el globo y de fenómenos como las bolsas de agua que salen periódicamente del Mediterráneo hacia el Atlántico, conocidas como “meddies”. En la mayoría de los océanos del planeta, la temperatura es el factor principal por el que el agua más fría se hunde y el agua caliente circula por superficie, pero en el océano Ártico el agua está estratificada por su salinidad, de manera que hay una capa de agua muy fría y menos salada en la superficie. Esto provoca que cuando el agua más salada y densa del Pacífico penetra en esta región, se desliza por la parte más profunda y cuando se fragmenta crea bolsas de agua más caliente que se extienden varios kilómetros dentro del llamado Giro de Beaufort y contribuyen a que el hielo de la superficie se funda.
Según los investigadores, estas “bombas de calor” son suficientemente estables como para permanecer activas durante meses e incluso años, viajando muy al norte y desestabilizando el hielo de las zonas cercanas al polo. Dado que, según trabajos anteriores, la intrusión de agua del Pacífico ha aumentado durante la última década, los científicos creen que este estudio aporta nuevas pruebas que permiten predecir que el hielo ártico desaparecerá del todo durante largos periodos del año.
El nuevo estudio se suma a otras señales alarmantes de que el aumento de temperatura de los océanos está produciendo una alteración global de la circulación oceánica. En un trabajo reciente, un equipo de investigadores mostraba la existencia de una ralentización sin precedentes en el sistema asociado a la corriente del Golfo por el que el agua más caliente y salada se mueve hacia el Ártico, donde se enfría y regresa al hacerse más densa. "Si continuamos induciendo el calentamiento global”, advertían los autores, "esto nos podría acercar peligrosamente a un punto de no retorno en el que el flujo se vuelve inestable”.
Referencia: A warm jet in a cold ocean (Nature Communications)
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