Podríamos decir que esta historia empieza muy atrás, el 9 de julio de 1931, la mañana en que la pequeña Rosa González Pérez, de 11 años, se encontraba jugando a las afueras del municipio leonés de Ardón cuando escuchó un gran estruendo y vio caer a pocos metros de ella una pequeña roca humeante procedente del cielo. Pero la historia comienza mucho antes: hace unos 4.565 millones de años, cuando la Tierra estaba a punto formarse.
En aquellos primeros instantes, el Sistema Solar estaba "en obras", como quien dice. Grandes fragmentos de materia chocaban entre sí o se enroscaban para formar los primeros aglomerados que darían lugar a los planetas. De entre aquellos fragmentos, una roca se enfrió y terminó girando en el cinturón de asteroides, donde siguió colisionando de cuando en cuando durante 40 millones de años hasta que algún tipo de alteración lo desvió y lo dirigió hacia la Tierra. Unas horas después, un pequeño fragmento de apenas unos gramos sobrevivió al contacto de la roca originaria con nuestra atmósfera y cayó como una mariposa ardiente frente a los ojos de Rosa.
Aunque le cayó prácticamente a los pies, la niña no fue el único testigo del fenómeno. "A las 12:00 h [sic] se sintió un ruido extraño que al parecer fue por la caída de un aerolito", recogió el diario ABC al día siguiente. "En los pueblos como Boñar y Cistierna se sintió como un ligero temblor de tierra y en la estación de esta última localidad se agrietaron las paredes". Desde aquella mañana de verano hasta hoy han pasado 83 años y aquella roca negruzca, de apenas 5,5 gramos, permaneció guardada en una cajita. Cuando la recogió del suelo, aún caliente, la pequeña Rosa intuyó que la piedra podía ser importante, pero no ha sido hasta ahora, después de contarle la historia a su nieto, J. Antonio González, que la han entregado para su análisis a los científicos.
"Su sobrino me contó la historia y le pedí que me enviase fotos", explica Josep Maria Trigo, del Grupo de Meteoritos del Instituto de Ciencias del Espacio del CSIC. En cuanto el investigador echó un vistazo a la roca, supo que se trataba de un meteorito. Trigo comenzó la tarea de caracterizarlo junto a Jordi Llorca, de la Universitat Politécnica de Cataluña, y se dieron cuenta de que se trataba de un meteorito primitivo: una condrita ordinaria procedente de un asteroide desconocido. Los científicos comenzaron los análisis químicos y mineralógicos requeridos para clasificar y dar nombre al meteorito, trámites necesarios para que sea catalogado por la Meteoritical Society, organismo profesional a nivel internacional encargado de esta labor. El objeto, que tenía una masa originaria de 5,48 gramos, tiene ahora 3,6 gr. "Se trata de la caída meteorítica con menos masa registrada en España", explica Trigo.
Una vez finalizado el proceso, sus propietarios han donado una lámina del ejemplar al Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC, en Madrid, para que sea expuesta al público junto al resto de la colección de meteoritos del museo y se está pensando si donar la roca completa. "Esperamos que esta acción sirva para incentivar otras donaciones”, asegura Santiago Merino, director del museo.
Meteoritos que "salen del armario"
La caída de Ardón podría no ser un caso aislado ya que se calcula que cada año entra en nuestra atmósfera al menos un objeto de más de un kilogramo, según Trigo. Él y el equipo de la Red de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos descubrieron los restos de otro bólido en Puerto Lápice en 2007 y en Villalbeto de la Peña en 2004. El caso más llamativo tuvo lugar el año pasado cuando científicos del CSIC y del Instituto Geológico Minero de España (IGME) descubrieron un meteorito metálico (siderito) de casi 100 kilos de peso en un pueblo de Ciudad real, donde una familia llevaba años usándolo para prensar jamones.
Los investigadores sospechan que algunos meteoritos podrían permanecer ocultos como secretos familiares o ser vendidos para acabar en colecciones privadas de las que se pierde toda pista. En ese sentido, la Ley del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad de 2007 reconoce que los meteoritos españoles son patrimonio geológico y, por tanto, deben ser preservados y permanecer en el país.
Ardón, un fósil del Sistema Solar
¿Cuál es el interés concreto de la pequeña piedra descubierta ahora? Se trata de una condrita ordinaria, el tipo de meteoritos más común: alrededor de un 73% de todos los registrados hasta la fecha son de este tipo. De hecho, del mismo grupo L de la condrita Ardón se conocen otras 406 catalogadas en el Boletín Meteorítico de la Meteoritical Society. La más antigua conocida es la condrita Nogata, caída en Japón en el año 861. Sin embargo, la inmensa mayoría de las que se preservan cayeron en los últimos 300 años.
Se desconoce el asteroide exacto del que proceden las condritas ordinarias pero el hecho de que sean tan comunes y que se haya obtenido la datación isotópica de sus edades de rayos cósmicos (el tiempo que llevan surcando el Sistema Solar como pequeñas rocas) indica que su cuerpo progenitor debió sufrir varias colisiones de envergadura que produjeron gran cantidad de estos escombros en los últimos 40 millones de años. Hoy en día, esos fragmentos alcanzan la Tierra tras ser lanzados desde el cinturón principal de asteroides mediante mecanismos dinámicos que se conocen como resonancias y que también impulsan desde allí a los llamados asteroides próximos a la Tierra.
El estudio del meteorito Ardón está permitiendo conocer los procesos que ocurrieron durante la formación del Sistema Solar pero también durante el procesado térmico que sufrió su asteroide progenitor. “Ardón es un meteorito muy interesante pues proviene de un asteroide primitivo pero que, dadas sus mayores dimensiones, sus minerales fueron alterados térmicamente por metamorfismo. También presenta evidencias claras de los procesos de choque acaecidos en ese asteroide mientras estuvo en órbita alrededor del Sol”, explica Trigo. “En la composición mayoritaria del meteorito encontramos silicatos, sulfuros y metales, componentes cuyas características isotópicas indican que participaron en la formación de nuestro planeta.
Además, Ardón ha preservado en su textura pequeñas esférulas vítreas denominadas cóndrulos y granos metálicos que giraban alrededor del Sol hace unos 4.565 millones de años: los primeros componentes del Sistema Solar formados mucho antes que nuestra propia Tierra”, añade el investigador del CSIC.
Referencia: Josep M. Trigo‐Rodriguez, Jordi Llorca, M. Weyrauch and A. Bischoff. Ardón: L6 ordinary chondrite. Meteoritical Bulletin 103.
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