Si uno pasea por la formación Kap København, ubicada en el norte de Groenlandia, se encontrará con lo que se conoce como un desierto polar. Ubicado en la Tierra de Peary, este lugar se caracteriza por ser el último pedazo de tierra antes de llegar al Polo Norte y por sus temperaturas extremas. Mire donde mire, no encontrará señales de vida.
Durante años, el investigador de la Universidad de Cambridge Eske Willerslev y sus colegas acudieron a este lugar en busca de fósiles y señales que permitieran reconocer las formas de vida que habitaron estas regiones del planeta en el pasado. Pero con escaso éxito, porque las técnicas de reconstrucción de ADN tenían muchas limitaciones. “Hasta que hace un par de años tuvimos un buen resultado y pudimos ver todo este ecosistema volviendo a la vida”, relata. “Y fue asombroso, sencillamente asombroso”.
En un trabajo publicado este miércoles en la revista Nature, el equipo de Willerslev describe los hallazgos realizados a partir del análisis del ADN ambiental antiguo más antiguo recuperado hasta la fecha. “Cada célula del cuerpo contiene ADN”, explica el investigador, “y [las criaturas vivas] están desprendiendo estas células todo el tiempo a su alrededor. Así que estamos caminando sobre ADN del presente y, si excavamos hacia abajo, sobre ADN del pasado”.
Un bosque boreal lleno de vida
Los resultados del nuevo análisis les ha permitido algo impensable hasta hace muy poco: reconstruir una imagen de un ecosistema en el norte de Groenlandia, incluidas las especies animales y vegetales presentes, hace aproximadamente dos millones de años. Y se trataba de un bosque boreal abierto con una vegetación mixta de álamos y abedules, así como una variedad de arbustos y hierbas árticos y boreales.
Investigaciones anteriores sugieren que la región de Kap København tenía un clima mucho más cálido hace unos 2 o 3 millones de años, con temperaturas entre 11 y 19 °C más cálidas que las actuales. Sin embargo, las comunidades biológicas que habitan el Ártico durante este tiempo siguen siendo poco conocidas porque los fósiles de vertebrados son raros.
Mastodontes a la carrera
Para el análisis, Willerslev y sus colegas extrajeron y secuenciaron el ADN de 41 muestras de sedimentos ricos en materia orgánica tomadas de 5 sitios diferentes de la zona. El registro de ADN confirma la presencia de liebres, y el ADN mitocondrial del sitio apunta a la presencia de otros animales, incluidos mastodontes, renos, roedores y gansos. También se recuperó ADN antiguo de organismos marinos y sugiere la presencia de una población de cangrejo herradura del Atlántico (Limulus polyphemus).
“Había mastodontes corriendo por ahí, ciervos, gansos, liebres…”
“Había mastodontes corriendo por ahí, ciervos, gansos, liebres…”, enumera Willerslev, “y también animales marinos como los cangrejos de herradura, que sugiere que hubo un ambiente mucho más cálido, incluso en el mar, en aquel periodo, lo que también era sorprendente”. Todo esto les hace pensar que hubo condiciones de agua superficial más cálidas en el Pleistoceno temprano en Kap København, lo cual es consistente con estimaciones anteriores.
“Groenlandia era también una isla en aquella época”, explica el investigador principal, “así que estaba separada de Norteamérica igual que hoy día. Y la gente tendía a pensar que no era posible que animales como los mastodontes pudieran llegar hasta allí. Pero lo cierto es que estaban. Puede que llegaran nadando desde las islas de Canadá hasta Groenlandia o lo opusieron hacer caminando sobre el mar de hielo”.
Los hallazgos, aseguran los autores, nos permiten explorar y comprender un ecosistema antiguo en una medida que antes no era posible y brindan información sobre un ecosistema que no tiene un equivalente moderno. Y concluyen que sus hallazgos demuestran el potencial de usar ADN ambiental antiguo para rastrear la evolución de las comunidades biológicas hace dos millones de años.
Referencia: A 2-million-year-old ecosystem in Greenland uncovered by environmental DNA (Nature) DOI 10.1038/s41586-022-05453-y
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